KINGO, el último rey del mundo (cuento completo)

KINGO, el último rey del mundo (cuento completo)

Sulvedú

24/02/2023

A toda nación, persona o idea

que intente despojarnos

del derecho a la gloria,

su destino será su destrucción

bajo el peso de nuestra fuerza

y el fuego de nuestro espíritu.

Aunque hubiera nacido en un planeta donde la vida se redujera a especies microscópicas, lo más probable es que tendría, codificado en sus genes primitivos, el mismo deseo: el de ser REY.

Desde temprana edad su vocación de mandamás se evidenció muy persuasivamente. Sus juegos predilectos consistían en una serie de misiones en las que él ordenaba y otorgaba funciones a cada miembro (familiares y amigos), siendo el ganador el que mostrara mayor conformidad a sus designios.

Si un psiquiatra hubiera estudiado su conducta, su diagnóstico, resumido en una frase, sería: personalidad de mago, inteligencia y motivaciones afín a líderes políticos. La gran afición del joven D. Kingo era la lectura de libros biográficos de los grandes reyes y emperadores de la Historia, añorando ver allí su imagen algún día.

Su padre, un abogado respetable, le inculcó una ética intachable como también su anhelo más grande: llevar los galardones militares. El señor M. Kingo había soñado vestir el uniforme militar y servir hasta el último aliento a su patria. Ahora cumpliría este sueño en su hijo.

Kingo ingresó a la Escuela Autóctona Militar, reservada a los hijos de los coroneles y generales. Dentro de esta institución se ejercía una doctrina sumamente rigurosa para los jóvenes que posteriormente asumirían la cabeza de la gloriosa armada del P…. Allí descubrió lo que sería la pasión de su vida: ser el mejor. El mejor amigo, el mejor alumno, el mejor hijo, el mejor conquistador de mujeres, el mejor en su trabajo, el mejor en la cabeza de los demás, el mejor en su propia conciencia.

Los años transcurrieron.

Por las mañanas, después de disfrutar de sueños bélicos, y poco antes de abrir completamente los ojos, el cadete menor D. Kingo, con las sirenas todavía alborotando los corazones y sábanas a su alrededor, podía escuchar una voz lejana y retumbante cerca de su oído, la cual sería capaz de asustar al más valiente de los cadetes, pero no a él. Se extasiaba al escuchar las trompetas y los cantos como una ópera que elevaba su espíritu hacia la grandeza…

Ningún esfuerzo era motivo de queja o tan siquiera de una apelación mental por parte del cadete mayor D. Kingo. Sus notas eran envidiables, su temperamento audaz y comprometido, y su genio se manifestaba en sus dotes de oratoria y planificación militar. Sus profesores y compañeros lo catapultaban con halagos y condecoraciones. Todo esto sirvió para moldear a la joven promesa de la nación…

El capitán D. Kingo se graduó con las más altas notas vistas en la academia. Se hizo de amistades políticas y sociales, todas muy reconocidas en su ámbito y muy predispuestas. Su carisma y encanto eran mencionados en todas las reuniones a las que asistía…

Terminada su carrera, el mundo recibió, sin estar preparado, a la mente más brillante en poder de persuasión, un conocedor de casi todas las ciencias, de modales exquisitos y de una personalidad conquistadora.

Su futuro debía ser fascinante…

II.

Su primera gran prueba fue afrontar la guerra contra el narcotráfico y el terrorismo, una guerra civil propiciada por insurrectos en la región selvática del territorio nacional. Con una guarnición de dos mil quinientos hombres y una artillería moderna, combatió utilizando equipos de espionaje y operativos de despliegue y evacuación civil, que dejaron un saldo de doscientos cincuenta muertos por parte de las Fuerzas Armadas y la aniquilación total de la armada rebelde (diez mil hombres) y la rendición incondicional de los jefes de guerrilla. Esto fue considerado un hito en la historia de la institución y del país. Al cumplir los veintiocho años fue nombrado General de División, con lo cual había alcanzado a su máximo ídolo: El Corso.

En sus subalternos inspiraba una admiración desbordante y una sumisión religiosa, por ello, sus decisiones eran asumidas como dogmas castrenses. El general Kingo contaba con la simpatía y respaldo de los generales más longevos, sobre todo por parte del comandante de infantería Robinson, el cual se convirtió en su suegro cuando contrajo matrimonio con la hermosa Larreine, su novia desde siempre.

El general Kingo se exigía lo que otros en su posición no. Cumplía fervorosamente sus labores con una eficiencia incuestionable. Inventaba estrategias y operaciones militares que garantizaban la victoria. Al mando de ejércitos y armadas protagonizó batallas arduas y desventajosas en programas de simulación virtual, pero el general encontraba el modo de destruir al enemigo, aunque solo quedase un hombre para izar la bandera nacional. Reflexionaba sobre una dialéctica nueva: la superación del enigma de la vida por el ensayo de la muerte. Elaboraba ataques por cielo, mar y tierra de una forma impecable e implacable.

Conocía el poder que ostentaba. Sentía que su control sobre los demás era como una blanda almohada sobre sus rostros. Si se enlistara las influencias y amistades del general Kingo en su país y en todo el continente, su título extraoficial sería: Líder de los Ejércitos Amerindios.

Por sus repetidos viajes a Europa entabló amistades con líderes políticos gracias a su actitud a favor de las políticas imperialistas como solución de las guerras internas en los países subdesarrollados. Por ello fue nombrado embajador en la India cuando Jamy, su hija, cumplió un año. Dos años después se instalaría en Moscú, donde desempeñaría el mismo cargo por un año más.

También realizó constantes viajes a la zona de la Asia oriental. Contaba con amistades políticas y militares en China, Vietnam y Filipinas. Su formalidad y educación lo capacitaron para convivir y asimilar las costumbres de cada región en la que habitaba. Sustentó su tesis sobre una idea de integración global. Recibió condecoraciones, medallas de honor y promesas de alianzas que más tarde servirían a sus propósitos.

Después de cinco años de continuos compromisos y exposición pública, retornó a su país en busca de reposo espiritual. Aunque presentía que esta inactividad era solo el preámbulo de una erupción, la cual provocaría que todas sus fantasías serían vertidas en la realidad.

III.

Kingo era el sueño cumplido. Poseía el cargo y prestigio militar, considerando su edad, jamás registrado en la historia de la institución. Compartía la alcoba con la esposa más bella y comprensiva. Y cada noche iba a darle un beso a su cándida Jamy, llenándolo de una paz incomparable. En esos momentos creyó haber superado todos los pesares, incluso el de la muerte de sus padres dos años antes. La dicha lo envolvía de una forma tal que hacía minimizar los recuerdos del pasado: los profesores aduladores, los amigos orgullosos de pertenecer a su vida y las tantas mujeres que tuvo y que aún se le insinuaban, aunque ninguna podía rozar tan siquiera los tobillos de Larreine, su gran amor.

Kingo tenía treinta y tres años; habían transcurrido cinco años de su matrimonio, su hija Jamy contaba con un año menos. Sus días trascurrían en un sosiego y complacencia envidiable. Gran parte de ello se sostenía en Jamy: solo ella podía intercambiar los pensamientos destructivos e ideas condenables que lo habían mortificado en sus rabietas de niño, sus desilusiones de joven y profundos dilemas de adulto, en risas y juegos propios de un mundo feliz.

Aprovechaba sus momentos de ocio en lecturas sobre la Historia de los cinco continentes y las obras clásicas de cada país. Lo que pocos sabían era de la actividad que realizaba, y que a criterio suyo pertenecía a esos hábitos lúdicos e incongruente que todo gran hombre posee, por ende, nadie tenía que conocerlo: escribir cuentos. Desde sus primeros años en la secundaria tenía la costumbre de llevar un cuaderno donde relataba hechos fantásticos, aquello le causaba una satisfacción muy parecida a los logros que conseguía en las pruebas de deporte y conocimiento. A veces creía que era más placentero imaginar mundos antes que conquistarlos. Todo esto quedo olvidado cuando tuvo que entregarse plenamente a la vida militar. En este último año empezó a escribir para una sola persona. La dicha paternal que sentía cuando en el rostro de su princesa se delineaba una sonrisa por los finales felices o la madurez con que se preparaba para los desenlaces trágicos, provocó que su vocación de narrador surgiera nuevamente. Cada día inventaba una parte de la historia y se la narraba. Así en una semana tenía el cuento completo.

IV.

Al terminar de pedir su deseo y soplar la última vela de la apetecible torta, Jamy fue directo a abrazar a sus padres, y ellos la felicitaron por enésima vez ese día. La lista completa de las amistades de la familia fue invitada al festejo, aconteciendo en el umbral de la puerta una procesión de políticos, militares, artistas y empresarios compartiendo risas y labios manchados de chantillí. Concluida la fiesta, los elogios, después de la cumpleañera, estuvieron dirigidos a Larriene, la anfitriona de vestido glamoroso.

Cuando el reloj marcó las diez, Jamy llevaba puesta su pijama, estaba tendida y cubierta por sábanas rosadas. Kingo se dirigió a darle el beso de buenas noches y Jamy le pidió que le narrara un cuento. Había pasado muchas noches del último relato. La petición lo sorprendió. No había preparado nada en esta ocasión, por lo que se entregó a su pura imaginación y a la voz de su conciencia.

De forma natural, su mente empezó a hilar una historia llena de anhelos, nostalgias y emociones intensas. Jamy se mostró atenta a cada palabra que articulaba el narrador. Kingo comenzó así: Existió un hombre diferente a los demás. Uno que no deseaba fortuna ni cosas valiosas, pero poseía un sueño incomparable, un hambre y sed que ninguna cosa llenaba. Él no era presidente de una gran nación, ni gobernador de una isla rica y enorme, ni capitán de una flota invencible, solo un simple aficionado a los campos de batalla, los grandes reyes y los ideales imposibles. Sin embargo, nunca creyó que esto fuera un obstáculo invencible. Él nunca se conformaría con la alcaldía de su ciudad, ni tampoco con la presidencia de su nación, su osadía, o sueño de niño, iba más allá de los límites conocidos, su objetivo era el de convertirse en el soberano absoluto de un planeta llamado La Tierra…

IV.

Larreine se dirigió a la habitación de Jamy para despertarla: pronto llegaría el autobús. Al entrar al cuarto quedo paralizada frente a una escena impactante: Jamy y su padre se hallaban más despiertos que el día anterior. Al acercarse, los dos rostros embelesados recobraron la lucidez. Jamy mostraba unos ojos saltones, que reflejaban una vivacidad desbordante. La esposa preguntó la causa del desvelo. La pequeña evadió la falta con la misma astucia con la que lo hizo su padre. Yo he venido a despertarla antes que tú, dijo Kingo. Papi te ha ganado, mami. Los dos guiñaron el ojo, cómplices.

El claxon del autobús sonó. Larreine desprendió algunos cabellos del uniforme de su hija. Jamy, antes de abordar el autobús de la escuela. se despidió de su mamá con un beso y una sonrisa, y de su papá de la misma forma, solo que a él le susurró una confidencia. Los dos la vieron partir trotando y alegre. Larraine quedo intrigada por las palabras de Jamy a su padre. Utilizando sus dotes histriónicas (había estudiado para ser actriz de teatro) intentó conseguir la confesión de su esposo, un esposo que mantenía una postura meditabunda. Pasado los minutos, aquella concentración se transformó en una indiferencia inalterable. No tuvo más remedio que resignarse.

Esa mañana el cielo estaba despejado de nubes y con un sol radiante. Las palabras referidas por Jamy suscitaron una profunda reflexión en la cabeza de Kingo. Después de escudriñar en su memoria y erguir toda clase de recuerdos, pudo formar una especie de película hecha de fragmentos de su vida en la que aparecía como un personaje secundario, realizando acciones y comentarios tontos que lo hicieron sentirse avergonzado. Pasó la noche en vela, preguntándose una y otra vez si había caído en una mediocridad sin retorno.

Amaneció nuevamente, y el sol que el día anterior fue radiante ahora sofocaba hasta la irritación. En la mente del general Kingo retumbaba la frase dicha por su hija: “No solo en los cuentos se hallan seres invencibles”. Aquellas palabras cambiaron su rumbo y el rumbo previsto de todos, por uno de incertidumbres y luchas que el mismo se encargaría de liderar.

V.

La mañana del primer sábado de marzo el general Kingo llegó muy temprano al cuartel, se confinó todo el día en su oficina y prohibió toda interrupción. Durante ese mes realizó viajes a diferentes países de América, Europa y Asia, pactando reuniones de índole confidencial con altas personalidades políticas y militares. Las alianzas, fechas, operaciones, nombres claves respecto a sus planes fueron anotados en una agenda que guardaba con recelo.

Desde su estadía en Europa el general Kingo había desarrollado sus propuestas intelectuales. Estas presentaban a un visionario, una mente capaz de concebir ideas sobre el futuro del mundo. En síntesis, su pensamiento era una interpretación filosófica con fundamentos materialistas y pragmáticos, expuestos como un modelo aplicativo que denominó: “Misión de Integración Social”. Ilustradas en la autoría de muchos libros y artículos sobre pedagogía, historia y política, aplaudidos por los lectores especializados. Sus tesis predilectas se relacionaban con el hombre y su función en la sociedad actual, una educación enfocada en las necesidades de la población y el fin de la desigualdad heredada, la síntesis de una nueva cultura universal dentro de los países subdesarrollados debajo de la línea ecuatorial. Ideales polémicos con argumentos polémicos. Como esta cita transcrita del primer capítulo de su ensayo “DÍAS Y RENOVACIÓN”:

“El día en que el hombre ciego y mísero contemple una puesta del sol guiado por una mano firme y un llanto redentor; el día en que el paralítico pueda correr y sentir la suavidad de la arena por el solo derecho de andar en el mundo que lo concibió; el día en que el hambriento quede zaceado por una voluntad más grande que el egoísmo, y el sediento de justicia reciba el veredicto terrenal. Misericordia, amor y desprendimiento del que más posee hacía el que más aclama no se hallan en un libro, ni en una asamblea ni en una oración. Nuestro deber es crear una cultura triunfante sobre la actual, un sistema nuevo ético y legal, triunfante sobre lo indiferente e individualista. La base de ello: las convicciones morales compatibles a las leyes surgidas por la unión de la razón y la fuerza”.

El general Kingo estaba preparado para decisiones trascendentales y campañas incansables. Era consciente del impacto de sus propuestas en el resto del mundo. Aunque por el momento solo su patria le resultaba prioritario.

El gran número de sus seguidores por las redes sociales aumentaban por millones, convirtiéndolo en un fenómeno de masas sin rostro, pero con una voz que compartía su poder hipnotizador al del flautista de Hamelin. Muchos debatían y pregonaban el ideal común, la necesidad de un nuevo orden y líder, y los métodos para lograrlo, no tan pacíficos ni abstractos como sus fundamentos. Muchos de sus partidarios provenían de grupos extremistas. «Comunismo, socialismo o capitalismo, intentos de sistematizar el todo despreciando la esencia del hombre. El hombre que es hombre cuando más lo sabe, cuando más lo demuestra y cuando más cambia«. Este tipo de discursos pronunciado en diferentes plataformas virtuales tenían como objetivo la liberación mental.

Al terminar de desvanecerse la luna y siendo exactamente 28 de julio del año 20.., el general Kingo no conservaba ninguna duda de lo que iba a acontecer por su causa. Estuvo toda la noche anterior pensando si existía una solución que frenara la serie de sucesos futuros, pero la respuesta siempre fue la misma: ¡Sin retroceso! El punto de luz que veía como un faro, acompañado de una sensación de vértigo, era el presagio de su primera victoria.

Antes de partir le dio un beso a su esposa, quizá para desterrar los sentimientos de aflicción, y otro a su hija, que recostada parecía un ángel soñador. Estaba listo para dirigir, luchar y vencer.

Los civiles advirtieron la presencia de los militares en una densa y gris niebla de amanecer, lo cual contribuyó a la nula resistencia: pensaron que eran soldados de ultratumba. El golpe de estado fue rápido y certero. Se desmanteló la casa del poder y se puso como nuevo jefe de gobierno al general D. Kingo. Los medios de comunicación fueron plenamente controlados y facilitados a la población, claro está, con un discurso complaciente al golpe y a su representante. Las primeras opiniones de los especialistas internacionales daban un panorama incierto en las relaciones del P… con América Latina y el resto del mundo.

El primer paso se había dado. Lo que seguía del plan consistía en un repliegue estratégico de más de tres millones de soldados hacia las fronteras. La operación “Reivindicación Nacional” estaba en una marcha segura e irrefrenable. Los ataques fueron sorpresivos y enérgicos, con un armamento de guerra sofisticado y contundente. Las consecuencias: la gran derrota naval y terrestre del enemigo en el sur a causa de una estrepitosa retirada que dictaminó su aniquilación total; la fulminante victoria de las tropas en el norte, anexando puertos y bases fundamentales para las siguientes operaciones.

Estas conquistas bélicas provocaron conmoción en gran parte del mundo. Los seguidores del general Kingo, compuesto por una generación politizada y deambulante, invocaron las luchas por la reivindicación del hombre y su destino final.

El tiempo pasó. El dominio de América Latina se hallaba en proceso. La intervención de la ONU era inminente. Norteamérica y Europa reunieron un ejército imposible contra las fuerzas expansionistas. Sin embargo, la convocatoria del general Kingo a los países debajo de la línea ecuatorial, los países del sur, el mundo explotado, hizo que las naciones de África y Asia respondieran a la cruzada de paz mundial propuesta por noroccidente con golpes de estado y la la lucha contra el egoísmo y la corrupción de sus propios mandatarios aliados con dichas potencias. Inesperadamente, organizaron guerrillas y hasta ejércitos enteros a favor de la reivindicación prometida. Africanos, sumidos en la hambruna de siempre y olvidados conscientemente, estallaron de rabia esperanzadora por una existencia más justa, más humana. Anexaron a sus países voluntariamente a la patria “Libertad”, nombre de la nueva nación universal propuesta por el General, y reunieron a sus hombres para vestir el uniforme “REIVI” (Reivindicación Internacional por la Voluntad Integradora), nombre del nuevo ejército libertador.

La Iglesia condenó los actos del general Kingo, y lo excomulgó. Sus críticas por las enormes riquezas del Vaticano frente a los millones de desposeídos habían provocado esta enemistad antes de la primera bala. Él leía, objetivo y condescendiente, cualquier noticia que enjuiciara o alabara su persona y sus acciones. Los titulares de las revistas, voceros de diferentes idiomas y los presentadores de noticieros más afamados daban por comenzada la Tercera Guerra Mundial. “El Hitler del siglo XXI”, decían muchos. “El Salvador” apuntaban otros. “Nacido para cambiar el mundo”, en este encabezado todos estuvieron de acuerdo. Los centros de comunicación de los países conquistados emitían las respuestas irónicas del General a sus detractores: Cada año en cientos de revistas figuran los diez hombres más adinerados de la tierra; y yo digo, porque no han de colocar en las mismas portadas los rostros de los diez hombres más miserables. Las diez mayores injusticias y atropellos contra los que no hay oportunidad de apelación. Porque fijar la mirada hacia el rosedal más espléndido y no salvar las flores que se marchitan día a día; como si fuera posible impedir que la tierra gire y que el sol llegue a otras partes; olvidar que todo hombre puede salvarse con la luz del amor fraternal.

Los enfrentamientos revelaron armamentos bacteriológicos, víricos y astronómicos por parte de ambos lados. Armas destructivas: azotes de Dios.

Las tropas que antes habían sido enemigas del General, una vez adiestradas y equipadas, eran las que ahora izaban su bandera en territorios hostiles. El ejército Reivi alcanzaba las decenas de millones. A pesar del dominio militar en cada país ocupado, el gran orador persuadía a los sectores desmerecidos para unírseles en la libertad del mundo y la igualdad del bienestar.

Pasado seis meses de empezada la guerra, el campo de batalla se extendió al lado norte de Canadá, y conquistado México, a 10 Km de la frontera estadounidense. Los conflictos internos surgieron en los países de la Europa noroccidental, debilitando sus estructuras sociales y políticas; además, los grupos subversivos aprovecharon la inseguridad para desatar la paranoia colectiva con sus ataques nocturnos. En Asia oriental (Vietnam, Tailandia, Filipinas) los grupos empobrecidos y en contra de los gobiernos de turno se organizaron a favor de las ideas del general Kingo, ya idolatrado por sus lemas propagandistas: “La moral del estado es el alma compartida por cada uno de sus miembros”. En cambio, los ricos de oriente (Japón y Corea del Sur) veían como una amenaza los ideales de este charlatán fabulista, calificativo dado para desmerecerlo; no obstante, aquella élite contaba con cifras opuestas a sus propósitos: el 80% de su población se hallaba disconforme por el sentido de su vida, sus ideales egoístas y su carencia de una moral trascendente.

Su retrato pintado de medio cuerpo, con un chaleco pardo de grandes botones, con la palma a la altura del corazón, y la otra mano con el pulgar en la frente y los dedos pegados y erguidos al sol, daba la impresión de dos aves en vuelo: el saludo fraternal instaurado. Su bandera: un ave blanca en vuelo, plegadas y juntas sus alas, con la cabeza inclinada hacia arriba, en un fondo escarlata.

Tras la ofensiva durísima de EE.UU y sus aliados noroccidentales, aunque nunca se vieron superiores, se detonaron dos bombas atómicas, una en Sudáfrica (aliado del General) y otra en El Salvador, tres bombas de hidrógenos (en el sur y centro de Asia), miles de misiles balísticos, decenas de misiles intercontinentales e incontables balas. El ejército Reivi se había provisto de la más alta tecnología creada por las mentes científicas que compartían sus objetivos o eran persuadidos de distintos modos para trabajar con ellos. Por consiguiente, su equipamiento bélico y ofensiva militar eran los más eficaces del mundo (muchas clases de armas y bombas, tácticas y operaciones militares que provocaban el terror del enemigo).

La alianza con Cuba, Rusia, Indonesia, países de Asia central: Siria, Nepal, Irak, Irán, Afganistán, Palestina y Siria. Europa: Alemania, Turquía, Italia, Grecia y algunos países de Europa Oriental como Croacia, Rumania, Hungría y Ucrania. África: Nigeria, Zambia, Congo, Kosovo e Etiopia, le dieron un abastecimiento incalculable de materias primas y fuerzas humanas. Por el momento la única ofensiva considerable y auténtica la daba una Norteamérica aislada y agotada.

El 2 de setiembre, un año después de iniciada la guerra, se daba inicio a la operación más ambiciosa jamás vista: “Campo de Oro y Sal”, que tenía la misión de invadir toda Europa de modo total y sostenible. La ocupación de la península Ibérica dejó paralizados a las potencias europeas que no se imaginaban un ataque tan rápido y letal. Bastó tres días para que Madrid sucumbiera tras una resistencia heroica; mientras las filas del ejército Reivi se concentraban en la frontera con Francia.

Hay un dicho que dice: “En los momentos más críticos la suerte del genio lo salva de su catástrofe”. El ejército de las potencias se unificó formando un bloque aparentemente invencible. Lograron victorias de restablecimientos y saquearon las naciones aliadas del General. La Europa del norte se encerraba en un fortín impenetrable, y con la amenaza de la autodestrucción antes que su capitulación. Fue en ese escenario en que los seguidores del General abarrotaron calles, provincias y ciudades, desatando decenas de guerras civiles, cruentas y despiadadas. En verdad la población migrante y los europeos descendientes de estos, antes oprimidos y vejados, se encontraban encandilados por las promesas de un futuro de verdadera igualdad y tolerancia. Los disturbios más trágicos los ocasionaron los clanes extremistas y los grupos anarquistas. La barbarie prerrománica había retornado al continente.

Con el ejército de los países ricos acorralados por sus propios compatriotas, la lucha se emparejó e incluso fue más ventajosa para el general Kingo, que avanzaba sin amilanarse ante nada. El dominio de Europa nórdica se dio mediante la invasión de Noruega y Suecia. Estonia, Lituania, Letonia se convirtieron en satélites con la ayuda del ejército ruso. Paris, con un ejército pedante sin estrategia precisa y ninguna voz dirigente, era la provincia número 157 del país Libertad. Las potencias no sabían a qué atenerse: perder la guerra o autoaniquilarse. La mano aún se resistía a presionar el botón de END.

Un mes más tarde toda Europa se hallaba consumida y desolada. Tomada Polonia, Holanda, Austria, Suiza, Bélgica, y demás territorios que ofrecieron una resistencia férrea esperando un milagro irrealizable.

Otro golpe increíble fue la toma de la India con solo una cuarta parte de las fuerzas orientales del ejército Reivi. Las mentes y los brazos no ofrecían resistencia. Millones escuchaban los discursos del General y un fervor acallaba el dolor por las bajas y empujaba a la adhesión. El general Kingo ofrecía un mundo sin fronteras, sin banderas, la última de las guerras. “Adonde llegas perteneces, adonde enrumbas es tu destino y a quienes amas es el pueblo por quien debes luchar”. Discurso en Nueva Delhi.

China, con una rebelión multitudinaria, no pudo más que rendirse. El millar de millón celebró. Japón, aislado y con un ejército sacrificado al extremo, propuso un encuentro en Tokio entre el general Kingo y el emperador, en donde se acordó la conservación del honor y soberanía del territorio (pero ahora como provincia), reformas, pacificación y la abdicación de todo Oriente.

El Medio Oriente rompió su compromiso con el ejército de noroccidente. Su integración a la nueva nación Libertad sin guerra se produjo por el compromiso y respeto a su profunda religiosidad, evitando al general Kingo un desgaste de fuerzas humanas y recursos naturales para las contiendas futuras.

Estados Unidos lograba victorias inútiles en Centroamérica y el Caribe, ya que el dominio no solo recaía en lo militar sino en lo ideológico: la semilla de la subversión había sido sembrada en un plan político-educativo desde ocupado el territorio, y ahora el repudio a todo el régimen anterior se erguía como troncos inquebrantables. Europa se desangraba, y el ejército Reivi sin luchar, vencía. Con Europa, Asía, África y una vasta extensión de América bajo su dominio, el general se precipitó en anexar las dos islas más grandes: Dinamarca y Australia. Los dos presentaron defensas audaces y valientes guiadas por las promesas de los norteamericanos, que aseguraban una victoria que ni ellos mismos creían. Dos meses resistieron antes de que se izara en aquellos territorios la bandera Libertad.

Dos años más de incontables enfrentamientos habían transcurrido. A Rusia se le fue encomendado el control de toda la Europa caída, el adiestramiento de los hombres con el nuevo pensamiento comunitario y el quiebre de los brazos reaccionarios. Cinco millones de soldados ocuparon la isla inviolable de Inglaterra tras una heroica defensa, con ella cayó la Britania entera (Irlanda, Escocia y Gales) y toda esperanza europea de victoria.

VI.

ENCUENTRO EN EL KREMLIN

Habían pasado cinco años desde que Kingo no compartía con su familia. Jamy ya había cumplido diez años. Se acordó que el encuentro se llevaría a cabo en Moscú con las más altas medidas de seguridad. Larreine solo sabía de su esposo por los medios que Kingo reservó con extrema precaución por el espionaje norteamericano.

Al ver sus adormecidos e impenetrables ojos, Larreine no pudo reconocer a su fiel y bien amado marido, por un instante, ni siquiera le pareció la mirada de un hombre. Los guardianes que custodiaban a ambos salieron del gran salón, y ellos al fin estuvieron solos. Los reproches acontecieron de inmediato.

-Por qué? ¿Por qué todo esto? -dijo Larreine con gesto afligido.

-La pregunta no es por qué sino por quien.¾se precipitó a responder enérgico Kingo- Jamy, tú y los siete mil millones de hombres…-hizo una pausa para apreciar el rostro consternado, pero aún bello de su mujer- …por los muertos en vida que se resisten a cerrar los ojos y los vivos que arrojan su corazón al suelo.

Y acaso crees que eso justifica las muertes, los sufrimientos y las lágrimas de todas esas personas -dijo Larreine cubriendo los oídos de Jamy.

-El sacrificio es la virtud de la vida. Ofrecer la vida por la salvación del mundo perdido tendrá sus mártires inolvidables -dijo Kingo con una voz solemne e inclinando el mentón.

-Acaso nunca va a terminar esto…

-El día en que cada persona vea al mundo no como un suelo a desgastar y a su hermano como una moneda de cambio. Además, debo ser proclamado rey.

– ¿Rey de qué? -preguntó su esposa.

-Rey del mundo.

-Primero debe haber un mundo, y creo que antes de ser proclamado rey ya nada quedará de tu reino.

Kingo calló. Vio el rostro de su hija y le embargó una debilidad que nunca había sentido. Irónicamente, ella había sido la persona que lo despertó de su letargo. Larriene fue retirada a otra estancia.

Padre e hija se reencontraron. Conversaron al igual que dos adultos charlan de problemas cotidianos. El rostro serio en Jamy aún permitían distinguir su inocencia: se turbaba frente al ser que más conocía en el mundo. Durante estos años escuchó las noticias sobre su padre, y el gran miedo de todos por los constantes ataques entre los países que alguna vez fueron hermanos. Las cosas funestas que hablaban sobre él no desfiguraron su imagen cariñosa. Solo ella podía observar, tras la frialdad de las apariencias, al hombre que no sería capaz de matar al herido, despojar al hambriento, del que solo el honor y la dignidad se hallaban encima.

Jamy compuso una canción que cantaba en las noches de soledad y nostalgia. La melodía era reconfortante y la letra era así.

En la noche de la luna estrellada/ en los cielos sin nubes ni alas/ sueña / sueña en el retorno del alba.

Piensa en el infinito/ piensa en la estrella que aguarda

Ella iluminara todo/ iluminara el camino/ pero es a ti a quien ama.

¿A dónde van las lágrimas, los suspiros y los versos?

Tal vez se pierden en el aire de los cerezos

Quizá avivan corazones yermos

Cuando el alma llora/ ¡SONRÍE!/ y nos uniremos.

Al concluir el último tarareo de la canción, Kingo estrujó el rostro de Jamy contra su pecho y dejó caer de su mejilla una lágrima tibia y penitente. Jamy consoló al hombre que había doblegado a los mayores ejércitos, demostrado su temple y valentía en los momentos más críticos y poseedor de un orgullo tan grande como el poder que representaba, con gran asombro y compasión. Viéndolo en su estado frágil e innatural, brotó de ella una interrogante:

-¿Cómo es posible que llores si el mundo entero repite que tu corazón es igual a una roca?

Kingo apretó su mano con ternura.

-Mi corazón aún no es de roca y tampoco es insensible. El día de mi proclamación como rey se habrá terminado de endurecer e insensibilizar, pero aún puedo amarte hoy -sentenció.

Con aquellas palabras concluyó el encuentro.

VII.

El general Kingo retomó el mando, asumiendo la avanzada de las acciones y verificó, con sus ministros más confiables, las últimas novedades en torno a la guerra. Tras la caída de Japón, India y China, su control e influencia en oriente eran plenos. La liga árabe era de su propiedad. La América Latina soberana y el África alimentada por vez primera en sus historias, le componían odas e himnos a su genio. Oceanía, siendo un archipiélago, fue conquistada isla por isla mediante la razón (alianzas) o el mazo (catástrofes militares).

Sin embargo, por influencia del nacionalismo, en los estados de Europa resurgieron los opositores, formándose una red conspiradora: incendiaban centros estratégicos del ejército Reivi, detenían la producción (huelgas y desobediencia civil) y asaltaban los cuarteles apoderándose de considerable armamento militar. Otra cuestión, preocupantemente apocalíptica, era la amenaza estadounidense por destruir todo rastro de vida ante la posibilidad de su derrota. Frente a esta crisis el General propuso una tregua.

Aprovechó los tiempos de paz para conciliar una entrevista con el Papa en el mismo Vaticano, intentando así incorporar el catolicismo y sus devotos para su doctrina política. Era la única vez que se anunciaba el paradero específico del General, por consiguiente, Roma entera fue fortificada con antimisiles. El diálogo entre los soberanos, uno espiritual y otro terrenal, se prolongó en un día y una noche. A la mañana del día siguiente salieron ambos vestidos de blanco por el balcón. Los que habían rezado días previos por el milagro del fin de la guerra, se unieron en una exhalación de millones de almas somnolientas por la vigilia angustiosa. El Sumo Pontífice entregó la cruz a las manos firmes de general Kingo y, con la poca saliva que le bañaba los labios, besó su frente en un gesto de resignación. Con el apoyo de la iglesia católica, protestante, islámica, hinduista y budista, su imagen de Mesías se llenó de versículos, revelaciones, manuscritos y visiones que ratificaban su misión divina.

El programa secreto, de esos secretos que todos conocen, de contraataque se ejecutó; y con el bombardeo masivo a los centros estratégicos de la nación Libertad, terminó la tregua. Se liberaron algunos países europeos momentáneamente y casi la totalidad de Centro América, México y Canadá: la ofensiva norteamericana al fin daba sus frutos.

Los espías, en su mayoría estadounidenses e ingleses, operaban en las principales capitales de los países ricos. Ellos tenían el objetivo de infiltrarse en las líneas del ejército Reivi, robar la información y trazar en base a ellos un programa de ofensiva final.

Mientras todo ello ocurría, las contiendas también se habían trasladado al espacio. Los satélites que no se distinguían por el símbolo de “L” roja eran detectados y destruidos en su mayoría por las naves espaciales del ejército Reivi, y algunos restaurados servían de contraespionaje.

Los estadounidenses bombardeaban países del tercer mundo acusándolos de cooperar con el General. Ante esto, la liga de los países árabes respondió con una amenaza tan inconcebible como utilizar armamento nuclear capaz de pulverizar New York en un parpadeo.

La ocupación por segunda vez de México produjo uno de los capítulos más dramáticos y lamentables de la guerra. La defensa estuvo integrada por los tres países de Norteamérica. Pero la ofensiva del General hizo estallar cuatro bombas atómicas provocando la desolación total: mortandad de la mitad de la población y el llano omnipresente. Tras la caída de México y con el ejército del general Kingo en la frontera del país de las águilas, las potencias ricas depositaron sus esperanzas en su última ofensiva compuesta por todas las fuerzas restantes. Los espías norteamericanos se encargarían de llevar el aviso del día marcado a las naciones aliadas.

VIII.

Locución de una radio en Berlín:

22 de diciembre, hora prevista, y cada comandante del ejército aliado da por terminada la revisión enésima y detallada del que sería, sino se lograse el triunfo, la última batalla o, por efecto contrario, la primera por la autonomía… El grito ¡libertad!, paradójicamente, da confianza a los soldados ¡Vencer, y no caer! Ese es el grito de millones de gargantas atemorizadas y castigadas: ¡Vencer y no caer!… Esto es inaudito… La contienda rebasa los límites de lo infernalmente extraordinario… Es el fin señores, nada más que eso. Ciudades enteras destruidas hasta sus cimientos. La población europea es un grupo de hombres diezmados por un torrente avasallador. La victoria es del ejército Reivi y del general D. Kingo. Solo, muy solo y herido queda EE.UU y sus caídos.

XI.

La mañana del 1 de enero, el cielo habitual de Washington (azul opaco y cargado de densas nubes) amanecía con algo demás: una nave de dimensiones monumentales sobrevolaba la casa blanca. En cada cielo de los 50 estados flotaba un objeto negro de forma capsular y tan inmenso que ocultaba al sol sin proponérselo. El general Kingo aparecía, por vez primera, en una transmisión global en vivo para anunciar la operación Suyum y la presentación del nuevo ingenio destructor humano: El eclipse. Desintegrador de la materia en cualquier forma, tamaño y estado, y con una onda destructiva de 30 kilómetros de radio por cada lanzamiento. El general Kingo llegaría a Washington sin armas, y lo debían recibir sin resistencia. La nación más poderosa sobre la tierra debía capitular o desintegrarse.

La petición fue simple: rendición incondicional de los Estados Unidos y sus aliados. La capitulación fue aceptada por unanimidad en el parlamento. El presidente George R. firmó la rendición. A las 12 estaba pactada la cobertura mundial en la Casa Blanca. Asistirían autoridades de cada región de la nación Libertad, el ex presidente de la ONU (ministro de paz de la nación), y los generales del ejército Reivi para presenciar la ceremonia oficial en la que el general Kingo se convertiría en soberano del planeta.

La familia real asistiría a la coronación, por ello Larreine y Jamy fueron trasladadas al Capitolio. En el segundo encuentro, Kingo se mostró frío y distante con ambas. No podía demostrar los sentimientos de alegría y cariño de una persona ordinaria, debía considerar el juicio implacable de sus súbditos. Después del reencuentro, el General se marchó sobrecogido por la nueva confidencia que Jamy le había susurrado en el oído.

Con los ojos fijos y el alma flagelada, la restante población se daba tiempo para presenciar, en las diferentes plataformas de comunicación, el evento real precedido por el mandatario norteamericano.

En todo el discurso del presentador, el general Kingo no pudo disimular su distracción; ni siquiera mostró disgusto frente a las críticas sutiles del orador por sus métodos para obtener la victoria. Terminado el preámbulo, una corona de olivos y un cetro con incrustaciones de diamantes, hechos de oro puro, se acercaron al estrado sobre almohadones de terciopelo rojo para materializar el cargo que se iba a otorgar.

Caminó, con las botas firmes en el suelo y con el corazón retumbante; inclinó la cabeza, por primera y única vez, y solo la irguió al sentir el peso soportable de la corona; luego, tomó el cetro y lo enarboló. La infinidad de cámaras inmortalizaron su gloria. Al cumplirse diez segundos de haber sido proclamado rey del mundo, la expresión del monarca se tornó pálida y atemorizada. Un disparo enmudeció la sala y el planeta entero. Todos se miraban sin encontrar al responsable. Una bala en el corazón acabó con el rey muy prematuramente. Algo increíble fue la sonrisa de satisfacción que muchos juraron ver en el rostro del agonizante, aunque más increíble resultó descubrir al autor del magnicidio. Jamy quedó perpleja, y de sus manos cayó el revólver.

X.

Jamy, dieciocho años después.

Han pasado muchos años, y hasta ahora me preguntan por qué acabé con la vida de mi padre. Yo les respondo que solo me cercioré de lo que alguna vez me aseguró. Él afirmó que su corazón terminaría de endurecerse cuando fuera proclamado rey. El arma llegó a mí de su propia mano. La dejó sobre la mesa en donde nos encontrábamos mi madre y yo, tal vez, por comodidad o para demostrar su poder sin la fuerza.

Algunas veces escucho mi voz repitiendo lo último que le dije: “No existe un sueño cumplido sin un corazón que pueda amar”

Hoy entiendo su sonrisa al confirmar que era yo quien le devolvía los sentimientos de perdón y amor. Pensó que alguna vez me sentiría culpable, pero la culpa quedaría aplacada por el agradecimiento de todos los sobrevivientes. A él solo el descanso le aguardaba.

Pasarán los siglos y se seguirá leyendo en su lápida esta frase: “Aquí yace el último rey del mundo”.

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