Azótame como en la Inquisición

golpéame con tu fusta de piel

cómeme las entrañas, llega hasta ellas

¡Te lo ruego!

Hazme entender, enséñame que es la obediencia.

Solo tú, con esa piel marrón

esas manos descendientes de esos bíceps

tu altanería que penetra en mi alma,

esos pasos firmes que se dirigen hacia mí.

[…]

Ahora, enséñame a ser culta,

vamos a leer, 

busquemos los libreros más grandes

empújame hacía los libros, méteme esas palabras,

dame algo que leer.

Tus lecturas coinciden con las mías, 

no perdamos ni una sesión.

Pásame tus letras, embárrame de ellas,

ilústrame, oblígame, enséñame.

Ahora te toca ver la manera en la que escribo,

deja inspirarme en ti

déjame tocar tus curvas, tus músculos, 

deja tu anatomía en mis manos.

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