Una prosa inútil, indecente, incoherente

Un día cualquiera, bajo el cielo azul con la mirada intrépida de unos ojos grises que se acercan. Un día perturbado por el incesante tiempo, rodeado de instantes vacíos y simples, de momentos que quedan en el olvido perdidos por el vapor de nuestra consciencia. Qué inconsciencia por nuestra parte. Obviar la vida y el respirar. Obviar la salud, la felicidad. Rodeado de palabras que vuelan por el ambiente respiro el amargo sabor que me niego a tragar. El choque de realidad, de sociedad. Mis pensamientos se hunden entre las paredes que me rodean y mi cuerpo se convierte en cemento, con mis lágrimas enterradas bajo sus cimientos. Almas voraces y pérdidas en la travesía de sus caminos beben a su salud. Que incómodo incriminar, y todavía más juzgar. Pero es la vida con su látigo la que nos borra la boca y guía con palabras escuetas y tribales. Pero todavía no es tarde, tarde para respirar, para pensar. Para gritar hasta que exploten los tímpanos, arda la garganta y sangren los labios; «No es justo».

Abrazos perdidos entre el viento. Palabras no dichas que se clavan en el corazón.