Con el comienzo del año, un director de cine se puso como meta llevar a cabo su proyecto más ambicioso hasta la fecha. Quería hacer una película que pasara a ser recordada como la mejor de la historia.
Con esta idea en mente, nuestro protagonista se marcó una serie de pautas. Primero, debía contar con los mejores actores. Su elección fue una de las parejas más famosas y con más caché del momento, ambos con múltiples reconocimientos a lo largo de su carrera.
Para el diseño de escenarios y decorados, viajó a las localizaciones más exóticas del globo: las junglas de Amazonia, los glaciares de Argentina, el templo de Abu Simbel en Nubia,… Todo con la intención de tomar ideas para su obra.
Aunque quería dedicarse de la dirección y la producción, para el guión buscó al guionista más galardonado del país, y le ofreció el doble de su sueldo habitual. Todo con el objetivo de asegurarse una trama que removiera las emociones de cualquier espectador y pudiera mantenerle en vilo hasta el final, con potentes giros de guión.
La guinda del pastel la pondría un potente trailer, encargado a la agencia de publicidad de la que hacían uso las empresas más ricas del mundo para promocionar su productos.
Todas las piezas de su proyecto parecían encajar sin problema, pero el carácter perfeccionista y meticuloso del director no tuvo en cuenta que siempre hay cosas que escapan a nuestro control.
Primero fue la problemática relación que su dúo protagonista reveló tener. Todo lo que publicaban las revistas de actualidad era pura fachada; su química en la pantalla era inexistente. Con tan poco margen para reconducir sus papeles, no le quedó más remedio que darle el papel a otros dos jóvenes actores que aún seguían en la academia de artes.
En contra de lo que buscaba al principio, ella no era la belleza voluptuosa que veía enamorando al público, ni él el prototipo de tipo duro que la chica conseguía reconducir. Más bien todo lo contrario; su nueva candidata era una chica muy poco resultona, y él pasaría antes por el presidente del club de literatura del instituto que por un busca-broncas de discoteca. Al menos su primera impresión fue que sí sabían interpretar un papel.
Después vino el problema de rodar en distintas localizaciones. La huelga de trabajadores aéreos que se produjo sin previo aviso obligó a cancelar muchos vuelos fuera del país, incluyendo los que necesitaba para grabar las escenas más prometedoras. La única solución factible, por tema logístico y de fondos, era trasladar el rodaje a la región más cercana que estuviera fuera de la ciudad. El mismo lugar donde el cineasta había crecido y que desde hacía años aborrecía.
Para culminar la pila de desgracias, su guionista entregó un material con una calidad inferior a la esperada: un montón de giros de guión metidos con calzador en la trama, personajes sin apenas desarrollo, y una historia con trasfondo pseudofilosófico que no tenía ningún sentido.
Tras anunciar los cambios citados, y que el director pasaría a encargarse del guión también, el público no reaccionó muy bien. Habían visto un trailer que prometía la superproducción del año, y en su lugar parecía que iban a recibir un producto de bajo coste.
La mayoría de la gente devolvió las entradas compradas con meses de antelación. A causa de las pérdidas antes del estreno, la película solo pudo proyectarse en pequeñas salas de cine, la mayoría en localidades de muy pocos habitantes.
El director sabía que su sueño de aparecer en los libros de historia del cine hacía aguas desde que empezaron los problemas. Así y todo, decidió seguir adelante, e invitó a sus familiares y amigos más cercanos a ver el estreno con él, en la vieja salsa de cine de su ciudad natal. La misma donde descubrió su pasión por el cine.
Conforme la proyección avanzaba, se daba cuenta de los puntos fuertes de su película que había pasado por alto: la actriz principal actuaba como si hubiera nacido para el papel, y aunque su físico no se correspondiera con el ideal de belleza del momento, era innegable que su interpretación era más que convincente. El chico, por su parte, lograba transmitir como poca gente había visto en su carrera. Puede que en la calle no tuviera mucha presencia, pero en las escenas en las que la acción giraba en torno a su personaje, el joven se comía la pantalla.
Ver las localizaciones donde había crecido usadas como telón de fondo en su proyecto le transmitió una nostalgia que hacía mucho no sentía. Casi podía imaginar a una versión más joven de sí mismo siendo parte de la película.
El no depender de otra persona para crear la trama, ni forzarse a imaginar escenas que la gente catalogara como memorables, le permitió centrarse más en las emociones que tenía guardadas dentro de sí. El resultado fue una historia de corte mucho más personal, gracias a la que pudo expresar más que nunca antes, y de paso conocerse un poco mejor.
Cuando acabó la proyección, no se oyó el aplauso de las miles de manos que imaginaba cuando empezó el rodaje. Lo que sí recibió fue la ovación de todos sus seres queridos, y allí, en una modesta sala de cine que apenas proyectaba 20 películas distintas al año, se dio cuenta de que había hecho la mejor película de su vida. Lo demás no importaba.
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