Nunca imaginé que la vida podría cambiar de un momento a otro.
A decir verdad siempre pensé que era mentira, ¿cómo alguien podría cambiar de un momento a otro?, sí, eso pasa con la gente que toca fondo, sí, esta ocasión fue mi turno.
La vida me enseñó a la mala qué debía poner límites, que dar más de lo que recibes te dejará en la acera sino te cuidas más y ves siempre por el bien de los demás antes que por ti.
Qué difícil era comenzar a tomar decisiones, qué difícil fue decir: ¡ya basta!, yo no merezco esto.
¿Dolió? Sí, de a madres.
¿Sirvió? ¡Por supuesto!
Valió cada palabra, cada acción, cada momento. Valió cada aliento, cada respiro, cada lágrima, cada decisión tomada.
Gracias Dios mío, gracias por no dejarme ni un solo momento.
Gracias mamá, hermanas, amigos…
Gracias papá porque estoy segura de que desde aquel lugar terrenal me has abrazado en cada brisa de viento, cuando me siento desfallecer porque no encuentro consuelo.
Porque sé que me visitas y de manera frecuente.
Que esas mariposas solo se acercarían a mi porque tu se los pediste encarecidamente, para darme tu mensaje: ¡sé fuerte, sé fuerte, hija no te quiebres, nunca de tu vida he estado ausente!
Aún me queda la resaca de la ansiedad, aún sigo lidiando con mi mente, aún sigo teniendo un mal carácter, pero ni por un segundo he dudado de ser un humano funcional.
Aún no he comprometido mis valores por la presión de la gente.
Aún sigo estando llena de amabilidad y un potencial creciente.
Aún conservo intacta mi habilidad de perdonar, gracias mamá, por no dejarme claudicar…
OPINIONES Y COMENTARIOS