Martín y Aurelia se casaron después de un largo noviazgo. 

La boda fue íntima; familiares directos y amigos muy cercanos. Cincuenta en total. En un momento, el padre de Martín pidió la palabra en medio de la fiesta.

─Hijos queridos. Seré breve pues ya hemos hablado mucho y bebido también.Antes de su viaje queremos decirle que nuestro regalo con Agustina será darles la escritura de la casa de campo de la familia. Fue construida por mi bisabuelo. Allí vivieron ellos, tu abuela, tus tíos.Solo esperamos que sean felices y vivan allí si es que deciden hacerlo— dijo emocionado.

─Y queremos mil nietos— dijo la madre. 

Todos estallaron de risa y el aire se llenó de aplausos. La noche de la fiesta terminó para ellos cuando cerraron la puerta del cuarto del hotel y entregaron sus almas, cuerpos y mentes a la infinita soledad de dos. 

Luego del viaje a Brasil, la luna de miel seguiría en la casa del campo, algunos días más. 

Fue en el avión que hablaron.

—Mis viejos me dijeron que harían los arreglos necesarios. Te propongo algo, amor. ¿Qué te parece si analizamos quedarnos allí? Los recuerdos de mis días allí son maravillosos.

—Me parece bien. Sabés que la ciudad me hartó, pero la distancia hasta nuestros trabajos es mucha, casi noventa kilómetros. 

─Tenemos autos mi amor y está la autopista. Vamos a evaluarlo. Que cosas ganamos y que perdemos viviendo allí, ¿Sí? 

Un beso selló el pacto. Al día siguiente de la llegada, partieron, cada uno en su auto hacia el campo. Al llegar, vieron que la vieja cabaña lucía en perfecto estado. El jardín estallaba de flores, el camino de ripio hasta la entrada era una carpeta y los árboles se inclinaban hacia adelante, como dando la bienvenida. Cuando entraron a la casa, quedaron extasiados. Los muebles antiguos de quebracho, la madera en las paredes, los cuadros, el mobiliario y la alfombra delante de la chimenea encendió a la pareja. La cocina era maravillosa, plena de momentos felices, engalanadas con comidas caseras, risas y perfumados dulces. El dormitorio parecía el cuadro de un excelso pintor anónimo del siglo diecinueve. 

Todo se mantenía sin alterar su historia, sus recuerdos y sus rincones. La casa lucía vieja y joven a la vez. El patio y el quincho transmitían alegría, luces y música. Quisieron caminar por el campo. El aire fresco y limpio, la suave brisa y los perfumes de la naturaleza los acariciaban. Luego del almuerzo, decidieron tomar un baño juntos. Hicieron el amor en la bañera y siguieron en la cama. Por la noche, a la luz de las luciérnagas concibieron su primer hijo. Fue un día sin fin. 

Felices se abrazaron, fundieron sus pieles y cerraron los ojos. En un momento de la noche Aurelia los abrió. Aún somnolienta, vio que el techo del cuarto no estaba y en su lugar estaba el cielo inmaculado. 

─ ¡Qué lindo! ─ dijo y se durmió. Pero la claridad y la extraña brisa que le movía el cabello posado sobre su frente, la obligó a abrir nuevamente los ojos y sentarse en la cama. Algo sucedía.Miró a su alrededor, confundida. Martín seguía dormido. El dormitorio había desaparecido, solo la cama estaba en el medio de un parque soñado.

─ ¡Martín! ─ dijo enérgicamente. Más al ver que no respondía lo golpeó en la cabeza.

─ ¿Qué hacés mujer? — dijo sobresaltado y fastidiado. 

─ ¡Es que, si no es así no te despertás, sos un tronco!

Se sentó en la cama, molesto y le dijo. 

─ ¡Estás loca…Que…! ─ Pero no terminó la frase y azorado miró a su esposa.

─ ¿Qué hacemos aquí, es un sueño? — dijo con tono grave. Aurelia lo miró, sonrió y se encogió de hombros.

─ ¿Estamos soñando juntos o esto es real? —preguntó ella.

─No lo sé. Acabo de preguntarlo yo. Eso sí; es lindo ¿Qué querés hacer?

─Vamos Martín─ dijo Aurelia bajándose de la cama.

─ ¿Iremos así, desnudos?─Si encontrás algo de ropa, te doy un premio─ le respondió jocosa.

Martín la miró. Su tono irónico no le gustó, aunque reconoció que la pregunta fue tonta. Se tomaron de las manos y comenzaron a caminar por aquel lugar. Era una mañana espléndida. A cada paso, la belleza los abrumaba; plantas, flores, fuentes. Todo era una obra de arte sublime. Sintieron que allí el tiempo no existía. Siguieron caminando y maravillándose con el lugar hasta que se encontraron con un laberinto de arbustos verdes y amarillos. Se acercaron y vieron que había dos caminos. ─Entremos por favor─ pidió ella.

─ ¿A cuál de los dos? No sé cielo. Si entramos y no podemos salir que pasa. No sabemos dónde estamos, si estamos dormidos, despiertos, otra cosa. 

—Martín, no seas cobarde. Somos jóvenes, nos casamos hace cinco minutos y esto es lo más loco que hemos hecho hasta ahora. No sabemos si estamos dormidos, despiertos, muertos. Si nos equivocamos buscamos la salida. Juntos podemos. Además ¿Qué es lo peor que nos puede pasar si entramos y nos perdemos? 

Se miraron profundamente a los ojos y traspasaron el umbral del laberinto tomados de la mano. 

─ ¿Izquierda o derecha? ─preguntó él.Aurelia lo miró en silencio. Luego dijo.

─Uno nos lleva al cielo, el otro al averno. Siempre es así…No sé amor, no quiero decidir sola.

─Que lo decida el azar entonces. Tomaré una piedra y la esconderé en una mano. Si acertás en cual está, vamos por la izquierda, si no…─ dijo.

—Izquierda. Martín abrió la mano y estaba vacía. 

─Vamos.

Tomaron el camino de la derecha. A medida que avanzaban la oscuridad se hacía más negra, el frío más intenso y el sendero desaparecía a sus espaldas. Se detuvieron. Aurelia abrazó a Martín con fuerza, esperando lo peor.

─Nos equivocamos mi amor, perdón Aure. Pero nada pasó y fue cuando miraron al cielo, un manto negro cargado de relámpagos y truenos, que se escucharon voces.

—¿Escuchás?

─Si amor─ dijo ella.

Miraron hacia el abismo que se había abierto detrás de ellos y no podían creer lo que estaban viendo. La tierra se había cerrado y una multitud con antorchas en cada mano, iba hacia a ellos. 

A medida que se acercaban, Martín comenzó a reconocerlos.

─Pe…Pero son mi familia…La abuela Filomena, el abuelo Ruggero, los tíos Mario y Carlitos, las tías Betty, Laura. También están los tíos abuelos cuyos nombres no recuerdo.Pero cuando vio a su bisabuelo con su abuela siendo una niña, una lágrima rodó por su mejilla, emocionado por verlos otra vez. 

Aurelia se emocionó también al ver las lágrimas del amor de su vida. 

Los rodearon y los colmaron de amor y palabras que sonaban a poesías en sus labios. Los guiaron hacia la salida.

Al llegar, ellos se quedaron en la frontera. El bisabuelo fue quien les dijo.

─Mis queridos. Solo queremos sean felices, que tengan una gran descendencia. Tendrán una maravillosa vida juntos. Y es nuestro deseo que se queden en esta casa. Aquí vivimos y aquí morimos. Y nos quedamos, no nos vamos. La muerte no debe separar a la familia pues la familia…Es lo más importante en la vida. De pronto todo se volvió blanco y brillante. Martín y Aurelia abrieron los ojos. Estaba en el cuarto, sentados en la cama. Se miraron, se abrazaron y así se quedaron por un buen rato.

─ ¿Nos vamos a quedar no? No hizo falta la respuesta de Aurelia. Solo su sonrisa. 

Richard/2022

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