Que Dios decida lo que sucederá en el futuro.
Quizás de esas noches tediosas e inspirantes me tocaba escribir.
A su vez, deslumbraba mis pensamientos, que se esparcian levemente cómo las cenizas en el río.
Más allá del anhelo suplicante, mi sentimiento profundo se inmortalizó en un instante.
La tristeza es opción de lo inoportuno y cauto desprendimiento que solo un escrito puede borrar.
Que Dios decida el armonioso destino de una etapa sin márgenes insospechables.
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