En la lluvia

Apenas baje del colectivo comenzó a llover, esta es mi suerte. Siempre que vengo al centro me pasa lo mismo, la ciudad me recibe con una tormenta. Si no fuese por las clases de guitarra no vendría nunca más al centro. Está bien, podría buscar clases en otro lugar, pero con Luis estoy mejorando de una forma fascinante. Pensar que hace unos pocos meses apenas podía tocar unos acordes y ahora no sólo suenan bellísimos, sino que estoy haciendo mis propias canciones, con solos y todo, ni yo me lo esperaba.

Como había llegado media hora antes entré a una cafetería, siempre son un gran refugio. Me incomodaba un poco entrar todo mojado, pero bueno, nunca llevo paraguas, me parecen espantosos.

Tome asiento, pedí un ristretto, y traté de relajarme un poco. Quería sacarme el mal humor de encima antes de ver a Luis. Entonces fue cuando la vi, una de esas mariposas negras.

– ¡La puta madre! – grité y todos miraron, eso me dio mucha vergüenza. Hasta el mozo me miraba raro.

La verdad no me esperaba ver una de estas. Hace meses que no se me aparecía ninguna. Ya estaba olvidando la sensación desagradable de que se meta bajo mi piel, y se instalará ahí.

Respire hondo, trate de no estresarme. El mozo trajo el ristretto y le pague, quería irme rápido. La mariposa se acercó y se posó en la mesa, como si yo la estuviera esperando. Apoyé mi brazo en la mesa, mostrando mi muñeca, facilitando su trabajo y entonces se posó en mi. En cuestión de unos segundos ya estaba dentro mío. Ya podía imaginar la sensación de desagrado en mi estómago, en mi pecho.

Tome el café de dos sorbos, deseando que me quite un poco las repentinas ganas de dormir que me invadieron. Observé la calle, la gente pasaba bajo la lluvia, y sentí que dentro mío también estaba lloviendo.