POBRE RIQUEZA

POBRE RIQUEZA

Joanic92

28/10/2022

                                                                           POBRE RIQUEZA

En días como hoy me siento profundamente agradecido por ser una persona que se encuentra en la plenitud de sus sentidos y me parecería negligente no ser capaz de apreciar todas las maravillas que me son reveladas por los mismos.

Todos tenemos un sentido más agudizado que nos hace ser más conscientes de los acontecimientos que dan luz a nuestras percepciones y las razones de los mismos.

En mi caso, me siento un privilegiado por disfrutar de la vista y de los recuerdos que de ella me quedan en forma de imágenes perpetuas que se guardan en los rincones favoritos de mi memoria. Los fotogramas de nuestras vivencias no se circunscriben solo a lugares o hechos, sino que también comprenden a las personas.

Durante mis vivencias, en mis treinta años de vida, he tenido la oportunidad de conocer diferentes lugares del planeta. En unos casos, las circunstancias de la vida me pusieron en ellos y. en otros casos, la vida me puso en esas experiencias. Os animo profundamente a viajar y a impregnaros de las personas y de los lugares que dan sentido a la existencia de las diferentes sociedades.

Entre todos los rincones del mundo que he visto y disfrutado tengo una particular simpatía por un país que se esconde en el continente asiático. El sitio del que hablo es una de las mayores extensiones del planeta y que cobija a una de las poblaciones más numerosas del mundo. Es un lugar que está plagado de una naturaleza viva y de unos recursos naturales que aún están por explotar. Es una de las mayores economías sumergidas del mundo y una de las más grandes esperanzas de nuestro futuro. Es un lugar que no está bien valorado porque las personas solo aprecian lo material, el aspecto y las impresiones banales del mismo.

El lugar del que hablo esconde auténticas obras de arte y parajes incomparables. Es el hogar del gigante mamífero por excelencia; es un lugar de contrastes donde lo bello y lo feo no está más que separado por las concepciones personales; es un sitio que es capaz de lo mejor y lo peor al valorar a los seres de nuestra naturaleza; es capaz de divinizar a un animal tan noble como la vaca y de desprestigiar al mejor amigo del hombre y poner a las personas a la altura de los mismos.

Querido lector, a estas alturas ya sabrás que estoy hablando de la maravillosa India. La India de las especias, del colorido, de las calles repletas de miles de personas, de los monzones imprevisibles, del tráfico incesante, del ruido permanente, de las lonas repletas de libros en forma de tiendas, de las fachadas monumentales, de los pasos de cebra inexistentes, de los trenes repletos de personas en lo que con suerte puede entrar la mitad de tu cuerpo, de los vagones de trenes que aún distinguen por sexo y por clases sociales, de los campos de arroces anegados de agua, de las frentes con puntos rojos, de las chanclas como prenda por excelencia, de los mantos hermosamente bordados, de los “sarees” llenos de colores vivos y de belleza indescriptible, de las montañas llenas de pequeños ríos a los que la gente acude a lavar sus alamas para limpiarlas del estrés y del desasosiego que la mera respiración puede ocasionar; en definitiva, de la India de los millones de calificativos.

Quizás te estés preguntando que notable experiencia me llevo a deambular por aquellas calles. La respuesta es sencilla; como suele pasar, fui a ofrecer mi dedicación personal en forma de tiempo con las personas más necesitadas y acabé recibiendo más de lo que di.

La actividad que hice durante tres veranos seguidos consistía en participar en una pequeña escuela de fútbol con niños y niñas en situación de exclusión, en orfanatos y en Govandi, uno de los mayores “slum” de Mumbai. También participaba de refuerzos escolares y de alguna actividad tecnológica, pero si os soy sincero, en este ultimo campo tenía todo por aprender y nada por enseñar.

Durante el tiempo que pude estar en la India tuve millones de emociones, vivencias, percepciones, ideas preconcebidas y cambios de las mismas; momentos de calidad y momentos de miedo, pero por encima de todo, y aún no lo he dicho, disfrute de la India de la pobreza, de la riqueza y, sin duda alguna, de lo mejor de la India, su gente.

Como os he dicho antes, la India sigue siendo un país de castas. Las castas clasifican a la gente en función de su posición social y económica y sus costumbres hacen que las personas de distintas clases no se relacionen entre sí y consideren a las “castas inferiores” una suerte de cuasi-personas que están subordinados a sus “castas superiores” y, llegan incluso a pensar en términos de esclavitud y tachan de perros a las personas que tienen la desgracia de ser las más desfavorecidas.

Como en todos los lugares del mundo siempre habrá gente que se considera superior a otra por el mero hecho de haber tenido mas suerte de privilegios que otros y, la sociedad India no es ajena a ello. Tristemente para mi, es más bien una especie de pandemia mundial que se ha generalizado en todo el mundo y frente a la cual solo cabe la vacuna de la humanidad, es decir, que solo estaremos a salvo cuando aprendamos a ver personas iguales a nosotros en cualquier circunstancia de la vida.

Esto es lo que me ha enseñado la India. Durante tiempo he tenido la oportunidad de convivir con personas que estaban en una situación mucho peor que la mía, o eso es lo que yo creía. Estaban peor que yo si me comparaba económica o socialmente con ellos, pero qué pasaba si me comparaba personalmente.

Tenía miedo de responder a esa pregunta porque la conclusión a mi propia reflexión personal no me iba a gustar. La gente de la India que tiene un buen corazón vive con una simpleza mucho mayor que la nuestra y hacen de los problemas de la vida la importancia que de verdad tienen. Con el tiempo y, gracias a personas con las que he podido hablar, he acabado por comprender que la mayoría de la gente en la India vive solo en el presente, está en el momento actual y para ellos solo existe el ahora, lo cual les hace ser mucho más humildes de lo que yo haya podido ser nunca. En mi experiencia, aprendí que una vida basada en los anhelos era una posición egoísta si no era capaz de comprender que la belleza estaba en las realidades que podía vivir en cada segundo de la vida.

De la sociedad India he aprendido que la nobleza no depende de la clase social sino de las intenciones en el trato a las personas como iguales; que la bondad no depende de la riqueza sino de la calidad del corazón forjado con las vivencias más simples y humildes; que el dolor al error humano es algo que se debe relativizar y que Dios, el universo o la energía te dan una segunda oportunidad para enmendar tu mal obrar, siempre que tengas una voluntad de aprendizaje; que la honestidad no viene ligada a la cantidad de las personas que rodean tu vida sino a la calidad de emociones que explosionan ante los actuares propios y de los demás.

Admiro de la sociedad India la idea del perdón. Tengo la sensación de que para ellos no es un poder sino una virtud. La sencillez con la viven determina que piensen que el perdón no es algo que se otorga sino que se regala porque no pertenece a las personas en concreto, sino que es un don transustancial  y un derecho de toda persona.

Cuando tu caminas por las calles de las ciudades, llenas de basura, puedes ver el gran contraste entre los grandes edificios y las casetas de metal y bolsas de basura que se encuentra a ras del suelo, que quedan bañadas por el fétido olor de los “ríos” que las rodean. Es un claro contraste entre la riqueza y la pobreza.

Pero cuidado, el contraste no lo provocan los diferentes materiales de los edificios o de las ropas que visten las personas, al contrario, el contraste esencial radica en que los que viven en los ricos edificios son muy pobres de espíritu y los que viven en el pobre suelo son muy ricos en humanidad. Como bien sabrás, cuanto más alto sube el ego personal mayor puede ser la caída.

Esta es la mayor experiencia que me he llevado de mis viajes a este maravilloso rincón y es lo que procuro encontrar en todas las personas que se cruzan en mi vida.

Querido lector, para terminar no quiero dejar de aminarte a que reflexiones sobre si tu vida está llena de riqueza emocional; a si eres pobre en buenos sentimientos; a que reflexiones en la calidad de tus emociones que se exteriorizan en los demás; en si eres una persona que reconoce que el perdón es un derecho inviolable de toda persona; en si de verdad, el sentido de tu vida está dirigido a tener una trato de humanidad y de igual a igual con las personas de cualquier clase social.

En definitiva, preguntémonos hasta qué punto somos ricos en la pobreza o si, por el contrario, estamos llenos de una pobre riqueza.

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