Había estado girando en círculos. A veces le ocurría. Era como si su energía vital se escapara a otras dimensiones. Entonces la marioneta carne quedaba girando, deambulando sin orden ni concierto. Normalmente aterrizaba, presa del desconcierto.
Después de muchos círculos, halló una puerta abierta. Entró.
Había llegado a su casa. Se detuvo frente al espejo.
En ese instante la energía vital reingresó a su cuerpo. Él tuvo la apabullante sensación de que nunca había conocido a ese señor.
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