No se encuentran las palabras que uno busca en el fondo de un lago con tinte rojo. Si no, en un vaso con cierta graduación que permita al cuerpo auto-flagelarse verbalmente a los gritos en un huracán de confesiones en medio de un bar.

Ese era yo, Samuel Patrick Borg, en el bar de la Comadreja en un pueblo apartado al norte de Idaho, llamado Reddawn Forest. El Bosque del Amanecer Rojo, fundado por un profeta y sus seguidores del Amanecer Rojo, quienes creían que el final de los días iniciaría allí. Lo único que inicio fue su exterminio a manos de los indios bandidos que llegaron y los masacraron, no a todos, pero si a la mayoría incluido el mismo profeta.

Así comienza…el descenso a la locura. Con un amanecer rojo.

Capitulo I

La Ciudad de Cemento y Pesadillas.

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