Perfecta imperfección

No quiero una vida perfecta. Si pretendiese la perfección, sería infeliz en el camino, porque siempre ocurren cosas que hacen que tu mundo de fantasía se desmorone.

No, yo lo que quiero es una vida real, con sus momentos buenos y los malos también, porque llegan lo queramos o no, porque nos hacen crecer como personas, aprender, hacernos fuertes, nos dan las lecciones que necesitamos saber para continuar el camino que es la vida.

Yo quiero una vida llena de risas, esas que provocan ataques de tos, lágrimas y dolor de barriga, de bailes improvisados bajo la lluvia o en una barbacoa, de andar descalza sobre la arena y sentir el mar entre mis dedos, de momentos alocados de esos de “a que no eres capaz…”, de abrazos entusiasmados, de copas de vino y pizzas sobre la mesa, de besos en los labios, de miradas cómplices, de chispas picantes, de caricias eternas…. Pero también una vida que contenga lágrimas de dolor, porque llegan, de abrazos de reinicio, de brazos que sientes tu hogar, que dan calor y seguridad, de palabras y gestos que lleguen al corazón, de manos cuyos dedos limpien mis lágrimas, de miradas que te besan el alma….

Yo quiero una vida feliz, con sus altos y sus bajos, siendo siempre yo, en toda mi esencia, con mis virtudes y mis miles de defectos, simplemente porque sí, simplemente porque yo soy real.