Hay un monstruo en mis entrañas, que me escarba el estómago y desangra mi páncreas hasta abrirse paso entre mis pulmones para alcanzar mi tráquea.
No come nada, pero desgarra y avienta cada pedazo que puede tomar. Me rasca el cráneo, siento cómo se entromete por mi nuca, pero yo no me puedo rascar, no alcanzo.
Una vez en mi cerebro cada lóbulo por el que pasa se estremece y tan astuto como molesto sabe que ha pinchado algo que sí puede comer, no me deja pensar claramente pero ahí está, encontró un recuerdo de mí jugando en el campo con mi familia donde apenas me reconozco, ni siquiera he terminado de mirarlo y entonces lo destroza, lo transforma en pesadillas que no se van a ir; mi recuerdo se desvanece, esta criatura inmunda lo robó y ahora apenas si puedo juntar las migajas.
No avisa cuando viene, pero sé que no se va, el monstruo ve por mis ojos y cuando algo lo anima, como el ver que miro un diente de león brotando en la banqueta, que me ha traído memorias del tan dulce y perdido ayer, me muerde, no me deja salvarlo, lo devora igual que ha hecho antes para después soltarme y sin darme cuenta hacer que empiece a llorar.
Dos noches lleva que ha descubierto que peor que robarme los recuerdos es atormentarme deformando mis sueños. Dos interminables noches en vela de crueles y aterradores pensamientos de los que no puedo deshacerme hasta que llega el amanecer.
¿Qué conseguirá con esto el monstruo? ¿Hasta cuándo saciará su apetito? No lo puedo matar, pues aunque no duerma quedan siempre los pensamientos, las alucinaciones, mis recuerdos, mis emociones.
020223
OPINIONES Y COMENTARIOS