El bailarín se dejó caer de espaldas desde una de las escaleras móviles del escenario. No era el momento adecuado, debía bajar los escalones que había ascendido no flotar en el vacío. Cayó al suelo sin que nadie estuviera atento a recogerle en sus brazos tras su breve vuelo. El sonido del cuerpo al chocar con la tarima estremeció a sus compañeros. Se levantó sin esfuerzo, sin dolor, como si la aceleración de los tres metros de caída no existiera, como si hubiera sucedido en un espacio sin gravedad. Cloe, la médica de la compañía insistió en explorarle. Desde que habían comenzado los ensayos de UKIYO-E en el ballet del gran teatro de Ginebra no había atendido ninguna lesión de tobillo o rodilla. Nadie le había abordado para tratar situaciones de estrés o de angustia. Era una obra que le había sorprendido, los bailarines flotaban sobre el escenario encarnando la belleza de lo efímero, de lo fugaz y transitorio.

Al terminar los ensayos, Cloe caminó hacia el hospital Beau-Sejour donde su amiga Emma estaba ingresada. Había perdido peso desde hacía meses y un día el espejo le devolvió un rostro que le costó reconocer. Las peores palabras fueron escuchadas por Emma en un descascarillado pasillo del hospital y un horizonte vital de unos pocos meses sumió su existencia en un torbellino y un vértigo permanente.

Cloe se detuvo en el puente Fontenette que atraviesa el rio Arve. Palpó el móvil en su bolsillo trasero de los vaqueros. Había grabado diferentes escenas del ballet y se las había enviado a Emma por whatsapp. Siempre había creído en la fuerza curativa del arte y se agarraba desesperadamente a la intuición de que visualizar las coreografías, la armonía de los cuerpos de los bailarines obrarían un milagro.

Oncología tenía un acceso desde la calle independiente. Se podía pasar a cualquier hora del día o de la noche con una identificación, un privilegio de quienes se asoman al balcón de la muerte. Entró en la habitación individual de Emma. Estaba ingresada desde hace dos días. Le habían realizado una pequeña intervención para facilitar la administración de quimioterapia. También querían optimizar el tratamiento del dolor. Vieron el primer vídeo cada una en su móvil. Cloe depositó su móvil en la mesa en donde comía Emma, se descalzó y se tumbó en la cama. Sus manos descansaron sobre las de Emma, que sostenían el móvil en donde las imágenes y la música atrapaban su atención. Sin dejar de mirar la pantalla, sin moverse casi de posición, los dedos de Cloe resbalaron sobre el dorso de la mano, el brazo, el seno, el abdomen, la ingle de Emma. Sus miradas seguían fijas en las evoluciones de los bailarines durante el estremecimiento. Siguieron tumbadas hasta que termino el video. Pasearon por los pasillos de la planta segunda arrastrando el pie del goteo. Emma era una maravillosa contadora de historias y sus risas acompañaban su paseo por el amor y la muerte.

Se vieron todas las tardes que Emma permaneció en el hospital. Cloe se tumbaba junta a su amiga y visualizaban una y otra vez los mundos flotantes que dibujaban los pasos de las bailarinas y los cambios de escenario mientras sus pieles mantenían contacto. El dolor desaparecía y la ansiedad se convertía en el alivio que acompaña el ver alejarse el miedo.

Por intermediación de Cloe, Emma pudo asistir diariamente a los ensayos de UKIYO-E. Siempre mantuvo que su evidente mejoría se debía más al bienestar que le transmitía el ballet que a la quimioterapia que recibía cada tres semanas. Las dos amigas abrieron un blog en donde se instaba a enfermos oncológicos a visualizar en youtube y otras plataformas digitales los contenidos de arte que más les gustara como parte de su tratamiento y que mantuvieran contacto físico por más cansados que se encontraran, que practicaran sexo, que recibieran masajes, que se abrazaran a sus compañeros, que entrelacen las manos con sus amigos, que el miedo a la muerte o al dolor no rompa ese contacto piel con piel necesario para sobrevivir.

Recaudaron dinero para que el ballet del teatro de Ginebra representara UKIYO-E en hospitales, centros de mayores, o plazas aprovechando la ola de calor que también llegó a Suiza. Logró que el ballet se emitiera en abierto en la plataforma ARTE y estaban convencidas de que redundaría en una mejora en la salud física y mental de quienes dedicaran parte de su tiempo a saborear la belleza que las nuevas tecnologías ponen a la disposición de una población que carece de tiempo para disfrutarla.

Años más tarde el enlace a esa histórica función sigue disponible en https://www.arte.tv/es/videos/111710-001-A/sidi-larbi-cherkaoui-mundos-flotantes/. Hoy en día es difícil creer como durante tantos años los tratamientos médicos no contenían la prescripción del arte y de la creación como una parte esencial de cualquier tratamiento.

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