El 18 de noviembre fue el día más extraño de Andrés, pero hubo un momento en concreto
que lo marcaría para siempre. El me mira mientras la luz del atardecer de las 5:45 que entra
por los grandes ventanales le pega en la cara, se ve muy confundido, entonces le digo:
-Ya no puedes seguir así Andrés, acepta que tu contrato terminó hoy, mírese.
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En la mañana del 18 de noviembre Andrés despierta como a las 8 de la mañana, siente una
jaqueca extraordinaria, una sed excesiva, y una sensación de mareo que lo deja bastante
confundido, estos son los claros síntomas de una noche de tragos y excesos. El recuerda
haber salido de su casa en la noche a tomarse un trago, y por alguna extraña razón
recuerda haber hablado con un hombre, pero nada más que eso, su mente estaba en
blanco. Él no tenía la intención de pasarse de tragos, no le gusta perder la memoria, y,
además, tenía que estar en el trabajo a las 7 de la mañana, por lo que le parecía muy
extraño el haberse pasado de tragos cuando él siempre ha sido muy responsable, no puede
dejar de preguntarse que lo habrá llevado a tomar tanto. Entonces piensa:
<>
Andrés entonces decidió dejar de dar vueltas en este asunto, el pensar tanto lo hace
sentirse peor, no le dio importancia al recuerdo del hombre pues pensó que sus sueños se
están mezclando con sus recuerdos. lo único que lo inquieta es el que pasó y el cómo había
regresado a su casa, pero sentía su cerebro hundido, era como una plasta de materia gris
que dejó de funcionar, no era capaz de pensar con profundidad, así que no lo quiso intentar
más.
Se para de su cama y como es habitual en él, va en busca de su gato para acariciarlo y
alimentarlo, así que sale de su cuarto y ve al gato justo enfrente de la entrada de la
habitación, cuando lo ve, el gato se emociona, eso le parece muy agradable, y justo cuando
iba a acariciar al animal, Andrés escucha la puerta del cuarto de su madre, por lo que gira
rápidamente olvidando la presencia de su querida mascota. Ella se ve exhausta, como si
también hubiera salido en la noche, él piensa que ella podría saber cómo llegó él a la casa
Entonces le dice:
• Hola, madre, mmm má, ¿Tú sabes a qué horas llegué anoche? La verdad no me
acuerdo de mucho.
Silencio. Solo hubo un gran silencio y una mirada rápida y triste hacia él como respuesta.
Andrés piensa:
<<Aggg definitivamente si me di garra, mi mamá debe estar muy brava conmigo>>
En ese preciso instante su mamá se fue, sin decir adiós, sin decir ni una sola palabra, solo
cogió su bolso y se fue rápido, Andrés quedó helado, fue ahí que empezó a sentirse mucho
más extraño. ¿Qué cosas tan malas podría haber hecho la noche anterior para que su
madre lo tratara de esa manera? Todo le daba vueltas a Andrés, el desprecio de su madre
lo dejo débil así que decide ducharse y hacerse un buen desayuno para bajar los terribles
efectos del guayabo, y después, salir de la casa, tomar un respiro, tal vez buscar a un amigo
que de pronto haya estado con él anoche, y así, poder solucionar cualquier accidente que
haya ocasionado que su mamá esté tan enojada.
A las 12 y media del mediodía Andrés sale de la casa, toma el camino hacia el muelle (su
lugar favorito en el mundo), y en su recorrido hacia el lugar predilecto pasa al lado de él un
grupo de muchachos que empiezan a hablar muy duro y a actuar muy extraño, Andrés no
puede evitar no querer oír de lo que estos muchachos estaban hablando, entre la agitada
conversación logro oír los siguientes comentarios:
• ¿Y si vamos a ver si es verdad? Dice uno de los muchachos.
• Noooo, eso ya no debe haber rastro de nada. Responde una chica.
• Debe haber personas de la fiscalía o algo, vamos. Dice de nuevo el muchacho. Que
tal todavía haya rastro sangre en las rocas del muelle.
Andrés dejo de escuchar al grupo por un momento, no entendía el contexto de nada, de
hecho ni escuchaba bien, tenía los oídos tapados, con lo poco que escucho de esos
muchachos solo podía inventarse algunos escenarios, de repente piensa:
<<¿Sangre?¿Fiscalía? Será que…>>
Uno de los muchachos dice algo que saca a Andrés de sus pensamientos
• Más bien vamos en la tarde a la iglesia a ver si van a enterrarlo.
<< ¿Enterrarlo?>>. Piensa Andrés: << ¿Entonces alguien murió en el muelle?>>
De repente algo en Andrés despertó, un miedo jamás antes sentido, una angustia que cual
gusano le carcomía las entrañas, Andrés se ve incapaz de matar a una persona, y el no
acordarse de la noche anterior no lo tiene que volver necesariamente culpable o participe
de un asesinato; el solo está pensando de más, pero hay algo en el que simplemente lo
lleva a pensar que esa muerte es culpa de él, nace en él una pulsión que lo llama a ir a ese
entierro, que lo llama a buscar respuestas. De repente vuelve a él el recuerdo del hombre,
<<Tal vez no fue un sueño>> Piensa Andrés.
<< Tal vez si hable con un hombre anoche, tal vez incluso lo mate>>
Andrés no quiere ir a la cárcel, solo quiere saber, más que nunca, qué pasó anoche, y si
llega a ser culpable de ese accidente en el muelle, no lo dudaría dos veces, él escaparía.
Entonces vuelve a su casa, se cambia la ropa, se vuelve a bañar, el guayabo no lo deja en
paz, pero eso no lo detiene, a las 3 y media de la tarde escucha las campanas de la iglesia,
lentas, anunciando una misa, pero no es cualquier misa, esas campanas son las campanas
de un funeral, Andrés sabe que debe ir a ahí para saber la verdad, para quedarse o para
huir.
Llega al funeral, entra a la iglesia en una manera casi furtiva, no quiere que nadie lo vea, y
él no quiere ver a nadie, solo le interesa el muerto, mientras va caminando hacia el ataúd
choca con un señor, el loquito del pueblo precisamente, este señor solo lo ve y se ríe de él,
fue una sonrisa tan extraña, como si el señor supiera algo, pero Andrés lo ignora y decide
acercarse lo suficiente para ver el cuerpo en el ataúd. Cada paso que da se siente más
pesado, sus síntomas incrementan, Andrés no puede dejar de pensar que es un asesino,
lo único que le importa es saber si mato al hombre de sus memorias. Logra acercarse lo
suficiente, la iglesia no se encontraba totalmente llena, así que le fue fácil acercarse a las
primeras filas, tomó un respiro hondo, ve el cuerpo y de repente…
Todo se empieza a poner borroso, escucha un ruido fastidioso, un pitido, el vértigo se
apodera de su cuerpo, la sed y la jaqueca aumentan, y como si fuera arte de magia, un
recuerdo llega a él:
En la noche del 17 de noviembre Andrés recuerda haber salido a tomarse un trago, iba con
la mentalidad de tomarse máximo 3 cervezas ese día, pero algo cambio, cuando él estaba
sentado solo en el bar de repente vio a un hombre muy extraño, alto, pálido, no pudo evitar
mirarlo, por lo que terminan haciendo contacto visual, el señor se acercó y se sentó al lado
de Andrés, el cual no puso pero, empezaron a hablar al principio con mucha naturalidad, el
señor estaba muy interesado en Andrés y su vida por lo que fue cuestión de tiempo para
que Andrés se sintiera incomodo, el sentía que no tenía escapatoria en esa conversación;
durante la larga charla Andrés fue tomando más y más, al punto de llegar a un estado de
ebriedad alto,: A la 1 de la mañana salieron del bar, y fueron a su lugar favorito, el muelle,
allí tuvieron otra larga charla, de esas charlas profundas que solo se dan cuando se está
borracho, por esto mismo Andrés se paró a la orilla del muelle pues le gusta mucho ver las
olas chocar contra las rocas, lo hace sentir en paz, y en ese preciso momento el hombre lo
empuja.
Andrés queda en shock, recordó todo esto al ver su cuerpo en ese ataúd, todo el tiempo
pensó que él era un asesino, y resultó ser el asesinado, no lograba entender nada, miraba
a todos lados intentando buscar alguna reacción de las personas, pero nadie lo ve, nadie
lo ve excepto yo. Y él se da cuenta de que yo si lo estoy mirando. El me mira mientras la
luz del atardecer de las 5:45 que entra por los grandes ventanales le pega en la cara, se
veía muy confundido, entonces le digo:
-Ya no puedes seguir así Andrés, acepta que tu contrato terminó hoy, Mírese.
Andrés tartamudeando me dice:
• U- us- usted. usted es e, el se-señor, el del bar
Le digo:
• Acepta que tu contrato se acabe hoy, Andrés.
Andrés no logra entender nada, el recuerdo está ah, existe en su mente, pero lo vivido en
la mañana no cuadra en su cabeza, él sigue aferrado a la idea de que está vivo, casi llorando
me dice:
• ¿Que contrató? ¿Por qué me empujo? Yo no puedo estar muerto, mi mamá me vio
hoy, ese señor me miró y me sonrió ¡¿Qué está pasando?!¿Porque mi cuerpo está
en ese ataúd?
No pude evitar sentirme mal con Andrés, generalmente no doy explicación alguna de mi
trabajo, pero al saber cómo fue de confuso todo este día para él, siento que lo mejor que
puedo hacer es explicarle, así que le digo:
• Andrés, Andrés. Las señales siempre existieron, tu no quisiste aceptar la cruda
realidad. ¿Por qué crees que tienes tanta sed? Tal vez el agua del mar tenga mucho
que ver. ¿Por qué crees que has tenido dolor de cabeza todo el día? Tal vez el golpe
que te diste con las rocas al caer sea la razón. ¿Por qué tienes los oídos tapados?
De nuevo, el agua del mar. Y bueno, la sensación de vértigo, las caídas de grandes
alturas siempre causan eso. Tú sabes que tu madre no te miro en realidad, solo miro
tu cuarto vacío, y pues, el loquito del pueblo no es tan loco como parece. Acepta ya
tu destino Andrés, yo solo hice lo que debía de hacer, ya incluso te acompañé hasta
acá, estuve todo el día a tu lado, no es justo conmigo, acepta que estas muerto,
acaba ya con esto.
Insólito Andrés le pregunta:
• Pe-pero ¿Su trabajo? Acaso usted es…
• ¿La muerte? Le respondí. Claro que soy la muerte muchacha quien más iba a ser,
tú me miraste a los ojos anoche, esa es mi señal para hacer mi deber, matarte.
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