Últimamente la gente que me rodea debe verme mayor, porque cada vez, con más frecuencia, me plantean imbecilidades. Entre esas personas incluyo a mis hijos que deben pensar que estoy algo achacosa y deprimida; eso, o que ya no saben que idear para tenerme entretenida y no tener que soportar la guerra que les doy. Pues eso, que ellos, por su cuenta y riesgo y, sin consultarme si quiera, me han apuntado a un taller de escritura creativo. Mon Dieu! Ce qui doit être vu!.
Desde luego, en todo los años que llevan conmigo, no han sido capaces de aprender que yo soy pintora. ¡Amo la pintura!. ¡Adoro pintar!. Pintura, pintar. Pintura, pintar. Pintura, pintar. No escribir, no esculpir, no cantar, no tocar el piano ni nigún otro instrumento musical, no bailar, no diseñar edificios, no.., no…, no… Digo yo que no puede ser tan difícil de entender. ¡¡AMPLIAR HORIZONTES DE CREATIVIDAD!! Esa es la frasecilla que me han soltado para acallar mis múltiples quejas. ¡La creatividad no tiene límites, ni fronteras!. Otra magnifique frase que han empleado contra mi.
Cést bon! En el taller se trabaja mucho con imágenes: fotos, videos, gifts, etc. que, según ellos, son los cuadros, las pinturas del presente y del futuro. On y va! Que digo yo que el Monet del futuro no captará la impresión de un nenúfar sobre las tránquilas aguas de los estanques de Giverny, sino que hará un documental sobre la naciente ninfeácea brotando del fondo de una cenagosa charca.
Bon. Il y a des batailles qu´il vaut miux ne pas enter.! En el fondo reconozco (aunque nunca lo manifestaré delante de mis hijos) que cierta curiosidad por el taller y sus enseñanza sí que tengo. Siempre he sentido que la pintura era una llave que me abría las puertas del palacio de la creatividad y ahora, siento que este taller va a permitirme pasearme por salas de ese castillo aún desconocidas por mi.
Il est vrai que aunque tengo algo de rebeldía en mi interior, mi capacaidad de obedecer y disciplina es mayor, así que me he puesto manos a la obra y he aquí mis pequeños logros: me he creado una cuenta en una cosa que se llama Tik-Tok y uno de mis nietos me ha dicho que ahora ya soy ¿Tiktoquer? ¿Tiktoker? ¡No lo sé ni escribir!. En adelante en lugar de Madame Laflamue, seré Ticktoker Flamant y hasta he publicado.
Tras todo este proceso, lo que he obtenido, de momento, es un me gusta de mi hijo el mayor (deber ser para que no me desapunte del curso) y una llamada de mi nieto favorito, diciéndome que menuda porqueria mas aburrida he subido y que él, para no ponerme un no like o un dedo hacía abajo, no va a ponerme nada y siete me gustan de desconocidos. De tout faiçon, ¡esto de Tik Tok es todo un mundo por descubrir! y parece ser que hay otras similares, ¡anda que no me queda tarea a mi por delante!.
Estoy pensando que mi siguiente paso es aprender a bloquear a mi nieto, el crítico de la porqueria y a todos los que no me den un like o me pongan un corazoncito de esos tres charmant. Esto me lleva a reflexionar que las críticas es un camino de piedras que los creadores tienen que aprender a también a caminar.
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