El diario de Tito- Día 1.2

El diario de Tito- Día 1.2

AC Martin

20/11/2022

Tomás y Marisol regresaron de la calle trayendo comida y dos platos de plástico en los cuales me sirvieron agua y el alimento.

—Ahí tenés la comida para tu bicho mugroso—le dijo a mi humano.

—No seas malo, pobre Michi—lo regañó su novia.

No era Mish? No importa; quería decirle a Tomás que él no era malo, solo tonto pero en el caso de haberse dado una posible comunicación directa con ellos se habría generado un escándalo. Imagínense el alboroto que hubiese causado, así que decidí quedarme callado para evitar un malestar mayor con el hermano de Agustín y le demostré mi desaprobación con un simple «meouw» y mi mejor cara de trasero. Tomás dice que todos los gatos tenemos la misma cara de trasero; no sabe nada. Él tiene peor cara y sin embargo nadie se lo dice.

Procedí a comer y a beber lo que me habían ofrecido y, aunque el alimento estaba un poco seco y rasposo (ya vería como lo expulsaría) era mucho mejor que lo que estaba acostumbrado a obtener en la calle y además estaba en buen estado.

Intentaba mantener los modales lo más que podía pero aparentemente estaba fallando, hecho que fue confirmado por los comentarios de la madre de Agus y su cuñada (me enteré mientras me traían la comida que a la novia de un hermano se la llama de éste modo. En nuestra especie no tenemos esa clase de compromisos o nombramientos).

—Pobrecito, debe haber pasado mucho hambre—decía una.

—Pobre criatura, cuándo habrá sido la última vez que comió algo?—preguntó la otra.

—Se va a ahogar si come tan desesperado—respondía la primera.

Me sentía incómodo, me observaban todo el tiempo mientras yo intentaba ingerir mi alimento lo más despacio posible pero mi maltratado estómago me exigía a gritos la pronta ingesta.

Por primera vez estuve de acuerdo con Tomás que no dejaba de repetirles una y otra vez:

—Dejen comer tranquilo a ese bicho. Qué tiene de especial? Solo está comiendo.

Una vez vaciado mi plato, todos o casi todos se quedaron observandome una vez más expectantes para ver qué hacía. Me miraban con rostros cómplices y luego dirigían la vista a la caja con piedritas.

—»Por favor! Es que recién acabo de comer! Necesito tiempo para digerir!»—pensaba para mis adentros.

Para la desilución general procedí a acostarme en los trapos que me habían preparado y me dispuse a darme un baño, pero estando con el estómago lleno, el sueño terminó por vencerme.

Desperté; no sé cuanto tiempo había pasado, solo sabía que el padre de Agustín había llegado a casa. Lo llamaron y mientras se acercaba a presentarse tuve que pecar de descortés porque ésta vez sí que el llamado de la naturaleza fue más fuerte que mi educación. Salí corriendo velozmente hacía mi caja, el momento había llegado.

—A ver que hace el amigo?—dijo elhombre.

—Vas a ver que si—dijo Marisol—son re limpios; mucho más que un perro.

«Obvio» pensaba yo. No voy a estar dejando mis cosas al aire libre como esos brutos.

—A ver, vamos a verlo pero que no se dé cuenta de que lo estamos mirando, a ver si le da vergüenza—dijo la madre de mi humano. (Ay señora…)

—Ojalá lo haga, si lo hace se queda no?—habló con tono suplicante éste.

—Tanto circo para eso? Ni que fuera a hacer gran cosa—dijo Tomás con quién por segunda vez en el día estaba de acuerdo.

Fué bastante raro, el disimulo que intentaba llevar a cabo la madre resultó bastante ineficaz. De repente estaba sobre mi caja cubriendo todo con mis patas delanteras como correspondía y tenía encima cinco pares de ojos observándome como si estuviera realizando un complejo experimento digno del más brillante científico (si, también sé lo que son; ya se los dije…TV)

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