Era ya bastante tarde y llovía, aquella decisión de seguir tomando un porrón más después de los partidos en el viejo potrero, no había resultado ser tan buena como aparentaba hace una horas atrás.se había largado una lluvia torrencial en toda la ciudad de esas tormentas eléctricas que te obligan a refugiarte donde sea por q el agua es tanta que te enfría y te pega con sus enormes gotas, inundadolo todo. No es tan preciso hablar del clima en esta ocasión solo diremos que después de que se allá jugado el partido en aquel club de zona sur de Rosario con más de dos canchas, potreros de barro. Las horas ya habían transcurrido bastante rápido.ya debería… tendría q estar en su casa durmiendo, y no acá esperando que pare la lluvia preocupado por el trabajo y las horas que solo le quedaban para dormir. Y en verdad si, se lamentaba, tenía ganas ¿No?.. e había encantado la idea de quedarse bebiendo un rato más entre amigos que no lo retenían si se iba. Pero vio, lo vio en sus caras en esos brillantes ojos la felicidad de haber ganado un partido más, esa incredulidad e inocencia que ya conocía que había logrado ver y disfrutado cuando eran niños estaba más presente que nunca incluso después de tanto tiempo, era eso lo que los lograba unir omantener unida esa amistad más allá de los años peleas y momentos como este. Son parte del disfrute, del folklore, de esa mínima cuota que teda la vida de vivir y disfrutar lejos de los horarios rutinarios los trabajos pesados de sol a solpor míseros pesos que ayudan a sobrevivir, sobrellevar y mantener una familia. También se podía, o se debería poder, disfrutarla a la plata, decía. Y no, no era excusa ni nunca lo fue para quedarse. Más y mayor fue el motivo de la lluvia. Lo obligaba tal vez q quedarce una hora más debajo de las chapas del bufet del club, escuchando como caía la lluvia aturdiendo todo el lugar dejándolos a todos mudos sentado dispersos por distintas sillas a grupos de equipos que tbm corrieron la misma suerte. Solo habían quedado los íntimos dos equipos en una cancha cuando se largo y lluvia y se lograron meter al bufet. Mientras desde su silla lograba ver cómo entraban los últimos se secaban y se dirían a sentarse, los ánimos ya estaban casi perdidos. Miro a los lados y todos tratan de comunicarse con sus familias, el con los codos en la rodillas y el celular en la mano tbm, pero ya lo había intentado varias veces y el celular no agarraba la señal. Problema de estos últimos años, los satélites no daban a vasto y se interrumpen en cada nueva tormenta, empezaba el verano, y en tan solo una semana llovió cuatro veces y durante los días el sol quemaba tanto que no se soportaba ni siquiera en la sombra y había agua que pueda hidratar y apartar un poco el fuego corporal que ya lastimaba. Esta vez la lluvia era más y más, como los truenos que caían y hacían hablar las nubes. Pensó en algún santo que allá para clamarle que pare.pero no lo logró. Uno de sus compañeros se hacerlo, rieron un rato, hablaron de le parecía raro que no vuelva ya la señal y en qué pensaba volver cada uno. Mientras encendía un cigarrillo y dejaba el encendedor encima dela caja de cigarrillos dijo:

-¿Dejaste la moto afuera?

Mientras levantaba su espalda y la apoyaba en el respaldo de la silla respondió:

-No, la entré antes – y soltó un suspiro al techo – Pero mañana entro temprano.

-No te dejes estar, apenas pare tomate un remis yo te alcanzo la moto al rato. Los chicos deben estar preocupados.

-Los chicos ya duermen a esta hora, lo que me preocupa es la bruja – y lo miro como con amargura y pensativo

-¿Están peleados?

El otro afirmó con la cabeza

-¿Otra ves le atacan los celos?

-No

-¿Que paso esta vez?- lo miro interrogandolo con curiosidad

-La cagada me la mande yo, pero es largo de explicar

Miro a los lados y volvió a mirar a su amigo de toda la vida. Sabía que eso significaba algo más, que más allá de que los demás también eran sus amigos al único que lograba confiarle ese tipo de problemas era a el. Tal vez era el momento, pero no el lugar, con todos ahí presentes.

No titubeó y se paro, le hizo una seña con la mano de que se levante y se dirigieron al bufet lejos de la mesas.

-vamos, que tanta lluvia y espera me da hambre- dijo, mientras soltaba una bocanada de humo.

-jajaja- sonrió- si y no está nada mal para otra cerveza

Mientras uno elegía la hamburguesa más grande y los aderezos más picantes el otro abría la heladera y destapaba la botella. Lleno los dos vasos y se sentaron a esperar las hamburguesas. Le contó, como es que llegó a tener que tomar una decisión. Sabía que no mataba a nadie al hacerla, pero no lograba entender porque su mujer la cuestionaba tanto.

-Es miedo, es normal. Todos tenemos ese miedo de dar el paso algún día

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