Un viejo vagabundo llevaba mucho tiempo viajando por el país. Con él, venía un perro que él había encontrado hacía mucho tiempo. El perro seguía al viejo como si fuera su propia sombrilla.
Un día, el viejo se detuvo en un pueblo pequeño. Como era de esperar, la gente del pueblo se mostró desconfiada hacia el viejo y su perro. Nadie quería acercarse a ellos, y mucho menos ayudarles.
Pero, de repente, un niño se acercó al viejo y su perro. Miró al perro y le preguntó: «¿Cómo te llamas?». El viejo sonrió y le dijo al niño: «Su nombre es Esperanza».
El niño sonrió a su vez y le dijo al viejo: «Entonces, ¿tienes un mensaje para mí?». El viejo asintió y le dijo al niño: «Sí. El mensaje es que siempre hay esperanza, incluso cuando todo parece perdido».
El niño asintió con la cabeza, entendiendo el mensaje. Desde entonces, el viejo y su perro viajaron por todo el país, llevando su mensaje de amor y esperanza
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