Dama de agua
Tímida traspasa la esfera celestial
Tu soluble cuerpo, con mística tonal,
Cual Pléyades tus húmedas partículas
Depositas vibrante, y mi alma acaricias.
¡Llévame contigo!
Impetuosa cual cauce de río,
Mujer piel índigo,
Profunda; delicada cual brío.
¿Quién eres, dama germinada del agua?
Evapora con tus labios de amaranto
Cúmulo de desdicha, de antaño ambigua;
Al alba se anticipe tu ardiente tacto.
Anhelo tus aprobaciones diáfanas
Para internarme más allá de tus piernas;
Al monte de Venus … mis dedos vibrantes
Sin prisa buscan tus senos goteantes.
Ningún mortal oye tus ténues acentos
Que descifro en tu iris de luciferina:
«Atrás el vil mundo, alcanza nimbostratos…»
Tu líquida luz mis venas ilumina.
Cirrocúmulos efímero tanteas …
Pausada brisa hurta uno a uno tus atuendos
Y es revelado el lindero entre tus senos
Por gota que ardiente invade tus caderas,
Denuncia tus piernas
Y de tus pies acusaen el, deleite,
Harta mis neuronas,
Hurta el oxígeno de mi mente,
Pronto tu ritual humedece mi hálito;
Y suspendido el vacío experimento …
Trasciendo tu cuerpo, tú mi pensamiento.
Tu vapor, tu candor apaga mi aliento.
Señorita de azul
Diluyes con caricias irreales,
A seis metros distante, dudas mentales;
Creas en mí delirios encantadores
¿De Marte provienes, ser celestial eres?
Estela de Iridio sideral irradia
Tu piel intocable que en mi fantasía
Es conquistada y tu figura pronuncia
Fiel frenesí en mi neuronal abadía.
Celeste hibonita luce tu silueta
Que vacila ante el viento que la acaricia,
Que provoca la envidia en mi tacto e inicia
Mi oculta sonrisa y retorna mi vista,
Que a mi mente invita a que te desvista,
Mas el respeto junto al amor se sienta.
Rayos lapislázuli brindas sin saber
Que vívidos toman mi oscurecido ayer;
Tu nombre alumbra mi nocturna tristeza,
Cual ópalo arde tu cuerpo en mi cabeza.
Es de mi ser el anhelo conocerte
Y ante la entonación de tus labios volar,
Mas voces gentiles me atan nuevamente:
«El autodesprecio y el ayer debo adorar».
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