Era en esa noche helada en la que nos

encontrábamos, poco coraje salía de mí, en la

que mi voz salía plácidamente, pero

alternadamente…

Donde mis ojos tenían un solo panorama y eran

sus labios, era de fascinación, estaba ahí tan

ingenuo, varonil y riguroso.

Estábamos inquietos y disfrutábamos nuestros

silencios, sólo con el frío de testigo, con el viento

helado que alteraba nuestros cuerpos, y esa brisa

fuerte que procedía de los árboles, el sonido de

los grillos y nuestros suspiros saliendo

cálidamente.

En la que me veía así con él, callados y

fascinados, donde salía la osadía de

acercarme y besarle. Pero cómo disfrutaba su

presencia; su olor, sus miradas, la inquietud

que sentíamos… Yo realmente me sentía conforme a eso.

Disfruté en plena oscuridad una piel que en una

noche me hizo estallar. Fue la más oscura, la

más helada, y la que jamás olvidaré.

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