Esos ojos cafés, ese cabello ondulado caramelo y los labios perfectamente hechos.
Una altura que te quita el aliento y la voz grave y profunda que pronunciaba mi nombre.
La pasión de sus besos, sus manos juguetonas que solo querían explorarme. El deseo de hombre de querer que fuese solo suya… completamente suya.
Mi agonía en este momento es evidente, recuerdo y vuelvo a esas habitaciones de hotel donde los gemidos y calor invadían el lugar.
Deseos desenfrenado que me quita el aliento y la saliva no se termina de secar.
¿Cuánto deseo hay en unas simples palabras?
La flor quiere abrirse pero el dueño la perdió.
Mantener intacto algo cuando el último que lo tocó fue ese dueño maldito. Ese dueño que hizo un conjuro de amor.
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