Amanezco en un ambiente cálido y acogedor.

La suave franela que acaricia mi cuerpo me hace recordar que de nada debo temer…

Me tranquilizo y te veo, aún entregada al sueño.

Antes del primer bostezo,

con pereza, 

intento apartarme de mi estado onírico,

y me regodeo observando tu relajado rostro,

que vive ajeno a mi presencia.

Tus párpados cerrados afianzan mis ganas de seguir mirándote… 

Y sonrío levemente,

como otorgándome una adelantada recompensa,

y me recreo manteniendo mi inapreciable sonrisa clavando mis ojos en cada milímetro de tu cara, 

de tus labios, 

de tu melífera piel… 

El tiempo parece haber estancado su paso, y mi respiración,

que creo tener ausente en ese momento,

no interrumpe un ápice mi cometido,

y oso interrumpir tu sueño imposibilitado ante el deseo de besarte,

que se acrecienta exponencialmente.

Mi osadía te despierta y,

sin pensar,

esbozas la primera sonrisa de la mañana.

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