Siempre he sido una persona de promesas vacías. Te prometo que sí iré (para nunca llegar). Te prometo que estaré de buen humor (para tener las cejas contraídas todo el rato). Te prometo que descansaré (para pasarme las noches en vela). Te prometo que dejaré de prometer (para seguirlo haciendo). Pero creo que la promesa más arrolladora que he hecho fue la de decirte que nunca podría arrepentirme de haberte conocido. Te lo prometí con una ligereza que ahora me destruye.

Porque a veces fantaseo con haber retrasado nuestro encuentro y pienso en todas mis decisiones (y las tuyas) que tuvieron su aporte para encontrarnos en un salón de clases, entre 30 personas, y aún así mirarnos a los ojos. Qué belleza. Si tan solo yo hubiera ingresado un semestre antes o tú uno después. O hubiera elegido una carrera diferente y tú una ciudad donde yo no estuviera.

¿Pero sucedió cómo tenía que ser? Mejor habría sido seguir siendo extraños, compañeros indiferentes que se saludan entre los pasillos, una persona de la que solo supiera su nombre. Ahora sé cuál es tu número favorito y qué canción escucharías hasta morir. También conozco tu sentido del humor y el sonido estridente de tu risa. Sé de tus pasiones, de tus películas favoritas, de los chistes que más te hacen reír. No olvido que aprendiste hace poco a querer a los gatos, tampoco que detestas el frío. No eres una persona de las mañanas. Ahora sé cómo es tu voz diciendo que me quieres, repitiendo mi nombre hasta el cansancio. Conozco el color de tus ojos porque te quedas viendo fijamente los míos, mientras susurras que te parecen bonitos. Sabía que podía retrasar tu despedida siempre y cuando usara mi voz más delgada, la voz de una enamorada. Recuerdo cuando tomaste mi mano bajo una mesa para que nadie nos mirara y lo tranquila que me sentía cuando me abrazabas. Cuando estuvimos solos por primera vez, nos abrazamos con el alma y yo solo atiné a decirte que esperé durante dos años para ello. Tú te reíste y revolviste mi cabello. Una vez me dijiste que tus palabras fueron, son y serán hechas para mí, así que tú esperabas nunca hacerme daño.

Pero lo hiciste.

Y yo te prometí que nunca me arrepentiría de haberte conocido, aunque a veces lo hago. Como en estos momentos, cuando me doy cuenta de que te conozco como jamás conocí a nadie. Te conozco, te quiero y nunca te olvido.

¿De qué planeta sos? Que rompiste todas mis barreras, que me arrancaste el te quiero más sincero que he dicho. Que me hiciste la más feliz aún cuando yo no sabía que me gustabas, a pesar de que siempre lo hiciste.

Al final, serás de un planeta como Plutón. A riesgo de desaparecer. Y yo seré la única que recuerde. Que te recuerde.

Y ella también.

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