Que intensiones más capciosas las suyas, Adrián…

Aniquilas toda esperanza, toda ilusión y todo anhelo;

¿Quién se cree para mirarme con tanto recelo?

Yo soy quién debería temerle, pues, aunque por fuera soy fuerte,

Por dentro solo un mar descontrolado de perdición y mala suerte.

El amor me mira con buenos ojos pocas veces, y cuando lo hace;

Solo es para burlarse y recordarme que soy un peón en su juego de mala muerte.

No te atrevas, no me digas nada…

No necesito su compasión, ni su copa inclinada;

Nunca he sido su universo, y usted dejó de ser el centro de mis pensamientos más honestos.

No puede desterrarme de una tierra que nunca fue mía,

Pero una vez que notes mi ausencia, te darás cuenta que nunca estaré vacía…

Caballero, que poco honor el suyo, 

Cuanta pena siento ya que no puede permitirse sentir algo más que orgullo.

Cuanto desdén, cuanto descaro…

Todo el que le siga, está condenado a no ser más que un triste desafortunado.

¿Cuál amor me pide? ¿Cuál amor daría?

Deme una sola razón para quererlo toda la vida…

Dices que me hechas, pero nunca he estado allí,

No porque no quisiera, sino porque usted lo quiso así.

Tierra maldita, tierra de dolor y dinamita…

Cada paso que daba era en falso, hasta que pise uno que me elevó directo hacia el punto más lejano.

Volar lejos de ti me hizo darme cuenta,

No buscas un amor que no desea ser encontrado…

Ni puedes amar a alguien que se siente desgraciado.

Si me muestra sus inseguridades las destruyo;

Pero si intenta infectarme, junto con ellas lo destruyo.

No sabe de amor aquel que lo utiliza para fines aviesos,

Ni el que dice conocerlo, pero actúa cual si fuera un inconverso.

¡Ay, Adrián! Cuanta pena me da…

Culpas al mundo de tus desgracias, pero no tienes nada para dar.

Esta servidora gentil, no forma parte de su lista de ganadoras,

Aunque si te soy sincera, ganarme un lugar en su vida solo me daría una medalla en la vida…

La de una triste perdedora.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS