marchamos de la mano hacia el cadalso.
de nada podemos desdecirnos.
es en un frenesí novelesco que nos movemos,
y así transcurrimos nuestras vidas
tan cansadas de vivirse,
sobre el camino que han trazado nuestros placeres
que han trazado nuestras desgracias.
¿para qué desdecirse
si está todo ya resuelto de esta forma?
el cadalso es nuestra cuna.
busquemos en él abrigo y sosiego,
y que la soga que ampute nuestra voz
nos recoja luego en fiel silencio y nos muestre lo que somos:
cuerpos inertes sin nada más para decir.
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