El regreso de un Fénix de la selva

El regreso de un Fénix de la selva

Fer Chalan

10/03/2023

Aquella mañana pensé que no sería diferente. Me intrigué un tiempo por las víctimas de la violencia en Perú, pero ¿Cómo se sabe tan poco por qué la gente no habla porque aquel miedo o sombra negra arremetió contra su vida y su libertad de sentirse seguros? Ella se acercó, me dijo: quiero contarte algo, pues la noche anterior estábamos hablando de que estaba recolectando historia de personas que habían vivido en la violencia, esa violencia que a muchos de mi generación no nos tocó vivir. Ella respiró y solo quiso contarme su historia. La verdad me vio intrigada cómo se había hecho esa cicatriz en la pierna, la cual siempre preguntaba, pero se quedaba en silencio. Ella se llama Cecilia, una mujer que nació y se crió en una parte de la selva remota, donde la cruz roja enviaba medicamento cada cierto tiempo, donde las fundaciones ni se acercarían ni pensarlo por la tasa de violencia de la zona o temor de ser asesinados. Aquella mañana era como siempre donde vivíamos, mamá se levantaba súper temprano con mi padre para ir a casar con los otros hombres de la zona, las mujeres a poner el fuego para calentar agua que traíamos de ese río inmenso, mi madre nos enviaba para ver si podíamos recoger agua pues el caudal era muy fuerte, esa era la rutina de casi todos los días, mis hermanos pequeños de escalera en la tierra, jugando con lo poco que había por la zona recogiendo algunos frutos, esperando el barco que llegaba cada 15 días con cosas del exterior. Bueno, eran como las 8 de la mañana, aun los hombres no bajaban, pues mi madre estaba preocupada porque no se habían casado hace días, varios intentos y nada. Escuchamos un ruido, eran balas, dijo mi madre, la cual nos llevó directamente a la parte de atrás de nuestra casa que se caía a pedazos. Mi madre escuchó a lo lejos, comandante … Mi madre gritó, corre, escóndanse en los árboles más altos. Sus manos esperas de mi madre creían que sería lo último que supiera de ella. Me puso a mi hermana recién nacida en mis brazos. Aún tenía 13 años cuando vi el terror en los ojos de mi madre. A lo lejos vimos que los hombres de la zona estaban bajando con escopetas y con el animal que habían casado, no sabía cómo avisarles, así que me tiré del árbol y dejé a mi hermanita con mis hermanos, salí corriendo hacia ellos, no pensé que sería la última vez que vería a mi padre aquella mañana, me parecieron rápidamente mujeres muertas en sus casas y ejecutadas en el tierrero, busque a mi madre. Aquel hombre se reía mientras mi papá veía cómo abusaban de mi madre. De ahí se llevaron a casi todos los hombres en costales amarrados de manos, pies y los hicieron poner rocas en esos sacos. Mi madre no gritaba, parecía que le habían cosido la boca porque después de que se llevaron a casi todos los hombres que estaban buscando a los niños para llevarlos, corrí nuevamente donde mis hermanos, pero mi pierna estaba lastimada, no sentía nada. Al escuchar nuevamente el motor de aquella lancha, sabía que se habían ido, pero esperamos tantas horas hasta que mi madre vino por nosotros, lloraba desconsoladamente, nos dijo que teníamos que irnos, que lo que conocíamos no estaba más. Pues cruzamos ese caudal, no sé ni cómo hicimos aquella madrugada, dormimos en el bosque hasta que mamá nos preparó y nos dijo: nos fuimos. En aquella madrugada nuestra familia, niños abandonados y unas que otras mujeres tomaron la decisión de irse, pero antes mi madre enterró casi a todos los vecinos y gente que había ahí, hicimos lo que pudimos ayudar a mi madre ese día. Dejar donde había nacido fue una de las cosas más duras. De mi padre no supimos hasta después de 20 años de lo que sucedió. Mi padre completaría lo terrorífico de esta historia: que estos hombres los llevaron a otra localidad donde exigieron a las mujeres que den de comer o si no las matarían. Así que una de las mujeres de la cocina estaba sirviendo los platos y vio que una de las bolsas se movía aún. Ella no quiso hacerse que no pasaba nada. Jaló de un manotazo uno de los costales sin pensar que el afortunado sería mi padre el que estaría metido en el costal, pero al final estos hombres terminarían de comer, pensando que no harían nada, comenzaron a tirar los costales. Cuando pensaron que todo había terminado y aquella mujer corrió donde había escondido a mi padre, ella presenció cómo botaban estos costales al río, cómo se hundía la profundidad del río amazona. Mi padre intentó regresar muchas veces, pero la noticia de que una aldea había sido atacada y a hora eran los terroristas que vivían en esa zona lo detuvo, pensó todo este tiempo habíamos muerto, mi madre recurrió a una tía lejana para ayudarnos a llegar a casa grande donde nos ubicamos donde mi madre murió. Hasta el son del día nosotros no sabemos nada de lo que dejamos atrás. Una historia de Cecilia de la vida real, las verdaderas víctimas de un país donde la muerte se reflejó en los rostros de estas personas.

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