Aún tengo presente el olor de la sabana 

Toqué el cielo en los paramos 

Sentí parte de nuestro origen en la orilla del mar 

El viento llenaba mi alma en la arena 

Mi aprecio crecía dejando atrás la guerra


Me he aparecido en lugares inhóspitos adaptándome a lo inevitable, mientras pude escabullirme en la maleza de aquellas ideas que no pude contemplar en aquellos años. He naufragado en la distancia que hay entre nuestros ojos, soñando atardeceres compartidos, dejándonos señales en la piel y sellando los labios para luego leernos en braille cuando la oscuridad nos deje sin vista y el gemido se coma la soledad.

Le atribuyo tales cosas al encanto que me rodea, la esperanza de volver a casa luego del armisticio, correr por los campos sin tener miedo a la duda hasta envejecer, ver mi hogar hasta la muerte y sentir el afecto que hará que la vida valga la pena.

Es aquí, en el silencio de la noche cuando más extraño la libertad y el querer estar juntos, la esperanza se hace más presente y su sonrisa lo que más quisiera tener ahora.

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