Tiene sentido, si te ponés a pensar.

En un mundo donde predomina el individualismo, se me ocurrió ser bondadosa y contemplar las necesidades de los demás por encima de las mías. Creo que, en casi todos los casos, por los cuales sufro una depresión actual gigante, son por eso, por no verme a mí misma también. Ser más egoísta, porque las retribuciones no son muy seguidas, y no puedo esperar tanto tiempo a las correctas. 

Honestamente quisiera dejar de mirar por sobre mi hombro y preocuparme hasta por la respiración de la otra persona, y atribuirme toda la culpa, y sentir, y sentir y no razonar. ¿Es porque considero más importantes los sentimientos que los pensamientos? ¿Las emociones? Y los racionalistas terminan por envidiarme, cuando es un viceversa. Quiero razonar; no pensar, sino tener un juicio crítico, no sólo en lo que siento sino en lo que analizo y lo llevo lejos de mis emociones.

Por otro lado, acerca del pasado -escribiendo esto con un ansiolítico en sangre y tratando de mantener mis dedos firmes sobre el teclado- ya no quiero volver atrás. Poner un punto sin retorno, un final sin repetición de la película (ya tantas veces observada y manipulada) y girar hacia adelante. Porque merece, parece ser, merece la pena mejorar, y que existen soluciones, y no se trata de aguantar sino de buscar respuestas y confirmar teorías.

Hace frío y está húmedo, y todo me lleva al cansancio del día. Casi me duermo antes, pero mis propias palpitaciones interrumpían mis párpados semiabiertos, con el barullo mental de siempre.

Es lo que hay.

Es lo que me tocó.

Y, sin embargo, si quiero vivir, tengo que atenerme a las consecuencias de ello. Darle fuerza, poder, ganas de reventarme por enésima vez la cabeza contra el muro y acostumbrar aún más mi cráneo. Endurecerme, golpear con la misma fuerza en la que me golpearon y me golpeé. Actuar, construir, destruir lo fallidamente construido. 

La depresión es una distorsión de la realidad, una realidad negra y maldita, pero no es la verdad. La verdad es la realidad. Y la realidad sostiene que poseo el mismo valor que cada uno de las personas existentes, y no menos. Que soy única, irrepetible, hermosa, y fuerte, y que en la debilidad fui aún más fuerte, y tomé decisiones erróneas y acertadas, y se me considera todo eso. 

Un Dios que me dio cierta cantidad de talentos con la misma cantidad de pruebas, a quien debo responder en un final de todo. Y ya.

Tiene sentido, si te pones a pensar. La crueldad de existir la experimento ahora mismo, y duele un infierno, a pesar de mis intentos de decrecer mi sensibilidad y mis sentimientos. Atribuyo a colores las emociones, y todo esto pareciera ser negro. Pero, ¿no dije que la depresión es una distorsión de la realidad? Y yo padezco depresión, ¿a qué nos lleva entonces todo esto?

¿Posee un sentido?

Al parecer sí. Todo lo que he vivido, al parecer, me ha servido como experiencia, y esto no parece quedarse atrás. Indirectamente hablo por mí misma al ayudar a otras personas y contarles sobre mí, aconsejar y explicar según lo que experimenté. Me ayuda frente a nuevas dificultades. Tomo decisiones, no miro atrás, pico y paleo aunque no sepa hacerlo.

Tengo que seguir peleando. Por mí. Y, ésta vez, solo por mí.

Luego está el resto.

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