Love is a battlefield.

El amor es un campo de batalla. Camino descalza sobre sus escombros, con el corazón abierto en canal, sangrante, doliente, anhelante, vagando cual alma a la deriva. El tiempo ya corre en mi contra pues lo malgasté intentando asimilar aquello que me hicieron creer que era el amor. Desmontar esa teoría universalmente aceptada me convirtió en perdedora de todas mis batallas. Mi pecho porta la estrella al mérito por mi fracaso, clavada hasta lo más profundo, atravesándome como una lanza ardiente que me lo recuerda incansable. El sabor de la derrota no es amargo, es un regusto metálico, férrico que inunda mi boca y endulza mis palabras, que altera la química y convierte mis lágrimas en minúsculos diamantes punzantes que revolotean a la caza de mi alma para castrarla e impedir su vuelo. Pero no existe escombro que no pueda sortear, ni dolor que consuma mi alma, ni palabras que me hagan retroceder, ni armas que puedan destruir la armadura invisible que recubre mi ser. Mi vagar por el campo de batalla abrió la puerta a un nuevo modo de sentir, a otra capacidad para ver, a un impulso natural de dar y por primera vez gané la más grande de las batallas: entender lo que el amor significa. Soy un soldado del amor y mis armas son mi voz, mis palabras, mis manos siempre tendidas para los demás, mi corazón abierto y mi alma protectora volando libre y alerta.

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