Blaze! Capítulo 104

Capítulo 104 – Emergiendo hacia la oscuridad.

Hänä corrió desesperadamente por los oscuros pasillos mientras se tapaba la boca para evitar que la sangre que salía de su boca cayera al piso, sintiendo como unas rápidas pisadas desnudas iban tras ella. Tosió todo lo que pudo mientras corría hasta quitarse la sensación de picazón de la garganta, metiéndose entre unas rocas rotas de una pared, escondiéndose dentro de una imprevista y estrecha cueva. Katha perdió el rastro de la maga, siendo confundido por ruidos hechos por la dispersa Claire que llenaba todos los espacios y vigilaba desde cerca todo lo que sucedía, ganándose la atención del Abysmal Greed que comenzó a moverse como loco buscando la fuente de los desorientadores sonidos, fijándose en un punto en particular del sombrío templo.

Así que allí estás… –dijo el rey de la lujuria, capturando parte de las ondinas que conformaban la totalidad de Claire, obligándolas a concentrarse contra su voluntad en un solo y tenuemente brillante punto de luz flotante, causándole sufrimiento psíquico al dividido ente, lo que hizo que todas las otras ondinas acudieran al llamado para intentar ayudar a las captivas, siendo también capturadas y añadidas a la bola lumínica hasta que Claire al completo se reunió sobre las manos del hombre—. ¿Tú eres una de ellas? Yo vi a dos chicas, pero tú no pareces ser una…

Claire no le dio en el gusto y no vocalizó una sola palabra, a pesar de la insistencia del hombre, quien presionó la esfera de luz azulada con sus sucios y lujuriosamente olorosos dedos, tratando de dañar a las ondinas, quienes se escurrían entre sus dedos pero sin poder escapar de la presión que el ojo mágico ejercía sobre ellas.

Tengo a tus amigas, chiquilla, no me obligues a hacerles daño y sal de tu escondite –dijo Katha mientras caminaba lentamente a sus aposentos, valiéndose de la luz de Claire, que flotaba arremolinándose sobre la mano del hombre, avanzando ambos por el lóbrego lugar.

Hänä intentó acudir en ayuda de Claire, pero la cantidad de sangre que había perdido le impidió moverse con celeridad, sintiendo que iba perdiendo la consciencia lentamente, alcanzando a lanzar un hechizo sobre su propia sangre para que esta se mantuviera dentro de su cuerpo, sucumbiendo a la pérdida del vital fluido.

Despertó después de un tiempo indeterminado, con apenas fuerzas para sentarse contra una pared, respirando agitadamente y con el cuerpo caliente, sintiendo la boca seca y con un sabor metalizado. La sangre que acumuló en su cuerpo estaba podrida, separando la porción descompuesta de la parte líquida y funcional, obligándola a volver a su torrente sanguíneo, vomitando la oscura y espesa podredumbre, recuperando un poco de su movilidad, no así su fortaleza.

Se arrastró como pudo hasta encontrar algún punto donde la división que separaba el interior del templo con el océano estuviera relativamente escondido, esperando a ver algún pez que pasase por el lugar para capturarlo. Sabía que corría peligro al hacer eso, así que se cubrió con el Mist Veil y aguardó hasta poder hacer su movimiento, durmiéndose al cabo de unos minutos. Despertó sobresaltada, mirando en todas direcciones, cubierta aún por su hechizo de invisibilidad, aliviándose momentáneamente, continuando con su búsqueda de alimento, hasta que dio con un desdichado y alargado pez, envolviéndolo con una burbuja de agua, atrayéndolo hacía su ubicación, pasando a través de la división y quedando escondido de inmediato detrás del velo de niebla, algo que no alcanzó a ser visto por el Abysmal Greed que en ese momento se encontraba vigilando a Claire y además estaba dominando a una de las esclavas sexuales de Katha, aunque si alcanzó a percibir por su inexistente rabillo un rápido y extraño movimiento, volviendo a concentrarse en lo que estaba controlando actualmente.

Hänä comió desesperadamente el pez, inclusive triturando los delgados huesos de este, aprovechando al ser en su totalidad, hinchándose sus tripas por la cantidad de comida ingerida, volviendo a su improvisado escondite para poder procesar el alimento, durmiéndose en el acto después de asegurar la entrada con una roca. Durmió por varios días, recuperando en parte su función pulmonar, aunque aquejada todavía por la maldición, no contando con sus instrumentos para realizar su ritual de sanación y de la compañía de Claire. No podía seguir escondiéndose, Claire la necesitaba, además no le quedaba mucho más tiempo, la maldición estaba causando estragos en su cuerpo y si no lograba tratarse pronto sería su fin. La maga se armó con sus pocas fuerzas y se encaminó a la habitación del rey, sin usar su neblinoso velo para ahorrar poder mágico. Fue vista de inmediato por el Abysmal Greed y eso era lo que quería.

¿Quién es la muchacha que camina lentamente por mi palacio? –preguntó Katha, soltando a la mujer que estaba violando, dejándola caer al piso con desdén, recibiendo la imagen de Hänä que estaba acudiendo voluntariamente a su encuentro—. ¿No crees que te demoraste demasiado tiempo en venir a salvar a tus amigas?

Hänä escuchó los desesperados chillidos de las ondinas, acelerando sus pasos hasta quedar en el portal de la habitación, mirando de frente a Katha y al Abysmal Greed, siendo capturada por su mirada mágica en el acto.

Ven –dijo Katha, ordenándole que avanzara mediante el poder del artefacto incrustado en su pecho, mandato al que Hänä no opuso ninguna resistencia.

Voy porque es lo que deseo –respondió Hänä, tratando de caminar con naturalidad a pesar del influjo del ojo mágico, negándose a que pisotearan su voluntad—. Libera a Claire.

Claro, después de que seas mía –respondió el lascivo rey, saboreándose al ver la nueva carne frente a él, obviando lo maltrecha que se veía la muchacha debido a su penetrante y decidida mirada que no se apartaba de él, sin miedo ni dudas.

¡Libera a Claire! –exigió nuevamente Hänä, deteniéndose en su caminata, contrariando al Abysmal Greed, quien recibió destellos de la voluntad y deseos de la maga, haciéndole desviar su mirada de la muchacha, girando extasiado sobre el pecho de Katha ante la grandiosidad de las aspiraciones de la desafiante mujer.

¿Qué es lo que sucede?, ¿qué estás haciendo? –preguntó Katha, sintiendo como el ojo mágico se revolcaba sobre su pecho, erosionando la zona de contacto, causándole un leve sangrado—. ¿Por qué…?

Eres indigno del poder que ostentas –dijo Hänä mientras el Abysmal Greed veía como las mareas se elevaban formando una inmensa muralla de oscura agua y, sobre esta, una estruendosa tormenta que desgarraba los cielos mientras solo una persona prevalecía en la cima de la gigantesca masa líquida—. ¡Libérala!

¡Detente allí! –exclamó Katha, extendiendo sus temblorosas manos, sin entender lo que pasaba, caminando en retroceso.

El Abysmal Greed presenció todo lo que Hänä deseaba, olvidándose de lo que Katha le había mandado, liberando a Claire al perderse dentro de las profundas ambiciones de la maga, permitiéndole a las ondinas reagruparse dentro de su cubierta de carne, entrando a la habitación para presenciar el ascenso de su querida maestra.

Tengo tu atención, lo sé, ¿qué más necesitas para aceptarme? –preguntó Hänä, caminando voluntariamente ahora ante un espantado Katha, quien ya notaba que el influjo del Abysmal Greed había desaparecido por completo y no obedecía sus órdenes, cayendo sobre su trasero y arrastrándose hacia atrás para alejarse de la maga.

¡No sigas avanzando! Claramente tenías mi atención desde que entraste en la habitación, ¡bruja! –respondió despectivamente Katha, sin percatarse de que no le dirigían la palabra a él, tapándose el rostro con ambos antebrazos.

¡Calla, desgraciado! –exclamó Hänä ante un acorralado Katha, parándose frente a él con el orgullo de una reina, mirando con enojo al hombre que yacía a sus pies—. Le hablo al Abysmal Greed, tenemos asuntos por acordar…

El Abysmal Greed no apartaba su vista de Hänä, fascinado por la grandeza de la mujer, incapaz de responder ante la pregunta de esta, viendo como Claire llegaba y se quedaba unos pasos detrás de su reina sin perder contacto visual con la ambiciosa maga.

Ya entiendo –dijo Hänä, utilizando su poco poder mágico remanente para mover el líquido interno de su ojo izquierdo hasta hacerlo emerger de su cuenca, introduciendo sus dedos en el agujero para extraer el globo ocular, arrancándoselo de cuajo y pasándoselo a Claire para que lo utilizara en desmedró de uno de los que ya poseía.

Hänä estiró ambas manos ante un desesperado Katha, quien gritaba ante el grotesco e inexpresivo espectáculo que la maga acababa de realizar, sintiendo como el Abysmal Greed abandonaba su pecho, flotando hacia la muchacha hasta depositarse en sus palmas, siendo insertado manualmente en la órbita ocular vacía de la chica, vinculándose a todas las estructuras internas visuales de Hänä, recuperando la visión recién perdida después de acomodarse y dar los primeros parpadeos de toda su existencia. Las esclavas de Katha se dieron cuenta de esto, levantando sus cabezas desde sus escondites, comenzando a cuchichear y planeando su proceder.

Ahora, después de este pequeño sacrificio, acabo de coronarme como la única Diosa del Agua –dictaminó Hänä, cambiando de color su cabello al mismo que lucía Claire, alisándose completamente este, creciendo hasta el mismo largo que el de sus ondinas, pareciendo un par de hermanas gemelas—. Quien dude o se atreva a cuestionar esto, sucumbirá ante el peso de mi serena profundidad.

Hänä agarró su torso con ambas manos, clavando sus uñas sobre la superficie de su piel, sangrando finos hilos de sangre, llenando sus pulmones con aire fresco, aguantando la respiración, presionando fuertemente sus costillas con sus manos, obligando a la maldición que la hería internamente a sobresalir a la fuerza mientras la observaba con el Abysmal Greed, tragándosela el ojo mágico hasta hacerla desaparecer de su cuerpo, liberándola del hechizo mortal impuesto por la vengativa sirena, cayendo sobre sus rodillas por el esfuerzo.

Al fin algo de alivio… –susurró Hänä mientras era ayudada por Claire a incorporarse, viendo como las antiguas esclavas de Katha se habían armado con huesos y palos contra el hombre, acorralándolo contra una esquina de la habitación.

Ya no tienes nada de poder contra nosotras –dijo una de las recién liberadas mujeres, golpeando a Katha en las piernas con un hueso largo y grueso, produciéndole un hematoma de inmediato.

El grupo de mujeres comenzó a atacar a Katha, golpeándolo, humillándolo y vejándolo de la misma manera que él había hecho por tantos años, los que superaban la cantidad de tiempo natural que una persona podría llegar a vivir, todo mientras el hombre suplicaba perdón y piedad, hallando oídos sordos y ojos inflamados por la ira de la venganza, siendo vapuleado hasta que no pudo defenderse ni mantenerse en pie.

Las ajusticiadoras se detuvieron un momento, buscando a la reina esposa de Katha, llevándole un hueso afilado y roto para que acabara con el hombre, habiéndole guardado ese honor a la mujer que tantas veces las salvó de su tortura, invitándola a unirse al festín de golpes. La mujer se acercó al grupo de féminas cargando el hueso que le entregaron, siendo llamada a viva voz por el malnacido de su esposo.

¡Raphaela, ayúdame, Raphaela! –exclamó Katha, estirando las magulladas manos en señal de perdón, agachando la cabeza mientras la sangre abandonaba su cuerpo lentamente, sacudiéndose y temblando por la golpiza recibida.

Raphaela miró a su esposo con los ojos llenos de lágrimas, alzando el hueso por sobre su cabeza, dudando en si dar o no el golpe final, dejándolo caer con toda su fuerza al piso, fracturándose este por el fuerte impacto.

No quiero saber más nada de ti –dijo Raphaela, incapaz de golpear al hombre, a pesar de todo el daño que él les infligió a ella y las otras mujeres por tantos años, dándole la espalda y retirándose de su presencia.

Las mujeres se abalanzaron a atacar a Katha como si fueran unas desalmadas arpías mientras Raphaela se retiraba a hablar con Hänä, matando y desmembrando al hombre, siendo salpicadas por la sangre del abierto cadáver de su captor, comenzando a colapsar el templo ante la extinción de su dueño.

Muchas gracias por liberarnos de sus garras –dijo Raphaela, tomando las manos de Hänä, recibiendo una reverencia de Claire, sintiendo todos como el templo se sacudía y se desmoronaba sobre sus cabezas.

Por nada, aunque nunca fue mi intención –respondió Hänä con desinterés, mirando las rocas del templo caer y partirse, dirigiéndose a Raphaela—. Ya se deshicieron de él, pero no interviniste, ¿por qué?

Yo… no… –balbuceó Raphaela viendo las palmas de sus manos, observando como las otras mujeres se regocijaban en torno a las deshilachadas carnes de Katha, llevándose las manos al rostro, llorando con un sentimiento agridulce de felicidad y culpa, incapaz de articular palabras.

No tenemos tiempo para esto, este lugar es peligroso, debemos irnos ahora –ordenó Hänä, convocando a las mujeres a reunirse en torno a ella y Claire, formando una burbuja gigante de agua e inundando el lugar para que las rocas no cayeran sobre sus cabezas, comenzando a subir el grupo de mujeres lentamente a la superficie del mar, logrando salir ilesas.

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Hänä y Claire emergieron del agua, sintiendo una extraña y poderosa energía espiritual que agitaba el mar, como si se tratara de un cataclismo capaz de destruir todo a su paso con la fuerza de los embravecidos oleajes, viendo como una figura humanoide gigantesca caminaba en el agua como si estuviese remojando los pies en un río de poco caudal.

Debemos encontrar de inmediato a Blaze –dijo Hänä a Claire, nadando para alejarse de la inmensa criatura, siendo seguidas de cerca por el grupo de mujeres, ayudándolas a llegar a la costa con sus poderes ante el desconocimiento de estas para movilizarse en el agua.

Una vez llegaron a la costa, perdieron de vista al gigantesco ser, aparentemente desapareciendo entre las espesas nieblas del altamar, dejando un halo de preocupación en Hänä y Claire al notar que solo ellas se percataron de la colosal criatura. Las despreocupadas mujeres se reunieron y celebraron su libertad, chapoteando en las olas de la orilla, aprovechando de sacarse la sangre que las manchaba de pies a cabeza, la cual no salía a pesar de frotarse con arena y agua, quedando sus pieles manchadas para siempre con el fluido vital de Katha.

¿Qué es lo que pasa?, ¿por qué no sale? –preguntó una de las mujeres mientras se rasgaba sus ropajes, desquiciada por no poder quitarse la sangre de encima, gritando de desesperación, siendo contenida por las otras mujeres, abrazándose grupalmente mientras sollozaban.

Entonces, ¿qué harán ahora que son libres? –preguntó Hänä a Raphaela, quien tenía a sus espaldas al grupo de mujeres ensangrentadas de por vida.

Debimos morir con el templo, no tenemos idea de cuánto tiempo más de vida nos quede, pero creo que debemos dedicarlo a sanar, tanto a nosotras mismas como a otras en nuestra misma situación. Será su sangre nuestro recuerdo de que ese no es el camino a seguir, no nos rebajaremos a su nivel y hallaremos una nueva forma de ayudar, por lo que nos quede de vida –declaró Raphaela, siendo secundada por el grupo de alicaídas mujeres, saliendo todas de la costa, separando sus caminos.

Un camino para una diosa y su sirviente, otro para un grupo de mujeres vestidas completamente de rojo, lideradas por una reina arropada por una brillante túnica blanca, destinadas a no encontrarse nunca más hasta el final del todo.

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