Si el cielo se torna en la hora del arrebol de color morado, rojo y naranja, ¿por qué la lluvia no puede ser de este color? Amaría bailar bajo la lluvia morada, entrar en ese espectro de contrastes y encontrarme en sus brazos. Escribir acerca de ese infinito amor que perdura en la roca en la que nos sentamos, en la ventisca que se llevó parte de su olor y del clima árido, que me recuerda a su falta de delicadeza.
Amaría caminar bajo la lluvia naranja, tomando la mano de un fantasma. Proclamar al desierto su clara falta de amor y como el naranja y el hielo me recuerdan tanto a ella.
Me pararía bajo la lluvia roja, sintiendo como la gotas caen y van mojando mi piel desnuda, mi falta de ropa. Cerraría mis ojos y solo imaginaría. Una gota, otra gota. Rojo. ¡Sangre!
Abro mis ojos, estoy envuelta en sabanas y cobijas alborotadas. Un sueño. Está lloviendo.
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