El mar tiene esa impecable belleza,

de lo que asusta, de lo que mata, de lo que no se puede huir.

Inconmensurables lejanías, con casi todas las aguas,

con todos los espacios lisos, los fragosos,  arriscados;

con todas las oquedades,

todo listo para él.

Si tuviera que escoger,

sería   el mar del invierno,

por sus ráfagas heladas, sin piedad con las cubiertas

y navegarme entre brumas, y acantilados perversos. 

Golpear con mis pies azules,

e ir abriendo las jaulas,

de aquello que rompe y ruge, 

 que   llegue el brutal bramido, a los muros de cemento.

El mar si no tiene olas, que rompan serenas aguas,

que partan rocas enteras, que ahoguen,

que rajen las viejas velas, que siempre ganen…

da  pena.

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