Noche cualquiera en el Raval

Noche cualquiera en el Raval

Kein Levin

11/10/2022

Hoy la palabra es maricón. Maricón afluye, maricón supura desde la garganta moribunda de cada ente de hígado cirroso con el cual me cruzo por el Raval. Uno de ellos, sentado en un banco, grita al aire con su voz desmembrada: «¡Tú lo que eres es un perro! ¡Un maricón!¡Y a los maricones hay que matarlos!». Cuanto odio. Cuanto odio para alguien que grita sobre una fragmento de la vida del cual es incapaz de formar una nímia concepción. Frente a él se alza una iglesia y, al no gritar a nadie en concreto, o quizás a todo el mundo, parece que se lo grita a ella. Es bastante cómico (¡Cuidado dónde la metes oh heteropoderoso señor!). Aún así, este hombre tiene las cosas más claras que yo.

La gente camina deprisa, demasiado deprisa. Tienen que llegar siempre a algun sitio, de lo contrario sus actividades se solapan. La carrera contra el tiempo y la rutina como combustible. Las cajeras se sonrojan con el ajetreo de los últimos minutos de trabajo y otro transeúnte grita maricón a algún punto concreto del cosmos, o quizás a todo. Una mujer pide dinero de mesa en mesa, el hombre alto vende pañuelos, y a nadie le importa, no existen, incluso un mosquito puede reclamar más su atención. En cambio, me miran a mí, sentado bajo una estatua banal sin más sentido que el de seguir respirando. Para ellos yo existo durante la fracción de tiempo necesaria, la que rellena esa parte aciaga y recóndita de su ser cansado del mismo combustible insalubre, soy una breve atracción para la vista y la voluntad, porque cuando giran la cabeza, ellos siguen siendo los que triunfan. Y al final nadie existe, es un mundo vacío y, sin caer en tópicos sobre la muerte y cómo todos marcharemos en algún punto, esto es lo que veo ahora, aquí no hay nadie, estoy solo.

Entro en el bar, llego tarde, hay música en directo y convierte cada instante en un bordón de algo más real, decora el tiempo que se pierde a cada segundo, pero está bien, es para mi antiguo yo, el de hace un segundo, un minuto, y sumando… Se lo regalo con gracia, ellos lo estarán disfrutando, yo no tengo tiempo para cosas bellas, estoy aquí para supurar bilis, para gritar maricón al firmamento. Aquí está la gente real, la gente con propósito, con luces de colores y alcohol caro y amortizado. No venden pañuelos, no inician sus conversaciones con cada desconocido con un «por favor». ¡Dancemos sólo por los que están aquí! Es triste de todas formas. ¿Lo es? Tal vez, demasiadas veces. Pero cada uno con su universo, cada persona es un cosmos, o un par de galaxias como mínimo. ¿Cómo de solitario debe de ser el mío, o por qué despropósito se rige para que yo os envidie a veces? ¿Los envidia el hombre que grita maricón al cielo sin estrellas? (Que es viejo pero nosotros le hemos causado las cataratas), los envidia la mujer que pide «por favor»? ¿Y hasta qué punto el odio eclipsa la envidia? ¿Hay algo que realmente envidiar? ¿Hay odio? ¿Es algo que no sé ver? Desvarío.

Un propósito es lo que marca la línea. ¿Y la línea? Cada uno con la suya, pero un propósito es lo que nos puede salvar de gritarle maricón al aire, de desear la muerte de otros por ignorancia, de mendigar usando nuestras emociones como cebo hasta convertirnos en piedra. Así que… ¡Ten un propósito! Si no soportas la realidad de las cosas. Se empresario, carnicero con aficiones, taxista con aficiones, funcionario con sueños, obrero con ambiciones, ¡Se artista! Y olvídate de lo que es real, ven al bar de colores ¡Canta! ¡Danza! Se otra unidad satisfecha. Desde tu cama, los berridos de los que no existen no perturban nada, salvo tu ambición, tal vez, la de conseguir una vivienda mejor situada, más bonita, más cara, ¿Por qué no ibas a hacerlo, si puedes? Ahorra, todo está a tu alcance.

Todavía no ha llegado la hora del lobo. El bar sigue abierto y la burbuja es densa. Cuando estalle, todos dormirán, o tendrán sexo, o harán el amor, o vomitarán en su retrete… todos estarán a resguardo de la transformación de aquellos que piden por favor, la masa nocturna, no comfort zones, la oda moderna al ser primitivo. «¡Sálvese quien pueda! ¡El chacal ya no vende pañuelos y lleva un cuchillo! ¿Lo ignorarás ahora? ¡Existo! Eso es lo único que proclama; tu cartera, tu móvil, son irrelevantes, si te supone un problema serio perderlos, te lo mereces». Así que sufre entre luces de colores.

Debería escribir así más a menudo. Siento que esa rata de alquitrán que me obstruye la garganta y ancla sus pequeñas zarpas en mi corazón se va disipando. Fuego contra fuego. Mierda para pulir mierda. Es un subidón de placebo. Creo que me da más placer que masturbarme. Mi mente se despeja y a la vez colapsa con todo le que necesito expresar ahora mismo. Estoy vivo joder, estoy vivo. Como el que vende pañuelos y el que insulta al aire y los músicos de este concierto. Estoy vivo y creo que tendré una sobredosis de lucidez. Mañana puede que sea otra historia. Al amanecer volveré a mi realidad particular, entonces podré volver a pretender que vale la pena vivir por lo que pago y sacrifico horas, días, para pagarlo, todo esto es necesario, debe serlo, ya he invertido mucho en ello, no puedo simplemente abandonar la estampida ¡Me aplastará! ¡No me hagáis pensar más de lo necesario por favor, me va a aplastar! And I have become comfortably numb…

Me despierto. No sé dónde estoy, las persianas están casi bajadas, el sol lleva varias horas fuera, creo, así que deben ser cerca de la una. Me despierto en una casa extraña, roña en las paredes, una puerta rebentada, todas las mantas sobre el colchón reunidas en el lado opuesto de la cama, mi lado opuesto, y el colchón da sacudidas semi-acompasadas y sé lo que está pasando. Entre débiles gemidos que tienden a sonar a quejas distingo alguna que otra frase: -¡Para!… ¡Qué vergüenza! – o – ¡Se va a despertar!- Entonces emito un sonido, un gruñido espantoso, para advertir que, estoy consciente y que ya no se preocupen. Entonces una mano invasiva me aferra de los testículos desde el otro extremo del colchón y trata de arrastrarme; cara de loca, mirada satisfecha, no por el sexo, eso ya no importa, te estás autorrealizando chica, estás a punto de obtener el trofeo que querías llevarte a la tumba y ni si quiera quieres estar aquí. Me incorporo y proclamo mi partida, no sé que hago aquí desde hace varias horas, quería ver como se desenvolvían las cosas, y eso he conseguido, mi pequeño trofeo, aquí ya no pinto nada. La chica, desde el borde de la cama, se sacude de encima al pigmeo espasmódico, buen tío por cierto y, básicamente, lo tira del colchón.

-¿Qué te piras? ¿Pero que coño te vas a ir?

-Me voy, tengo ganas de irme.

-¿Pero tu has visto la pateada que me he pegado?¿Qué hago aquí?

-Vos sos un boludo- dice el chico que se levanta- andá y unite con nosotros que esto está relindo.

Estaría bien, puede estarlo, pero es que no quiero ver más vuestras caras, no quiero reflejar la misma mirada, no quiero esta experiencia, hay gente que las persigue con urgencia, sin invertir tiempo en pensar si realmente las quieren. No quiero ese trofeo, hoy solo quiero abrazar un poco a Poppy, de modo que grito con pomposidad y alegría:

-¡Me voy a Irlanda!- se oyen golpes en el techo y es más temprano de lo que creía.

-¿Te vas a Irlanda, enserio? ¿Pero hoy?

-¡Si! Tengo que acompañar a un amigo para que no se muera de hambre, va a estar bien.

-¿Pero a qué hora coges el vuelo?

-¿Qué hora es?

-Las ocho y media.

-Pues me tengo que ir.

Cojo mi chaqueta y me dirijo a la salida, la chica dice algo y Lucas vuelve a recibir un empujón que lo aparta del horno vaginal. La chica se envuelve en mantas y nos da la espalda.

-¡Espera espera! – Lucas sale del cuarto medio desnudo. Tío, menos mal que te he conocido. Esta noche le pedí al universo esto mismo ¿sabias? Conocer a alguien como vos, así músico y liberal, tu debes explotar, lo veo, lo siento, tú debes regalar algo grande al mundo, y la sociedad te lo impide, estás encerrado hombre, necesitas romper toda esa mierda, me entiendes? Eres puro, además me has ayudado un montón, con lo rica que está esta mina ¿Qué te pasó? – Entonces yo lo abrazo.

-La quería toda para ti- le digo. Él se ríe.

-Por favor, llámame cuando vuelvas de Irlanda, pareces un tío sincero, yo curo ¿sabes? lo puedo curar todo. Quería limpiarte los chacras mientras dormías, te sobra oxígeno dentro del cuerpo, pero hay algo en ti que bloquea energía man, nunca me he encontrado eso. Te voy a dar un consejo, estudia música, entonces explotarás. Cuando vuelvas de Irlanda llámame y hacemos algo de plata juntos en el metro.

Vale

Gracias

Etc.

Huyo.

Buen tío el Lucas. Aunque no recuerdo su nombre real. Ahora toca volver. No sé dónde coño estoy, la suela de mi bota derecha se ha acabado de despegar y me muero de sed. Me encuentro de repente en un pueblo de montaña enorme que apenas recuerdo, muy bonito por cierto. El sol empieza a calentarme un poco la piel y camino fatigado sin ningún rumbo. No tengo dinero. Mi móvil está sin batería. Pregunto por la misma dirección a varias personas solo por que quiero verles la cara de cerca. No sé por qué me ha picado por esto pero está bien. Incluso asusto a una señora que se ahogaba en su smartphone. Finalmente llego a la estación y espero el tren. 

Estoy solo en el andén y empiezo a quitarme capas de ropa para dejar que el frío cale, es un frío agradable. Pasa el tiempo y me dedico a escribir esto mientras, poco a poco, la estación se va llenando. La prolífica fauna humana me entretiene. Un borracho discute con un revisor. Dos seguratas critican a un negro del andén antes de ir a tomarse un café. Tres gitanos gritan a la gente al pasar. Los seguratas siguen yendo a por café. Y de vez en cuando alguien me interrumpe.

-¿Qué escribes?

-Un poco de todo.

-¿Poesía, novela?

-Un poco de todo.

-¿Cómo te llamas?

-Un poco de todo.

El sol brilla más, todo está sucio y vuelvo a estar solo, rodeado de gente que ya no existe, porque me sumerjo en mi libreta como ellos lo hacen con sus pantallas. Todos estamos solos y tal vez yo sea el único de aquí que lo sabe, entre el ruido, los gorgoteos de los borrachos y aquellos que odian y no son nadie. Dos chicas bonitas se sacan selfies aportando su toque de purpurina al mundo. Me encanta. Ahí esta el verdadero propósito, placer banal, huraño a lo real.

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