Voy acariciando la línea al final de tu piel; iré traspasando la suavidad que deja el vapor en tus puros al sudar, e iré llorando al hacerte el amor con tan solo el «te amo» de mi boca; y la conexión de mis latidos en tus pupilas dilatadas.

Lo que fui, sólo el horizonte lo supo; ésa línea que otorga la sabiduría, la infame nostalgia que separa al cielo del mar, al día de las tinieblas, la soledad del tiempo…y el amor, de tus besos. Concentrado en el único rayo de luz puro emanado del Sol, vino que embriaga lo verde de mis ojos: el campo dónde tus alegres sonrisas jugaban, en las tardes de verano cuándo fuiste solo mía.

Se alejó, la luz, la luz conquistadora de mi alma, la luz insoportable de mi vida y espíritu insaciable de pasión…usó la forma diferente de volar: sin alas, sin viento, sin alivio de esperanza…era estrella del firmamento navegando en aguas más profundas que tus ojos azules, aguas más cálidas que tu piel formada al amanecer.

-Tú. La insoportable «luz» que cegaba mi realidad…y hacia sentirme vivo.

-Tú. El espacio que ocupaba todo lugar, todo tiempo…toda razón de mi ser.

-Tú. El perdón que no quiero pedir jamás..tú, la tristeza después de un beso; tú, mi castigo después de la caricia en nuestra piel.



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