Día 3: son la 1 de la mañana y los gritos de dolor de algún refugiado en el sanatorio aún me persiguen. Los medicamentos se empiezan a acabar y también mis fuerzas. He buscado un rincón donde dormir. No sé si sea una buena idea…
-Acaso no quieres desaparecerlos a todos?- el fantasmagórico demonio finalmente había aparecido frente a mi. Desde antaño tenía la convicción que ese pequeño demonio vivía a mis espaldas y ahora, finalmente, daba la cara.
-Claro que quiero- contesté desafiante. Mis rodillas temblaban. Me senté en el suelo para disimularlo.
-Y en cuántos has pensado?- preguntó incendiando aquel par de rendijas por dónde me miraba.
-Todos he dicho!
-Siempre has sido muy tonto- rió con sorna, cómo sólo un demonio podría hacerlo – no necesitas eliminarlos a todos – continuó- sólo un pequeño porcentaje.
-Parece que tú no lo entiendes. Existimos en un exceso del 200%. Si quisiera que todo cambiara, necesitaría eliminar 3/4 partes del total.
-Me sorprendes hablando de números que jamás has comprendido
Su exasperante actitud, comenzaba a irritarme, sin embargo decidí mantener la calma.
-Pues no te veo dando ninguna solución!- contesté con sarcasmo
-Eso quieres, cierto? Que resuelva el problema como siempre. Pues bien, lo haré nada más para dejarte en ridiculo una vez más y esta vez será mirándote a la cara.
Tragué saliva y continué mi puño. Tal vez este demonio siempre haya vivido en mi, pero no soportaría las burlas de nadie. No había llegado a ser líder de uno de los países más poderosos del mundo por dejar que alguien se burlara de mi y a mis 60 años, no permitiría que alguien empezara a hacerlo. Sin embargo, quería escuchar su respuesta. Tal vez cada momento de creatividad mío dependía de ese demonio.
-Te lo explicaré. Pongamos los números sobre la mesa. Cuántos has contado?
En medio de la nada, una mesa se materializó delante de nosotros y una cuadrícula digital marcó 0.
-Seis mil- respondí
-Y tu progresión será de…
-8500
-Asumo en que en 5 años, como tiene costumbre tu grupito de gente
Realmente debería querer escuchar sus respuesta, o no soportaría tantos comentarios fuera de lugar de su parte. No por escuchar burlas, había llegado a ser dos veces líder de la mayor organización mundial.
-Bueno, tú dices 6000, yo te lo explicaré con 600.
Al tono de sus palabras el marcador dibujó el número que acababa de pronunciar.
-Te demostraré que tan sólo quitándote el 1% puedo acabar con todo.
No pude evitar soltar una carcajada. El problema que me atormentaba los últimos 20 años tenía que ver con mucho más que un maldito 1%.
-Nada se soluciona quitando un 1%. Es más, ni siquiera es relevante hablar de un 1%
-60 años y me sigo sorprendiendo de lo poco que habrías logrado sin mi.
Escupí al suelo en señal de rebeldía.
-Concéntrate! – gritó. No pide menos que estremecerme- si le quitas el 1% a 600 y al resultado le quitas el 1%, y repites el ejercicio por 60 veces, que es el plazo de tus tontas progresiones, cuánto obtienes?
Sin darme tiempo a calcular, un número asomó ante mis ojos: 330.5. No podía creerlo. No articulé ninguna palabra.
-Veo que ahora lo entiendes. Ahí tienes la solución a tus problemas en el mismo plazo que tus progresiones habían encontrado la cifra del colapso.
-Cómo lo consigo? -supliqué- sin darme cuenta había caído de rodillas encantado por aquel número. Sesenta veces el 1% era la solución a todo.
-Pues se supone que el genio aquí, eres tú. Pero puedo aportar con algunas ideas, de todos modos jamás me das el crédito de nada.
Lo observé con compasión y acepté en mi espíritu que aquel demonio manejaba a su antojo mis decisiones.
-Enférmalos a todos.
Solté otra carcajada
-Es probablemente lo más tonto que jamás haya escuchado. Me sorprende de ti. Jamás se ha podido. El mayor logro fue una tercera parte del total. Sería imposible llegar a cada rincón del mundo. Cómo conseguiría hacerlo con todo el mundo?
-Nuevamente me sorprendes al demostrar tu ignorancia. Sólo necesitas enfermar a 1.
-Explícame- me acomodé a su costado y me sentí como un niño que está a punto de aprender a leer.
-Cuánto tiempo pasas frente a un tablero de ajedrez? -sin esperar a mi respuesta, continuó- recuerdas al rey Sheram? Seta le pidió sólo un grano en la primera casilla y el doble por la siguiente. Conoces el resultado de la casilla sesenta y cuatro: 18 trillones. Tú ni siquiera necesitas ese número. Te basta con la mitad del tablero.
Al compás de sus palabras, toco la mesa y el tablero de ajedrez se iluminó pintando de color rojo 33 casillas, un número voló ante mis ojos: 4294. No pude evitarlo, pero una sonrisa diabólica se apoderó de mi rostro. Mi ánimo se renovó. La solución estaba dibujada ante mis ojos.
-Con el aire! -grité- con la piel, sin síntomas, que viva en cada superficie, y que no se mal visto a los ojos del mundo, sin llamar la atención!
-Muy bien- el demonio me regaló una sonrisa piadosa- veo que finalmente lo has comprendido.
-Un resfrió. Y el mundo lo agradecerá! Lo pondré en sus pulmones, les haré creer que sus deficiencias inmunes los matan y moriran por el tratamiento. Morirán intentando salvarse -mi sonrisa era cada vez más grande- el 1% cada 30 días, o menos si hago algunos ajustes – mis emociones comenzaron a desbordarse- sus sistemas combatirán la enfermedad en 15 días, pero seguirán en contacto. Y cuándo se den cuenta ya habrán pasado 33 casillas de ajedrez. Es maravilloso!-exclamé.
-Lo es! Bueno-continuó con esa media sonrisa diabólica- veo que ya tienes pensado los detalles.
-Y si consigo doblar los números? -pregunté con inocencia- 2%- relamí cada sílaba en mis labios.
-Siempre supe que eras más desalmado que yo mismo. En fin, te dejo trabajar. Ah -cortó- por cierto, casi lo olvido, no vayas a dejar que esta vez algo salga mal. Recuerda que desde ahora, para ti, el número perfecto es 1. Así que tienes que garantizar esa primera víctima.
Mis ojos se apagaron al ver esa sonrisa espeluznante.
-Uno- repetí lentamente.
-Exacto, no puede haber errores. Tú serás el primero. Nada es gratis después de todo – me lanzó un guiño y desapareció.
El frío que se adueñó del ambiente no me inmutó. Durante más de 20 años había buscado la solución y no iba a ser ese, el momento para retirarse. Tenía que hacer un último trabajo, y que viaje por el mundo, que vaya en cada persona, que llegue por saludar y que cubra cada ciudad en un plazo maximo de 33 días. Me encantaba lo irónico del asunto: Destruir la sociedad por comportarse como sociedad.
La noche aullaba y se sentí fría, pero no habría momento para descansar. Nada podría detenerme ahora, y sí, también estaba decidido: yo sería el primero.
Los gritos de dolor aún pudieron despertarme, me sentí desorientado por un buen rato antes de recordar dónde estaba. Casi sin controlarlo inicie el rumbo hacia el origen de los llantos. Parpadeé varias veces y sacudí la cabeza queriendo olvidarlo todo. Entre tanta confusión, sólo quise que del sueño de una pobre lechuza, todo se tratara.e del sueño de una pobre lechuza, todo se tratara.
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