Muchos niños habian pasado la tarde anterior por delante de su puerta, pensó María, mientras limpiaba las huellas dejadas por estos en su camino hacia el piso de arriba donde, Ángel había celebrado su octavo cumpleaños. Una sonrisa esbozó su envejecida cara recordando los días en los que ella organizaba dicha fiesta a su hijo Martin. Familiares y amigos abarrotando la casa, llenándola de vida con risas y cantos. Ahora, con su marido difunto y Martin trabajando a miles de kilómetros, las paredes se habían llenado de humedades y las sombras habían ganado espacio a la luz. El cerrojo de sus vecinos se descorrió con un golpe seco, apartándola de sus añoranzas. Con la mano libre se sacudió el delantal que cubría su viejo vestido y repaso el moño que recogía sus largos cabellos nacarados.
– ¡Buenos días Maria! Limpiando como siempre. Esa casa debe ser la envidia de señor Mr. Proper
– ¡Buenos días Javi y Mar! …y que hago si no. No quiero ser de esas ancianas que pasan el día delante del televisor esperando que la vida se olvide de ellas.
– Pero Maria, tu estas estupenda -le respondio Javi celebrando con una pequeña sonrisa su buen estado de salud.
– Bueno, bueno… ¿vais ya a trabajar?
– Por desgracia. Que pases un buen día Maria.
– Igualmente -los despidio con un energico ademan.
La pareja comenzó a bajar las escaleras hacia el portal mientras comentaban animadamente el último capítulo de “Stranger Things”. Maria paso la fregona una última vez. Entro en casa, cerró la puerta y una ventana por donde se colaba todo el bullicio de las gentes en su ir y venir de diario. La ciudad se le había quedado grande, sucia y ruidosa.Atravesó el tramo de pasillo que separaba el salón de la cocina, con pasos cortos y apoyando la mano en la pared, no había prisa, hacía años que la cocina estaba en el mismo sitio y hoy tampoco sería el día en el que se moveria. Dejo la fregona y abrió el frigorífico. Un cartón de leche presidia el centro de la cámara, dos yogures blancos, una manzana roja y unas pocas verduras completaban su sequito.Sintió hastío, vacío. Reando el camino hasta el salón y se dejó caer sobre su sillón, enfrente de las fotos de su esposo e hijo. Al cabo de un gran rato encendió la televisión y perdió la mirada en su pantalla.
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