Hoy entregue los últimos papeles para ese tan anhelado sueño de obtener un titulo universitario en medicina humana, ese por lo que estuve a un paso de la orilla de la bufa, ese que pensé que no sería digna, la razón por la que me prive de renunciar a esta vida, y ahora que lo tengo tan cerca no me sabe, o no como las expectativas me contaron, era que al final no era tan importante, sobre todo por que ya trabajo en eso. ¿Y de aquí que sigue?
Era el mes de agosto cuando no tenia certeza de mi vida, mi meta seria ser maestra, quiero dar clases, la vida universitaria extenderla lo mas posible, pero la presión por trabajar en una institución de salud esta presente, conviviendo con mi ansiedad en ese departamento llamado conciencia, por lo que para mi entender existen dos opciones para realizarla, conocer a alguien o tener las herramientas para hacerlo, y como soy hija de simple mortal pues me dirigí a la maestría de docencia, todos los que no entran a hacer una especialidad se van por una maestría, era lógico para mí, pero como siempre, la Humbe del pasado se hace presente al no tener el promedio adecuado. Ahí, en esas escaleras, buscando una sobra en donde sacar a pasear un poco mis pulmones llego a mi ese recuerdo de adolescencia que me susurraba, al ritmo del poco viento que se sentía, letras, ve a letras. Fui, la verdad no se que resultado buscaba, no se si era el destino, los dioses, la vida dándome la oportunidad de emprender en algo que no tengo la seguridad de que sea para mí, pero fui, con la seguridad que mis padres me han cultivado, realice esa pregunta que cambio mi vida, ¿Qué necesito para estar en esta escuela, ¿qué me den más de 8 de promedio y entrar a la maestría de docencia para dar clases en medicina? Y solo encontré un, preséntate mañana, trae tus papeles, paga y llegas a las 8 am.
Aquí estoy, en un camino obscuro, lleno de libros que se supone que he leído, pero aquí no conocen a Quiroz, a Moore, a Amado Saul, a Martínez y por supuesto menos a Robins, y mi madre preguntando por el último libro que leí. Llegue a esta escuela, pequeña, y sin gente, primera clase, he tenido muchas primeras clases, pero ahora es diferente, ahora es mas nuevo, como cuando estas a punto de abrir un sobre para saber si tienes anemia. Y ahí nos encontramos con la primera valla a brincar, estar rodeada de personas que lo mas probable no tengan nada en común contigo mas que tener la mima curiosidad de que es estudiar letras, así que solo le exigí a mi cerebro algunas cosas necesarias para sobrevivir, pon atención, pon atención, pon atención, pon atención ¡
El estar acostumbrada a los compañeros competitivos, que siempre quieren ser uno más que tú, que son tengo más experiencia porque ya firmé un certificado de defunción mi lado estudiante se puso a la defensiva, y mas por que se dio cuenta que aquí el paracetamol no servía de nada. Comenzaron las clases, y comenzó la lluvia de nombres, de títulos, de géneros y demás cosas extrañas para mí, como ver llover dulces, ver el cielo verde, ver volar ballenas, gigantes, mirándome fijamente, gritando el fraude que trataba de disimular consintiendo mi cabeza, esperando que el cubrebocas, ese que te enseñaron a utilizar, cubriera tu vergüenza.
De esto han pasado 2 meses, y me sigo siento mal, ¿será la altura de la escuela?, ¿serán los interminables escalones que tienes que recorrer? Sobre todo, porque estoy sentada desde mi casa
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