Me miraste y yo caí.
De alguna forma tu mirada a la madrugada me movió el piso. Sentí en tus ojos la desesperación por buscar la paz en los míos. Como si hubieras podido respirar después de un tiempo, acostándote en mi mirada, dejando que todo tome su curso.
Y yo te dejé.
Yo me desmoroné en tu mirada. Nose por qué confié, pero lo hice, y me recibiste en tu pecho. Ambos tuvimos paz.
Yo pude respirar.
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