Prólogo
No saben si tendrán un buen descanso nocturno. No están seguros de si es una buena idea o no desvelarse esta noche hasta la salida del sol. Al parecer, no caen aún en el hecho de que están a horas de presenciar quizás el partido de fútbol más esperado de su tiempo, o tal vez de todos los tiempos. Dos de las mejores selecciones nacionales irán tras su tercera Copa del Mundo, y dos de los mejores futbolistas del momento, con hambre de gloria. Argentina y Francia, nuevamente frente a frente en un mundial, pero ahora en circunstancias de drama, nervios, euforia y emociones intensas. Lionel Messi, buscando conquistar el trofeo que le falta. Kylian Mbappé, determinado a defender la corona y romper aún más récords. Una chance más para seguir haciendo historia. Una posibilidad más para que el equipo argentino llevara al país alegría de dimensiones no experimentadas en casi cuatro décadas.
Será una final digna de ser recordada, sea quien sea el campeón. En las siguientes páginas encontrarás tres historias únicas ocurridas en tres lugares diferentes:
- En La Paz, Entre Ríos, dos mejores amigas desde la escuela secundaria, que en los años previos al mundial se han vuelto mucho más cercanas, arreglan encontrarse en la casa de una de las chicas unas horas antes del partido y luego pasar el día con la familia. Las protagonistas son Nicole y Bárbara.
- En Santa Elena, un pueblo a 41 kilómetros al sur de La Paz, una mujer pelirroja decide sorprender a sus padres y visitarlos ese domingo luego de tres años sin verlos. Ella nunca ha tenido la posibilidad de ver a Argentina ganar la Copa del Mundo, y no desea más que experimentar lo que ellos sí pudieron cuando ella aún no había nacido. Un aplauso para Araceli.
- Y por último pero no menos importante, en la ciudad de Mendoza, dos mujeres en una relación romántica de más de cuatro años jamás han estado más seguras de la posibilidad de ver al capitán argentino alzando ese trofeo dorado al final de los 90 minutos… o 120… o los penales. Es este año, no hace ocho, ni dentro de cuatro. De pie para recibir a Agustina y Valentina.
Esto es Queremos la Copa: Tres Historias, Un Sueño.
1. Nicole y Bárbara – Si… Prometo…
(Narrado por Nicole)
Hoy es el día que muchos hemos estado esperando desde Brasil 2014, no obstante nunca creímos que sería posible tras el fracaso en el mundial de Rusia de 2018. Nuestra selección nacional jugará la final de la Copa del Mundo de Qatar 2022, y qué mejor rival que el campeón reinante Francia. Tal como lo he hecho a lo largo de todo este mundial, voy a ver este partido junto a mi familia, aunque también tendremos una visita especial.
Toc-toc.
Genial, mi vista ha llegado. Justo a dos horas de la final.
—Hola Barbie— la saludo y me hago a un lado de la puerta. —Adelante.
Ella sonríe tímidamente antes de envolverme en un abrazo cálido.
—¿Todavía creés que esto es una buena idea? —me pregunta, un poco preocupada. —No quiero ser mufa después de haber estado en ese partido que perdimos contra los árabes.
—Hoy no vas a mufar a la selección —le aseguro, apartándome levemente del abrazo para poder mirarla directo a los ojos. —Quiero ver este partido con vos, ganemos o perdamos.
Sus ojos lentamente se vuelven brillantes mientras hablo. A pesar de que ella crea que está nerviosa, en realidad parece estar tranquila en este momento. La sonrisa que se dibuja en su rostro nos rodea de electricidad.
Y vos, que estás leyendo esto, te preguntarás: ¿de qué m****a habla esta gurisa?
***
El tema es el siguiente. Actualmente vivo en Paraná, la capital de la provincia de Entre Ríos, y Bárbara, la gurisa que acaba de llegar a la casa de mi familia en La Paz, reside en Santa Fe, al otro lado del río Paraná. Nos conocemos desde nuestro primer año de secundaria, quizás porque Agustina (mi mejor amiga) y Valentina (mejor amiga de Barbie) desde poco antes de ese año se habían vuelto casi inseparables. Solíamos juntarnos mucho como grupo (contando también a Enzo y Cecilia, somos seis en total), pero de vez en cuando Barbie y yo nos apartábamos por un rato y nos poníamos a hablar y hablar hasta que alguien nos encontraba y traía de vuelta a la mesa mientras nos c****amos de risa. Es que esos pequeños momentos con ella… realmente los disfrutaba mucho.
Una vez que supimos que cada uno iba a tomar caminos diferentes al resto al terminar la secundaria, no me tomé de mala forma que Barbie y yo no viviéramos en el mismo lugar. Al trasladarnos a ciudades vecinas para continuar nuestros estudios, sabíamos que pasaríamos tiempo juntas ocasionalmente, y que al momento de las fiestas de fin de año, nos acompañaríamos al regresar a La Paz. De momento, todo marchaba sobre rieles.
Hasta que llegó la p**a pandemia… la cual se llevó a los padres de Barbie en julio del año pasado. Decir que esto la devastó por completo sería subestimar el impacto de tal noticia. Ella amaba a sus padres con su vida, más porque ellos eran la única familia que siempre ha estado presente en su vida. Ella me contó una vez que los hermanos de su madre jamás se habían preocupado por ella, ni siquiera cuando eran jóvenes, y que en el caso de su padre, él era hijo único. Los abuelos paternos no eran un muy buen ejemplo para ella, y los del lado materno ya habían fallecido hace muchos años.
Es así que decidí acompañar a Barbie en todo momento y la convencí de trasladarse a mi depto en Paraná o, si así lo deseaba, alquilar uno cercano a mi lugar de residencia. Necesitaba estar a su lado, y ella precisaba de compañía durante ese momento. A pesar de lógicamente no estar siempre en el mejor de los estados de ánimo, siempre se mostraba agradecida de tenerme en su vida y me decía que, quizás algún día, ella estaría bien. Que en ese presente, habría más peores días, pero que el futuro sería más brillante.
El hecho de haber pasado muchísimo tiempo con ella a lo largo de estos últimos cuatro años me hizo caer en la cuenta de que me había enganchado demasiado a Barbie. No sólo porque éramos tan inseparables como el fernet y la gaseosa de cola con hielo, sino porque ella rara vez dudaba entre decir o callar algo que podría caer mal a otros o herir sus sentimientos; no daría vueltas como calesita, más bien iría directo al grano, sin escalas. Y honestamente, siempre lo encontré increíblemente atractivo y refrescante, además de que me divertía mucho con ella.
A unos pocos meses del inicio de la Copa del Mundo, hicimos una videollamada grupal para predecir y apostar a resultados de cada partido del torneo, todo entre nosotros. Además, anotamos en un papel pequeño nuestras promesas en caso de que Argentina se consagrara campeona del mundo. Cada una de nuestras promesas era muy interesante en su propia naturaleza, y no podíamos esperar a ver si las realizaríamos o no.
***
Todo lo que ha pasado anteriormente nos trae a este momento. Estamos a punto de presenciar nuestra segunda final mundial, la primera junto a Barbie, bueno, y también con mis viejos. Mientras esperamos al inicio del partido, ella se ofrece a ayudar a mamá con el asado, y yo decido asistir a papá con las bebidas y el resto del almuerzo. A diez minutos del mediodía, justamente a diez minutos del pitazo inicial, todo ya está preparado.
—¿Cómo te sentís, Barbie? —le pregunta mamá. —Quiero decir, luego de lo que pasó con tus padres.
Barbie parece perderse en sus pensamientos, cuando el relator del partido indica tiro de esquina para Argentina.
—Los extraño un montón —responde mientras intenta reprimir algunas lágrimas. Luego posa sus ojos en los míos, y su expresión de tristeza cambia a una ligeramente alegre. —Sin embargo, eso me acercó mucho más emocionalmente a Nicole, y eso me alegra mucho. Su hija es simplemente maravillosa.
De inmediato, volvemos la vista a la TV para ver a Di María cayéndose en el área al sentir el toque de un jugador francés sobre su tobillo.
—¡¡¡PENAL!!! —grita papá con desesperación, que luego se vuelve un grito de euforia. —¡¡¡PENAL, LA P**A MADRE!!!
—¿Te acordás cuando no estabas interesada en el fútbol, B? —la cargo mientras la veo levantarse y caminar nerviosamente alrededor de mi asiento. —Mirate ahora, tan nerviosa como mi viejo y yo.
—¿Qué querés que te diga? Si en tu compañía paso demasiado tiempo viendo videos de fútbol en YouTube.
Momento ideal para que Argentina inaugure el marcador. ¿Podrá Messi enviar esa pelota al fondo de la red? Todas las lentes apuntan al capitán argentino.
No me siento en condiciones de estar de pie o mirar hacia la TV. Cuando hay un penal, sea para la selección o para Colón de Santa Fe, se me hace difícil verlos. Por eso, decido recostar mi cabeza sobre el hombro de Barbie y no ver la pantalla.
—Tranqui, Nicki. Lo voy a ver por vos.
Estando tan cerca de ella, puedo sentir su corazón latiendo a una velocidad increíblemente alta. ¿Será por nuestra proximidad física? ¿O por la tensión del partido? ¿O ambas?
Ahí va Messi. Penal para Argentina. Va Messi… GOOOOOOOOOOOOOOOOOOOL.
Todos enloquecemos y nos ponemos de pie para celebrar y abrazarnos entre todos. La tensión inicial de a poco disminuye, y por primera vez nos podemos sentar a comer con tranquilidad, sabiendo que nuestro equipo está un paso más cerca del título mundial.
—La comida está espectacular —Barbie les dice a mis padres, sonriéndoles. —Muchas gracias por recibirme con los brazos abiertos en su hogar, es un honor.
El tiempo pasa, y quince minutos después del primer gol, Argentina aumenta la ventaja en el marcador con un golazo de jugada de un toque entre Álvarez, Messi y Mac Allister, quien asiste a Di María, que nuevamente anota en una final y puede saborear las mieles de saber que su nombre está en la lista de goleadores de una final de mundial luego de haberse perdido esa definición contra Alemania en el Maracaná por lesión. Poco a poco, aumenta la confianza en que la copa vendrá a nuestro continente y que agregaremos una estrella más a nuestra camiseta.
Sin embargo, y como si fuese un mandato ancestral, Argentina está condenada a siempre sufrir momentos de incertidumbre y drama excesivo. Pues en menos de dos minutos, Kylian Mbappé resucita a Francia, primero con un gol de penal, y luego con una excelente definición de volea. Argentina 2, Francia 2 tras 90 minutos, y el campeón tendrá que ser coronado luego de 30 minutos más.
—No puede ser, otra vez lo mismo —se queja mamá. —Jugaron los mejores 80 minutos del mundial, pero ellos necesitaron dos chances en menos de dos minutos para empatarnos.
—Es un golpe casi mortal, pero la van a seguir peleando —comento, tratando de no mostrarme nerviosa. —Nadie dijo que iba a ser fácil, pero hay que creer en la fortaleza y el hambre de gloria de nuestro equipo.
En todo el tiempo extra, no me he movido de mi lugar al lado de Barbie. De hecho, en ningún momento me aparto de sus brazos, pudiendo así sentir lo tensa que se sentía. Mis viejos han estado en una posición similar, del otro lado de la mesa. No ha ocurrido mucho en los últimos treinta minutos, más allá del gol con suspenso de Messi, que por la intervención del VAR lo tuvimos que gritar una vez más, y OTRA VEZ penal para Francia, y OTRA VEZ gol de Mbappé. Y como para que no caigamos en un pozo depresivo, Martínez nos salvó de un gol de Kolo Muani que hubiera sepultado nuestras chances definitivamente.
El partido termina 3 a 3, y la final se va derechito a los penales.
—Ahora sí, es acá —dice papá con confianza.
—¿Cuándo se termina este sufrimiento? —nos preguntamos Barbie y yo al unísono, y luego nos miramos a los ojos re sorprendidas.
Y es ahí cuando me doy cuenta de la conexión que compartimos. Hemos aprendido a entendernos mutuamente sin necesidad de mediar palabras, y a veces decimos lo mismo al mismo tiempo.
—¿Están seguras de que ustedes no son pareja ya? —pregunta mamá al vernos muy juntas.
—¡Mamá!
—Bueno, que van a empezar los penales —gracias por cambiar de tema tan rápido, Barbie. —Por favor, que él lo erre esta vez.
Hablando de Mbappé, que va a patear el primer penal de la tanda.
Ya convirtió los dos penales que ha tenido en los 120 minutos. ¿Cómo le irá ahora? Se prepara Mbappé para el primer penal. Ahí va Mbappé… y es gol de Francia… tremendo lo de este joven.
—Ay, casi lo ataja el Dibu —protesta mamá al ver lo cerca que estuvo el arquero argentino de bloquear el tiro del 10 francés.
Ahora es el turno de Lionel Messi. Todo un país y muchos hinchas de todas partes del mundo dándole fuerzas para alcanzar el triunfo que merece. Ahí va Lionel… y es goooooooooool de Argentina. 1 a 1 en los penales.
—¡A todos los que lo destrozan, hablen ahora! —exclamo, sin alejarme ni un milímetro de Barbie.
Kingsley Coman está listo para ejecutar su disparo. Martínez se muestra concentrado. ¿Será que hará su gran aparición estelar esta noche? Va Coman… ¡¡¡Y EMILIANO MARTÍNEZ SE LO ATAJA!!! ¡El Dibu lo ha hecho de nuevo!
—VAMOS DIBUUUUUU —gritamos todos al mismo tiempo. —Dale Argentinaaaaa.
La tanda continúa. Paulo Dybala anota el segundo para Argentina. Luego, Tchouameni falla su remate, y Leandro Paredes aumenta la ventaja, acercando así a su equipo a la victoria. Kolo Muani, sin margen de error, cumple con su cometido y estira la definición y la agonía de su selección a un penal más.
Pero eso será insuficiente, porque Gonzalo Montiel, el ex lateral derecho de River Plate que solía estar a cargo de patear los penales para el club argentino y no los fallaba, ahora está ante la chance de entrar en la historia grande del fútbol argentino y mundial por los siglos de los siglos.
—Vamos, “Cachete”, esta es tuya —me digo a mí misma en voz baja. —Lo vas a hacer.
Barbie y yo nos abrazamos con mayor fuerza, pero ahora quedamos frente a frente. La tensión entre nosotras sólo crece al mirarnos fijamente a los ojos, mientras de fondo se escucha a los relatores al borde de la emoción.
Montiel está listo ya. Todo un país a sus espaldas. Ante la posibilidad de hacer historia para la selección. En sus pies recae la tercera conquista mundial. Va Gonzalo… ¡Y ES GOOOOOL! ¡¡¡SE ACABÓ LA ESPERA!!! ¡¡¡POR FIN SE TERMINÓ PARA ARGENTINA!!! ¡AQUÍ EN QATAR, SON LOS NUEVOS CAMPEONES DEL MUNDO!
—¡SOMOS CAMPEONES DEL MUNDO! ¡¡¡CAMPEONES DEL MUNDO!!! ¡¡¡CAM…PEO…NES!!!
No lo podemos creer. Acabamos de presenciar la mejor final de toda la historia, y con el mejor de los finales. Somos campeones del mundo, y qué bien se siente estar vivos para verlo y gritarlo. Luego del duro camino que esta selección ha tenido que atravesar, todas las críticas que han caído sobre este grupo tras perder en el debut contra Arabia Saudita… lo han logrado, y se merecen el campeonato.
—Bueno, es hora de cumplir las promesas —dice Barbie, aún entre lágrimas.
—A ver, gurisas, ¿qué prometieron hacer si ganábamos la copa? —nos preguntó mamá.
—¿Para qué decírtelo si puedo mostrártelo?
Estoy un poco nerviosa por mi promesa, pero al encontrarme con los ojos de Barbie, me siento más relajada y confiada para cumplir lo prometido. Así que poso una mano sobre su cintura, y la otra, en una de sus mejillas, y bajo la vista a sus labios.
Y la beso. Finalmente estoy besando a la mujer de la que he estado enamorada hace mucho tiempo. Y qué mejor momento para hacerlo que en el medio de nuestros festejos por haber conquistado la Copa del Mundo. Y Barbie me devuelve el beso, tal vez con mucha más intensidad y afecto que el primero.
—¡Lo sabía! —exclama mi viejo, entre risas. —Me alegro mucho por ambas. Se ven muy hermosas juntas.
—Y eso me lleva a la siguiente pregunta, Nicki —me dice Barbie, su mirada fuertemente fijada en la mía. —¿Te gustaría estar realmente conmigo? Sé mi novia, ¿por favor?
2. Araceli – Viejo hogar, cuna de nuevos recuerdos
(Narrado por Araceli)
Cuando Argentina ganó su segunda y última Copa del Mundo en México 1986, apenas tenía dos años, por lo que en mis poco más de 38 años de vida jamás vi a mi país en lo más alto del fútbol mundial. Casi que no es necesario que aclare que mis padres sí pudieron ver las dos consagraciones en el mundial. Por lo que me contaron en sus historias y anécdotas, parece que realmente habrían disfrutado mucho cada uno de esos momentos especiales, ya estando juntos en el título en tierras mexicanas y con una hija muy pequeña.
Toda su vida, siempre han sido muy trabajadores y nuestra vida ha sido lo suficientemente decente. Habiendo vivido desde hace mucho tiempo en el pequeño pueblo de Santa Elena, a cuarenta y un kilómetros al sur de La Paz, sabían que deberían sacrificar mucho si querían tener hijos algún día, y ya habiendo nacido yo, jamás dejaron de trabajar duro. Estoy muy agradecida por todo lo que han hecho por mí hasta que pudiera finalmente encontrar mi propio camino y seguir mis sueños, de lo que ellos se sienten muy orgullosos. Ellos sabían que quería emprender mi propio negocio, y me apoyaron de la mejor manera que podían hasta que pudiera depender de mí y, así, poder vivir de ello. Estaba decidida a hacer sacrificios, y ello me llevó a abrir mi propio negocio de música en La Paz, con lo que finalmente podría retribuir a mis viejos por su esfuerzo para que todos pudiéramos vivir bien.
Hoy, día en que Argentina va a jugar nuevamente una final de Copa del Mundo, será la primera vez que los estaré visitando en tres años. Si bien solía ir al pueblo para verlos y escuchar sus historias por horas, la llegada de la pandemia hizo que esas visitas fueran casi imposibles. Bueno, en realidad fui yo la que decidió no volver por miedo a comprometerlos a una situación complicada por sus problemas de salud que los hacían verse vulnerables ante el virus. Pero gracias al universo, nunca contrajeron la enfermedad.
Rodando en mi moto hacia el pueblo, pienso en esos años de pequeña gurisa, sentada en la TV viendo a grandes jugadores argentinos a la vez que iba creciendo en edad, pero sin esa fortuna de verlos levantar una Copa del Mundo en los 90s. Extrañaba mucho estar sentada en la mesa frente a la vieja TV de tubo en la que mis viejos han visto gestas históricas, siendo las más alegres aquellas relacionadas con el fútbol. Y ahora, los voy a sorprender con mi visita inesperada y pasaré el día con ellos, quizá volviéndome a sentir una niña, pero ya con varios años encima. Sin importar lo que pase hoy ante Francia (aunque espero que termine de la mejor manera), hoy será un gran día.
***
—¡Hola, querida familia! —exclamo al entrar en la casa de mis viejos.
Al escuchar mi voz, rápidamente vienen a la puerta principal para saludarme. Verlos así de felices de que haya vuelto a mi antiguo hogar luego de tres años me llena de energía muy positiva. Y ver lo que está a mi alrededor, todos los objetos que ya estaban desde que era muy chica (como la TV de tubo), me hacen sentir muy nostálgica.
—¿Por qué no nos dijiste que venías? —me pregunta mamá. —Podríamos haber preparado algo decente para comer.
—¿Qué gracia iba a tener si te lo decía? —le repregunto, riéndome ligeramente. —Tranqui, ma, podemos ir al mercado a hacer las compras. Llevo el mate.
—Che, ¿puedo ir con ustedes? —pregunta papá, ya sabiendo qué le iba a responder.
—¿Y quién cuidará a Ali? —le contesto a la vez que Alison, rottweiler de cinco años que mis viejos adoptaron hace unos meses atrás, salta sobre mí y lame mi cara. —¿Quién es una buena chica? ¿Me extrañaste, hermosa?
La caminata al mercado del pueblo es tranquila a las nueve de la mañana. Me cruzo a mucha gente conocida por las calles de Santa Elena, y todos saludan muy amablemente. Mamá me cuenta de cómo hicieron ella y papá para evitar contagiarse del virus en casi tres años, y me sorprende que casi nadie en el pueblo se haya enfermado de ese virus maldito.
—De haberlo sabido, podría haber venido más seguido a visitarlos —le digo.
—No, querida, no pasa nada —me reconforta con una sonrisa. —Hiciste lo que considerabas adecuado, y está más que bien. Decidiste poner nuestra salud por encima de cualquier deseo de venir, pero gracias a Dios Santa Elena ha estado a salvo del virus.
Verla así de feliz y tirando mucha vibra positiva mientras recorremos el mercado me da años de vida. Una vez que ya tenemos lo necesario para el almuerzo y la cena, nos volvemos a casa a pie, pero sin apuro alguno.
—¿Cómo está Agus? —me pregunta. Ella siempre ha tenido algo por Agustina, a pesar de que no han tenido tanto contacto.
—Le está yendo muy bien en Mendoza con su novia —le respondo. —Ella y Valentina… no te das una idea de lo locas que están una por la otra, se me derrite el corazón de sólo pensarlo.
—Me gustaría poder verlas, en especial a Valentina —dice, muy entusiasmada con la idea. —Parece ser una muy buena persona.
—Bueno, estoy segura de que le caerás muy bien a Val.
Ya de regreso a casa, nos ponemos manos a la obra en la cocina. Mamá decide preparar su clásico spaghetti a la boloñesa, que consiste en fideos caseros con salsa de tomate y cubitos de carne cortada a cuchillo. Siempre ha sido mi plato favorito, incluso desde mi época de gurisa, pero no he podido replicarlo alguna vez ya de grande, aunque de vez en cuando Agus preparaba ese plato cuando aún vivía conmigo.
—¿Y si las llamamos después del partido? —sugiere papá.
—Buena idea, viejo. Se van a prender, seguro.
***
Durante los más de 120 minutos que duró el partido, fuimos pasando de un estado emocional a otro constantemente. De la alegría y tranquilidad que nos daba el 2 a 0 a favor de Argentina, al nerviosismo que nos generó el descuento de Mbappé, y de ahí a la incredulidad del empate de Francia en un abrir y cerrar de ojos de la mano del 10 galo. 2 a 2 al final del tiempo regular, igual a treinta minutos más de dramatismo y sufrimiento para decidir a un ganador. Pero ni esa media hora extra alcanzó porque a pesar de que Messi haya puesto en ventaja a Argentina, Mbappé selló el definitivo empate de penal a tres minutos de cumplirse los 120. Eso sí, Les Bleus estuvieron a poco de dar el golpe de nocaut cuando Kolo Muani quedó mano a mano con Martínez, este último ahogando el grito de campeón de los franceses. 3 para Argentina, 3 para Francia, y por tercera vez en la historia de los mundiales, los penales definirían al dueño de la corona.
—No sé si estoy lista para esto, guríes —les digo a mis padres mientras voy a la cocina a preparar más mate. —Díganme, ustedes que vieron varias finales, ¿cómo lidian con tantas emociones al mismo tiempo?
—Bueno, podrías pensar en alguien que querrías que estuviera a tu lado en este momento, en un día como este —responde mamá, con sus manos en el centro de su pecho. —Esa persona te enviará energía renovada, que podrás enviarla espiritualmente a los jugadores para que ellos se sientan renovados.
Y hay una persona que desearía pudiera estar hoy conmigo. Camila, la madre de Agus, y a quien considero como mi alma gemela. Tal vez la suerte no estuvo de nuestro lado en esas finales perdidas que vimos juntas, pero lo que más recuerdo es la confianza que tenía de que, quizás algún día, el karma estaría de nuestro lado. Me duele saber que no está físicamente entre nosotros, pero su aura brillante siempre me acompaña, a cualquier lugar al que vaya, cada vez que pienso en ella.
—Si ganamos hoy, voy a grabar tu nombre en mi piel para que el mundo sepa que siempre estarás a mi lado, Cam —me digo a mí misma, pero un poco también le hablo a ella. —Te amo para toda la eternidad.
Los penales comienzan. Mbappé convierte el primero para Francia (no me sorprendería si ese gurí sigue rompiendo récords), y luego Messi pone el 1 a 1 parcial en la serie. El segundo tiro desde los 12 pasos para el equipo galo estará a cargo de Coman.
Kingsley Coman está listo para ejecutar su disparo. Martínez se muestra concentrado. ¿Será que hará su gran aparición estelar esta noche? Va Coman… ¡¡¡Y EMILIANO MARTÍNEZ SE LO ATAJA!!! ¡El Dibu lo ha hecho de nuevo!
—¡VAMOOOOOS DIBUUUUUUU! —grito con mucha fuerza, y de a poco logro calmar mis nervios.
Dybala adelanta a Argentina en el marcador. Luego, Tchouameni desvía su tiro (quizás influenciado por las tácticas psicológicas de Martínez), y Paredes marca el tercero de la albiceleste en la serie. Kolo Muani mantiene vivas las esperanzas de Francia de mantener la corona, poniendo la tanda 2-3.
Y luego veo a un joven experto en patear penales. Gonzalo Montiel, lentamente acercándose al punto de penal, listo para asegurar el campeonato para Argentina. Y en mi mente aparecen recuerdos de mi infancia, adolescencia o de mis primeros años ya a cargo de mi vida, rodeada de personas muy amables de todas las edades. Recuerdo haber jugado a ser una mujer de negocios cuando era una gurisa, haciendo que vendía CDs, casets o instrumentos musicales de juguete. De alguna manera rememoro el día que conocí a Camila y a, en ese momento, la pequeña Agustina, y en cómo ellas fueron una influencia positiva en mi vida gracias al amor que ambas supieron brindarme.
Pienso en toda esa gente que, por una razón u otra, la vida se les acabó antes de que pudieran llegar a vivir este momento, Camila entre ellos. Pero también pienso en los que, gracias a las deidades existentes, al menos hasta hoy, estamos vivos para ver por nosotros mismos a nuestra selección a sólo un penal de conquistar justo a los campeones reinantes.
Montiel está listo ya. Todo un país a sus espaldas. Ante la posibilidad de hacer historia para la selección. En sus pies recae la tercera conquista mundial. Va Gonzalo… ¡Y ES GOOOOOL! ¡¡¡SE ACABÓ LA ESPERA!!! ¡¡¡POR FIN SE TERMINÓ PARA ARGENTINA!!! ¡AQUÍ EN QATAR, SON LOS NUEVOS CAMPEONES DEL MUNDO!
—Gracias, mi amor —digo en voz baja, sin poder contener el llanto, todo con tal de que sólo ella pueda oírme. —Somos campeones del mundo, y esta alegría es para vos.
Otro de mis sueños se vuelve una realidad. Finalmente, puedo decir que he visto a Argentina alzarse con la Copa del Mundo, junto a las personas que me han dado la vida y han entregado todo de sí para crecer hasta ser la mujer que soy hoy en día. A ellos les gusta pensar en que fui un regalo de la vida para ellos, uno de los que en esos años tendrían, y hoy la vida los vuelve a recompensar por todo lo bueno que han hecho.
—Se merecen esta alegría, viejos —les digo, abrazada a ellos, sin darle importancia a las lágrimas que puedan caer en su ropa. —Estoy muy contenta de poder festejar esto con ustedes.
—Ara, sos nuestro más preciado regalo de la vida —responde papá. —Gracias por venir y acompañarnos. Definitivamente nos trajiste buena suerte.
—No, papá. Ella nos dio buena suerte, y yo sólo soy su mensaj—
—Bueno, basta de chachara ustedes dos —mamá nos interrumpe, rompiendo el abrazo y haciéndonos reírnos con mucho ánimo. —¿Pa’ cuándo llamamos a las gurisas?
3. Agustina y Valentina – Nunca tan seguras
(Narrado por Valentina y Agustina, en orden de aparición)
Las calles de Mendoza se han vuelto un mar celeste y blanco de gente ya desde el amanecer. No es ninguna sorpresa, pues un grupo de 26 personas a punto de disputar el partido de sus vidas ha sido capaz de unir al pueblo argentino, que hoy más que nunca tira y empuja hacia la misma dirección. Es increíble pensar que la selección nacional puede generar esto en nosotros. Viendo a toda esta gente desde la comodidad de nuestro depto, sintiendo el optimismo general de cara a la final de la Copa del Mundo ante Francia, no puedo evitar creer que hoy se va a festejar mucho.
Como Agus y yo somos del 2000, no hemos tenido la chance de ver a Argentina ganar un mundial. Bueno, quedamos cerca en 2014, pero la derrota sobre el final del alargue contra Alemania nos destrozó el corazón. Agus lloraba desconsoladamente, así que la abracé y le prometí, al mismo tiempo en que lo hacía su madre, que más temprano que tarde seríamos campeones del mundo. Tristemente, Camila fallecería dos años después de esa final en el Maracaná y jamás tendría la chance de volver a ver un campeonato mundial.
Agustina aparece en el living desde nuestra habitación, ya vistiendo su holgada camiseta violeta con su nombre y el número 16 en la espalda. A pesar de parecer dormida, se ve muy, muy hermosa.
—¿Cuánto falta para el partido? —pregunta, arrastrando levemente sus palabras. —Podríamos ir a desayunar a El Pasaje.
—Justo estaba por preparar algo caserito —le respondo antes de robarle un beso rápido. —Pero ta, definitivamente podríamos ir allá y desayunar como campeones del mundo que podemos ser.
—No sea cosa que mufes a la Scaloneta, boluda —me contesta, riéndose ligeramente.
—Bueno, realmente tengo fe en el equipo para hoy —replico, y nuevamente la beso, esta vez por un ratito más largo. —Bancá que me cambie a mejor ropa.
Rápidamente me pongo mi mejor camiseta de Argentina, la celeste y blanca usada en la Copa América de 2021 con la que le ganamos a Brasil, y una pollera denim azul marino por sobre la camiseta. Porque no todos los días se juega una final del mundo, una se tiene que vestir acorde a la ocasión.
Una vez pongo un pie en el living, veo que Agus lleva un cinturón de algodón color plata por encima de su camiseta a la altura de la cintura, por lo que ahora parece llevar un elegante vestido violeta.
—Oh la la —imposible no contemplar su belleza natural mejoradísima gracias a su nuevo look. —Me parece que seremos tema de conversación en todas las calles de la ciudad.
—Bueno, hablemos de moda cuando estemos en la cafetería, que no me quiero perder la oferta especial.
¿Qué ha pasado con la Agustina somnolienta? ¿De dónde ha sacado tanta energía de golpe?
***
La caminata a la cafetería El Pasaje es bastante entretenida. En cada esquina nos topamos con mucha gente saludando y afirmando que Argentina le va a ganar a Francia. Algunos otros, mayoritariamente gurisas, aprecian nuestros outfits, y se los agradecemos sonriéndoles. Esta gente, por lo que sabemos, se van a trasladar de a poco a la Plaza Independencia hacia las 11 de la mañana para asegurarse un lugar para ver el partido frente a una pantalla gigante, todo organizado por la Municipalidad.
—Ver a toda esta multitud tan alegre y esperando la victoria —le digo a Val mientras entramos al local, intentando no llorar desde tan temprano.
—Sé cómo te sentís, elskede —responde, rodeando mi cintura con su brazo.
Nos sentamos en nuestra mesa habitual, aquella pegada a un ventanal amplio. La vista desde nuestra ubicación es espléndida. No recuerdo alguna vez haber visto tanto celeste y blanco por todos lados, y tampoco haberme contagiado de tanta buena vibra, ni siquiera en aquella final contra Alemania en Brasil 2014. No sé… tenemos la sensación de que es hoy, que nos vamos a sacar la mufa de encima, que al final de los 90 minutos… o 120… o los penales, seremos campeones, porque las cosas cambiarán.
—Hola, chicas —nos saluda la mesera que casi siempre suele atendernos, con una sonrisa cálida. —Epa, pero mírense cómo se ven, ya estaría saliendo con ustedes si estuvieran solteras.
—Ta, ta, ta, ya está —dice Val, fingiendo estar indignada. Y yo por dentro me c**o de risa. —Rotundo “no”.
—Al menos lo intenté —responde la gurisa, entre risas. —¿Lo mismo de siempre?
Las dos asentimos al mismo tiempo y esperamos a que lleguen nuestros capuchinos y medialunas. Más gente entra y sale de la cafetería, casi todos vistiendo camisetas de Argentina o algo celeste y blanco, pero en su totalidad cantando el hit del mundial Muchachos, ahora nos volvimos a ilusionar, que es muy pegadiza, para sincerarme. Por supuesto, en la TV ya están pasando la previa del partido desde Qatar, ya para ponernos re manijas para la final.
—Acá está su pedido —nos dice la mesera mientras apoya los capuchinos y las facturas en la mesa. —Que los disfruten.
Y así es como disfrutamos nuestra mañana. Mientras tomamos nuestros capus, algunos se nos acercan para hablar con nosotras, incluso algunos reporteros locales preguntándonos sobre el partido. Normalmente nos sentimos incómodas en estos casos, pero hoy es una excepción.
Luego de pagar nuestro desayuno y caminar hasta el supermercado para comprar algo de comida para hoy, una hora y media antes de la final nos volvemos a casa. Las calles de la ciudad están intransitables debido a la gran masa humana aglomerándose en la Plaza Independencia y puntos cercanos, pero verlo todo desde nuestro balcón en el cuarto piso es simplemente… difícil de explicar.
El momento de prepararnos para la gran final de la Copa del Mundo ha llegado.
***
Entre vasos de mojito, empanadas de carne fritas caseras y picada improvisada, la definición del mundial entre Argentina y Francia ha sido una montaña rusa de emociones. En sintonía con lo que habíamos observado en las calles de la ciudad, los primeros 78 minutos fueron de pura alegría y optimismo, ya sintiéndonos un paso más cerca de la corona. Argentina ganaba 2 a 0 gracias a goles de Messi y Di María en el primer tiempo. Sin embargo, en cuestión de segundos, todo se fue a la m****a, pues Kylian Mbappé nos rompería el corazón a 45 millones de argentinos con dos goles, empatando así el marcador y extendiendo así el partido a 30 minutos más.
—Val, no tengo ni p**a idea de si puedo seguir viendo esto —le digo, sentándome en su regazo antes que arranque el tiempo suplementario.
—¿Te acordás de lo que tu mamá y yo te dijimos después de haber perdido con Alemania? —me pregunta, atrayéndome más hacia sí en un reconfortante abrazo.
—Seremos campeones del mundo más temprano que tarde.
Mientras digo esas palabras, no puedo evitar pensar en mi mamá y en cuánto deseo que estuviera viva en este momento.
—Si sentís que no podés ver lo que resta del partido, sentite libre de recostarte sobre mi hombro, Agus. No me iré a ningún lado, ni ahora ni en lo que me quede de vida.
En sus brazos, sintiéndome muy cómoda pero nerviosa a la vez, he bicheado de a ratos lo que mostraba la TV en el tiempo extra. No ha sucedido mucho en esos treinta minutos, pero al menos pudimos celebrar un gol de Messi, aunque cuando nos volvió a empatar Mbappé… las ganas de que se abriera un pozo y nos tragara de inmediato. Y más aún si en el último intento de los galos no hubiera aparecido Martínez…
3 para nosotros, 3 para ellos. Y otra vez, definición por penales en la más dramática de las circunstancias.
—No, no, no —me quejo, al borde de las lágrimas que una logra escaparse. —No de nuevo.
—Agus, alskling, mírame —me dice Val, levantando levemente mi pera. —Sé cómo te sentís, sé del miedo que tenés de que la misma historia de siempre se repita otra vez. Pero eso no va a pasar hoy. ¿Y sabés por qué? Porque ellos están más fuertes, están concentrados en levantar ese trofeo, y van a traer alegría para el pueblo argentino. El Dibu va a ser héroe de nuevo, y la copa va a volver a Sudamérica.
Escucharla tan confiada, tan segura de sus palabras, tan convencida de que nuestra selección puede consagrarse tras los penales… Es tan contagioso y refrescante, que realmente creo que esto es posible, que ahora vamos a ganar.
—¿Qué te parece si nos tomamos de las manos y nos miramos a los ojos durante los penales? —le sugiero.
—Podemos hacerlo —me responde antes de darme un beso cortito.
La tanda comienza, y como lo hemos hablado, nos ponemos frente a frente, yo sentada en su regazo, ambas sin mirar la pantalla.
Ya convirtió los dos penales que ha tenido en los 120 minutos. ¿Cómo le irá ahora? Se prepara Mbappé para el primer penal. Ahí va Mbappé… y es gol de Francia… tremendo lo de este joven.
—No de nuevo este tipo —protestamos juntas.
Ahora es el turno de Lionel Messi. Todo un país y muchos hinchas de todas partes del mundo dándole fuerzas para alcanzar el triunfo que merece. Ahí va Lionel… y es goooooooooool de Argentina. 1 a 1 en los penales.
—¡Gooooool, vamos Leo!
Kingsley Coman está listo para ejecutar su disparo. Martínez se muestra concentrado. ¿Será que hará su gran aparición estelar esta noche? Va Coman… ¡¡¡Y EMILIANO MARTÍNEZ SE LO ATAJA!!! ¡El Dibu lo ha hecho de nuevo!
—EEEEEEEESAAAAAAAAA, DIBUUUUUUUU.
Sólo tres minutos en cancha, y ahora ante la responsabilidad de anotar el segundo penal para su selección. Va Dybala… ¡y es goooooool! Argentina se pone arriba ahora.
—¡Bien Paulo, vamos!
Francia no puede desaprovechar ninguno de los penales que les quedan, o sino estarán en graves problemas. Tchouameni se prepara para rematar. Momento clave en la definición del título… ¡LA MANDA AFUERA! ¡Esto es increíble, qué quieren que les diga!
—¡¡¡VAMOS ARGENTINA, VAMOS QUE QUEDA POCO!!!
Le toca a Leandro Paredes aumentar la ventaja a favor de Argentina. ¿Qué hará Lloris para evitarlo? Tres… dos… uno… va Paredes… ¡GOL DE PAREDES! Argentina gana 3 a 1, y está a un pasito de la cima del podio.
Escuchar esas palabras de los relatores me hace caer en la cuenta de que esto realmente está pasando: estamos a nada de ser campeones del mundo. Mi corazón late a la velocidad de la luz, pero no sé si es por la emoción de estar tan cerca del triunfo o por tener a Valentina muy cerca de mí. Aún me asombra lo tan enamoradas que estamos una de la otra a pesar del paso del tiempo. Lo mucho que quiero besarla ahora…
Si Martínez lo ataja o Kolo Muani la tira afuera, ese trofeo dorado volverá a Argentina tras 36 largos años. Francia ya no tiene margen de error. Es ahora o nunca para ellos. Kolo Muani para el tiro… y es gol de Francia. 2-3, y esto continuará por al menos un penal más.
Con los ojos cerrados, no puedo evitar pensar en mi madre, en lo mucho que deseo que estuviera conmigo, así habríamos podido compartir este momento, y ella habría tenido su revancha. Pero estoy segura de que, sea donde sea que su espíritu esté, ha alentado siempre a este equipo, y más segura estoy de que le ha enviado muy buenas vibras a través del universo a los jugadores en el Estadio de Lusail, allá en Qatar. Tal vez no se sienta de la misma forma, pero tengo la conciencia tranquila de pensar positivamente acerca de la ausencia física de mamá, algo que aún estoy en proceso de mejorar.
—Sea quien sea el último pateador, por favor mamá, brindale claridad y confianza de que va a cumplir con su responsabilidad. Por mí, por Val, por ellos, por todos nosotros acá.
Gonzalo Montiel se aparta del grupo para ejecutar el penal de su vida. Uno que estoy segurísima que va a brindar alegría a nuestra generación y va a revivir viejos recuerdos de aquellos que han podido ver a Argentina en la cima del mundo en 1978 y 1986. Lágrimas, el calor de Val y su proximidad a mi cuerpo, el aroma a miel de su cabello, y la tensión a nuestro alrededor y dentro de nosotras que sólo crece y crece.
Montiel está listo ya. Todo un país a sus espaldas. Ante la posibilidad de hacer historia para la selección. En sus pies recae la tercera conquista mundial. Va Gonzalo… ¡Y ES GOOOOOL! ¡¡¡SE ACABÓ LA ESPERA!!! ¡¡¡POR FIN SE TERMINÓ PARA ARGENTINA!!! ¡AQUÍ EN QATAR, SON LOS NUEVOS CAMPEONES DEL MUNDO!
Incapaz de aguantar un milisegundo más, beso a Valentina con un nivel de intensidad que me sorprende tenerla en mi interior. No puedo explicar en palabras lo feliz que me siento en este momento, sin poder pronunciar palabra alguna, un sinfín de emociones buscando tomar control de mi ser, pero yo ya me he rendido ante todas ellas. Besando a la mujer que sostiene mi corazón, ahora mismo sintiéndose pleno… hemos tenido la posibilidad de ver la mejor final de Copa del Mundo de toda la historia, y Argentina destrona al monarca para tomar el sillón de los campeones. No lo puedo explicar porque no lo van a entender.
—Te amo, te amo, te amo, te amo —es todo lo que le puedo decir a Val.
—Te amo más, campeona —me responde, y volvemos a besarnos.
—¡SOMOS CAMPEONES DEL MUNDO, CARAJO! ¡ES PARA VOS, VIEJA QUERIDA!
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