Cuanto me habría gustado conocer a mi abuela, según mi mama había sido una guerrera en sus días en su Italia natal. Por suerte, la abuela llevaba un diario donde escribió todo y es así como puedo contarles su historia. La abuela falleció, al poco tiempo de que yo naciera. La conocí a través de las anécdotas de mi madre y de este maravilloso diario que hago referencia. La abuela Cristina, así se llamaba, era de una belleza que no tenia parangón con otras muchachas de su villa. Para cuando la guerra estallo ella contaba con quince años y desde hacia tiempo en Italia gobernaba el fascismo de Benito. Otra vez guerra se lamentaban sus padres. Nada bueno nunca sale de ello. La familia, de la abuela Cristina, eran campesinos ignorantes que trabajaban de sol a sol en el campo. Nada sabían de política ni de sus argucias solo querían vivir en paz. Cristina amaba a Mateo el hijo del vecino que tenía su misma edad. Tenían planeado casarse cuando cumplieran dieciocho años. Y tendrían muchos hijos. Pero el destino es incierto y puede cambiar en un abrir y cerrar de ojos. La guerra estallo en 1939, Italia aliada a Alemania unida por el fascismo y por volver a los días de la gloria del Imperio Romano se dejo llevar hacia el abismo. Cristina empezó a notar, así como sus padres que muchos vecinos del pueblo desaparecían. Trenes cargados de gente con rumbo desconocido era moneda cotidiana. Las calles ya no eran seguras había toque de queda. Todo el tiempo se escuchaban detonaciones y disparos. Ellos, seguían trabajando en el campo. Un día Mateo los fue a visitar y a decirles que no se uniría al ejercito de camisas negras que desertaría y se unirá a la resistencia “a los partisanos” por ello debía esconderse. Cristina miro a sus padres y les dijo que ella se iba con Mateo. Si, fue un impulso ni lo pensó. Sus padres se opusieron enérgicamente pero no pudieron doblegar la decisión de Cristina. Por la noche, los amantes, huyeron hacia las montañas donde se encontrarían con más partisanos donde se unirían al resto de la resistencia. Al llegar, Cristina descubrió que había muchas mujeres y que no estaba sola. En sus días de lucha, contra el fascismo aprendió de política y a disparar todo tipo de armas ya que Mateo y el resto de los hombres no podrían defenderlas si el peligro se acercaba. Las mujeres dejaron la cocina para convertirse en militares o mas bien en mercenarias. Cambiaron la pollera por el pantalón y la sumisión por la valentía. Mateo y Cristina trataban de patrullar siempre juntos. En ese tiempo, vieron a muchos amigos caer en emboscadas. Muy pocas veces, habían vuelto a la villa a ver a sus padres el riesgo de ser descubiertos por los fascista era muy grande. Su madre la noto muy desmejorada, a decir verdad, era piel y huego y su belleza de antaño se había marchitado. Sin embargo, su madre también noto que Cristina ya no era aquella joven ingenua y tímida ahora se presentaba ante ella mujer de fuertes convicciones dispuesta a todo. Y en el fondo se sentía orgullosa. De vuelta en las montañas, Cristina debió asistir al doctor que los ayudaba ya que la chica que hacia de enfermera no podría seguir yendo tenia mido de ser descubierta y sus padres eran muy ancianos, no podían sobrevivir solos. En los meses siguientes, Cristina dejo las armas para convertirse en enfermera aficionada. Un día Mateo no volvió de sus rondas y Cristina sintió un frio que le recorrió la espalda. Por la noche fueron a buscarlo, pero no lo hallaron hasta días más tardes que lo encontraron tendido cerca de un rio con un disparo en la frente. Cristina corrió hacia él con lagrimas desbordantes en los ojos y se arrojo en sus brazos inertes. Después de enterrar a Mateo Cristina sintió sed de venganza, pero sus amigos la calmaron. “Así como en la opera de Carmina Burana imagino que mi abuela vivía la guerra como una sátira y critica a las clases sociales y el poder”. Los norteamericanos, habían vencido al fascismo para 1943, nos les quedaría mas remedio que rendirse, pensó Cristina, que un día se descuido dejo su rifle en el campamento y se fue a bañar a al rio. Tres soldados norteamericanos la abordaron y sin pronunciar palabra le propinaron unos golpes que la dejaron atontada sintió su cuerpo abatido y que sin remedio caía al suelo lo que paso luego es obvio, la violaron. Volvió al campamento con sus ropas hechas girones y lamentando haberse olvidado su rifle. Nada dijo en el campamento, aunque le preguntaron al ver sus ropas desechas que había pasado ella prefirió callar y sus compañeras no dijeron nada era demasiado evidente que había pasado. A la mayoría de sus compañeras, alguien las había violado y todas habían callado. Era una vergüenza muy grande. Nueve meses más tarde nacía Julieta un parto difícil entre las montañas, por suerte, el doctor fue de gran ayuda. Un 2 de mayo de 1945 se terminaba la guerra todo eran festejos, la gente en las calles. Cristina volvió a la casa de sus padres con Julieta en brazos. Nadie pregunto nada, la recibieron junto a la pequeña. Cristian volvió a trabajar en el campo hasta que una antigua compañera le propuso viajar a la Argentina. Ella tenia familia que ya habían emigrado al continente y las recibirían. Cristina se despidió en el puerto de sus padres sin promesas de volver a verse, pero con la ilusión de comenzar una mejor vida. La vida en Argentina fue dura al principio un idioma desconocido, conseguir trabajo y una hija que criar sola. Si bien los pretendientes no dejaban de desfilar a Cristina ninguno le movía el piso siempre fiel a Mateo. Ella había contado siempre la historia de que Julieta era de su fallecido Mateo para ahorrarse la vergüenza. Y de tanto mentir, se lo termino creyendo. Si, Julieta era hija de Mateo. Unos años más tarde Cristina decidió y con los conocimientos que tenía ser enfermera. Cuando se recibió con mucho esfuerzo y ayuda para criar a su hija consiguió trabajo en un hospital. La vida de ella y Julieta mejoro muchísimo. Mi madre se recibió de doctora y trabaja en el hospital donde trabajo la abuela. Hace unos meses viajamos a Italia con mis padres a llevar las cenizas de la abuela porque mi madre después de tantos años al fin decidió donde quería liberar a su querida madre. Nos rencontramos con familiares y vecinos que nos contaban anécdotas de cuando mi abuela era joven y de su amor por Mateo mi abuelo. Volvimos a Argentina luego de un mes, extrañando a la abuela, pero felices de que ahora descansaba junto al abuelo Mateo.

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