Mónica había fallecido hace un año. La inmobiliaria no lograba vender el piso.

Ginés era el niño que vivía en el piso inferior. Unos golpes secos le despertaban cada noche, también un susurro que le invitaba a jugar. Lo insólito de estos desvelos se hallaba en la hora que se producían, la una y once. Los ruidos seguían en aumento y la familia comenzaba a inquietarse.

El niño guardaba en un bote de cristal las canicas que recogía de la escalera. Solían caer desde la planta superior y el sonido al golpear con el suelo de madera era muy característico.

Los padres de Ginés avisaron a los de la inmobiliaria que, una tarde, entraron junto con la policía. Solo había una mecedora en el salón y un par de canicas por el pasillo.

El abuelo Martín se había instalado, durante las navidades, en casa de la familia para cuidar de Ginés. Cuando oía el golpe de las bolas en su puerta, llamaban su atención, dedicaba unos instantes para abrirla, recoger el botín y guardarlas en su bote de cristal.

Una tarde, Ginés observó cómo el ascensor pasó y paró en la planta superior, le extrañó y vencido por la curiosidad subió. Vio la puerta del piso abierta. Desde el interior se entremezclaban los sonidos de las canicas deslizándose por el parqué, con los del balanceo de la mecedora. Entró, atraído por el reflejo del sol en ellas. Una corriente de aire cerró la puerta, quedando atrapado en su interior. Ginés gritó, nadie le oyó. Aterrado se dirigió al balcón del salón para pedir auxilio. Allí estaba la mecedora y sentada en ella una mujer que reconoció. Era el cadáver de Mónica que le invitaba a jugar mientras le tendía la mano. Presa del pánico, salió al balcón y se precipitó al vacío. La puerta se abrió y los cristales saltaron por los aires. En la calle yacía el pequeño.

La familia de Ginés se marchó del lugar y puso en venta el piso. La vivienda superior, en cambio, se vendió y unos nuevos moradores se instalaron en ella. Semanas más tarde comenzaron a oírse ruidos desde la planta inferior. Se producían de madrugada, a la misma hora, a la una y once.

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