Me aburrí y preferí continuar mi exploración del terreno. Bajé de la rama, y fue en ese momento cuando la fuente de beber de Petito se me antojó un oasis. ¿Cuándo había sido la última vez que ingerí agua? Me acerqué a ella y bebí literalmente a manos llenas, pues soy demasiado civilizado como para meter mi nariz en la fuente. Después de sentirme revivido una vez más, fresco y despierto, miré mi reflejo en el agua. Ahí estaba yo, un bicho raro de mirada melancólica, color gris pálido, cabezón y orejón. Sin embargo, no me disgustó mi apariencia. Si me miro por un rato hasta me encuentro guapo. A pesar de las terribles ojeras que invadían mi rostro y un aura oscura que me parecía proyectar, en ese momento me sentía tremendamente vivificado. Apoyé las manos en mi cintura, puse los pies un cuarto para las tres, y me quedé nuevamente observando a Petito, mientras reflexionaba cosas.

De repente Petito ladeó la cabeza, tal vez porque también reflexionaba, tal vez por un estímulo insignificante. Pero no fue porque me hubiese notado, no. En ese momento simplemente le grité:

– « ¡Hey, ¿cómo te llamas?!»

Por primera vez esos diminutos ojos en Babia cayeron en mi figura. Petito dijo: »De ninguna manera». Volé a la rama, colocándome nuevamente a sus espaldas, mientras él esta vez giraba para tenerme frente a frente.

– ¿Cómo que de ninguna manera?

– No me llamo de ninguna manera.

Me quedé pensando unos instantes.

– ¿Cómo te llaman?

– Petito. ¿Cómo te llaman?

– Nodba – Respondí, dejando salir aquellas letras que brotaron de mis labios sin el menor titubeo. No había intentado recordar mi nombre, pero al parecer aún me lo sabía bien y podía emitirlo sin esfuerzo.

– ¿Qué haces aquí, Nodba?

– No lo sé, eso quisiera descubrir. ¿No te habías fijado en que me encontraba justo allí, desmayado, quizás agonizando, hace unas cuantas horas?

– Mmm… No, la verdad no.

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