Escribí, con letra confusa,
sobre papel arrugado:
Heme aquí, amor amado,
dejando escrita la excusa
de un servidor, que te acusa
por sentirse maltratado.
¿No fueron míos los besos
que más estremecer te hicieron?
Entonces, ¿por qué dices que fueron
inútiles, vanos o lesos
si de amor iban tan densos
que en ocasiones dolieron?
De verdad que no me explico
que de tu boca salieran
palabras que maldijeran
lo que de intención fuera tan rico.
Más valdría decir tu pico
palabras que no mintieran.
Y, por despecho, amor mío,
tu parte sale malparada,
pues en adelante diré poco o nada
ante el temor de que resulte frío
el cálido halago con brío
de mi alma enamorada.
Y los besos me los guardo,
tal vez para otra boca,
pues desencanto me provoca
tu desprecio, que ya no aguardo,
y, caballero y más gallardo,
me despido; tu opinar me descoloca.
OPINIONES Y COMENTARIOS