Tú eres la aurora

Como si tu recuerdo estuviese congelado en el tiempo. Ajeno a nuestra ausencia, ajeno al reloj que nunca se detiene. Una imagen tuya aparece cada mañana, hermosa y radiante. Y emerge en mi memoria para hacerme saber que comienza el día.

A veces todavía está oscuro y la mañana se acurruca por debajo de las montañas pidiendo cinco minutos mas de noche, y aunque el sol no salga ya tú estás ahí. Porque no es el sol quien anuncia el amanecer. Eres tú, irrumpiendo sonriente y preciosa en mi mente, la que cada mañana me despierta.

Es amargo y alegre a la vez. Contradictorio como un sandwich de queso y mermelada, dos sabores antagónicos en batalla. Amargo porque mi mente consciente me dice que realmente no eres tú sino la imagen que guardo de ti como una barajita. Alegre porque te veo y el loco que me habita se desconecta de la cordura y se entrega al placer de creer, de verte, de tocarte. Se contagia de tu sonrisa, se inventa una fragancia para tu cuello, moldea tu cintura en el hueco de sus manos e imprime en tu boca las palabras que quisiera escuchar.

Solo entonces amanece. Nunca es el sol quien anuncia que arrancó el día. Eres tú metiéndote debajo de mis párpados. Tú eres mi Aurora, mi crepúsculo matutino.

Allí me levanto, me visto de coherencia, bendigo el sol que me ilumina, bendigo mi vida. Te guardo en el compartimiento secreto del alma y vivo, contigo incrustada, como el Dr. Jekyll y Mr. Hide. Un loco encerrado que grita tu nombre mientras observa el mundo desde el lado interno de mis ojos.

Hay días en los que lo ignoro, me hago la idea de que no existe y apuesto a su cansancio. Hay otros como hoy, en los que lo dejo salir a la superficie y se mete en mis dedos para hacerme escribirte en su nombre.

Ese loco te sigue esperando, por alguna absurda razón que no logro comprender. Y cada mañana, indefectiblemente, se sube hasta la cima de mis sueños sosteniendo en sus brazos un beso que tirita de frío mientras te llama. Y espera tu imagen que emerge anunciando que llegó el nuevo día.