Hola, abue. No te puse ofrenda porque, pues, nunca pongo ofrendas pero quiero escribirte algo y quiero que quede plasmado por aquí y que lo lea quién lo quiera leer.

La verdad no hay palabras —sabes que no las tengo— para describir qué fue lo que pasó con nosotras en los últimos años de tu vida, abuelita hermosa. Es tan horrible crecer y dejar las cosas que en verdad te hacen feliz, tener que «madurar» y tener nuevos roles, nuevos intereses y descubrir y engancharse a esas cosas que tú jamás hubieras querido para mí. Es duro, es difícil, pero sabes que así es la vida: nunca somos lo que la gente que nos ama y nos vió crecer quería que fuéramos. Es un edicto.

A pesar de eso, a pesar de que desaprobabas los tatuajes y los piercings y que tú eras amante del danzón, jamás JAMÁS me juzgaste, sólo llegabas a decirme: «pero si yo no te enseñé eso, ¿o sí?» y llegaba de la escuela y ponía mis canciones de punk, ska o el Toxicity completo de S.O.A.D y no me decías nada, me dejabas escucharlos al volumen que yo quisiera: contigo me sentía libre, podía ser yo, podía quitarme esa represión constante y podía ser quien realmente era contigo. A veces te contaba cosas —no todo, y mientras más crecía menos te contaba—, y tú siempre me dabas las palabras precisas, los consejos y sobre todo TODO EL AMOR INCONDICIONAL, en cada paso, cada día. Tú siempre estuviste orgullosa de mí, aún no sé por qué, pero siempre me diste todo el amor que tenías, toda la paciencia, todo lo que tú eras, todo lo que tú tenías era para mí también, ¿y sabes? sé que nunca nunca nunca pude devolverte ni siquiera un poquito de todo lo que me diste, eso siempre me va a perseguir, que no hice nada relevante por ti nunca, cuando tú diste tu vida por mí. Ay, mi viejita, te amo tanto tanto, lo poco o mucho que tengo de buen ser humano es por ti.

Y sí, a veces me arrepiento de las cosas que no hice: irte a ver a tus recitales, irte a cuidar más, irte a visitar más seguido, el que a veces no te llamara en fechas especiales para ti, lamento tanto haberte fallado… pero qué importa ya, ¿verdad?

Perdóname.

Y gracias por siempre es lo que te puedo dar y decir: gracias por tanto, gracias mi viejita hermosa porque siempre me recibías con tanto amor y me contabas cosas, tus anécdotas, tus peripecias, cosas muy íntimas de tu vida; gracias por llevarme a tus clases de Corte y Confección, gracias por ponerme «canciones de la Revolución», a Los Panchos o a Bronco, o por decirme que Los Cañones de Navarone te gustaba mucho porque la película también te había gustado (y te aseguro que no hay día en que escuche esa canción de los Skatalites y no me recuerde a ti), gracias por llevarme al parque, por comprarme ropa, por hacerme comida tan deliciosa y tan única, gracias por ir a dejarme y recogerme de la escuela, gracias por ayudarme a la tarea, por llevarme y recogerme de mis clases de danza, gracias por los regaños, gracias por llevarme a conocer Veracruz en tren, gracias por dejarme conocer a tus hermanos y hermanas, gracias por siempre estar pendiente de mí, por ir a las firmas de boleta, por acompañarme a comprar cosas de danza o de la escuela o personales, gracias por enseñarme pasos de Danzón (que nunca aprendí) o a cocinar o a tejer (que tampoco aprendí), gracias por mi Zoe y mi primer libro del Marqués de Sade, gracias por dejarme ver TV contigo, gracias por no juzgarme, gracias por todo el amor que tenías… y por todos los recuerdos, tus consuelos, tus besos y tus abrazos, por secar mis lágrimas en más de una ocasión… no acabaría, sabes que no acabaría.

Creo que hay una sola cosa que te reproché: las veces que te ibas a casa de otros de tus hijos y me quedaba sin ti los fines de semana o a veces más tiempo —porque muchos requerían de ti para cuidar de mis primos—; yo sentía que se me rompía el corazón, que me ibas a dejar de querer, ¡o peor aún! que me ibas a abandonar. O cuando te fuiste de la casa de mis papás definitivamente, aunque después entendí muchas cosas. Yo también me iba a ir de ahí algún día. Y la verdad agradezco que te hayas ido tú primero y no llegar a decepcionarte. Sólo diré eso.

Te amo por siempre, mi viejita, mi abuelita hermosa. Eres eterna e infinita y ahora etérea.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS