AGONÍA
CAPITULO I:
“…cada vez tengo menos valor. Ahora es mas complejo mantenerse a flote y ya no sé cómo seguir viviendo.
Me ahogo en la profunda depresión de mi nula capacidad para valorarme, siento que todo lo que hago esta mal, que cada paso que doy es un error, que no tengo la fuerza y el valor suficiente para afrontar la vida.
Me pesa las responsabilidades de cada año que pasa. Me duele no poder ser normal.
Pues solo soy un cobarde, que no es capaz siquiera de acabar con su propia agonía…”
No se como responderte, leo y releo tus cartas y no hayo forma alguna de alivio a tu agonía.
Ahora entiendo porque no fuiste capaz de suicidarte. En tus cartas todo es dolor y sufrimiento, y este escrito tuyo me puso muy ansioso. Este breve extracto me trastoca la razón.
Quisiera poder ayudarte, pero por ahora solo puedo leerte.
Hasta la próxima misiva.
Siempre tuyo, Jack.
CAPITULO II:
Querido Jack,
Ya sé que te parezco patético, que con lo bien que me conoces sabes que me quejo demasiado.
Tal vez pienses que sigo siendo ese muchacho, que siempre andaba deambulando por los pasillos de la escuela perdido en sus ideas, alejado de todos. Un completo solitario. Me gustaría decirte que he conseguido muchos amigos, que he salido con muchas chicas y que he vivido grandes aventuras. Pero no es así, me explayaría demasiado contándote todos y cada uno de mis días, pero creo que no daría el tiempo para desarrollar una carta tan larga.
Solo quiero resumirte que a pesar de todo eso, siento que he mejorado mucho, que ya ahora puedo seguir avanzando solo.
Pero, por alguna maldita razón, vuelve a mi mente esta sensación, este desequilibrio y me pierdo. Todo se derrumba a mi alrededor, y ya no sé qué hacer.
Se que está mal alejarme de todos otra vez, pero ya sabes como soy, cuando todo me va mal me aíslo.
Realmente me gustaría que estés aquí. Nadie me conoce mejor que tú. Hemos vivido tanto juntos que ya eres como un hermano para mí.
Y sí, te preguntaras sobre mi tío, pues bien, es un completo imbécil, solo se la pasa mal gastando lo poco que me dejaron mis abuelos. Embriagándose cada día, yendo a tantos lugares a despilfarrar el dinero.
Espero pronto poder obtener ya la mayoría de edad, y arrebatarle lo que tanto esfuerzo le costo a mis abuelos. Desafortunadamente, este vividor es la única familia directa que tengo, y por ende mi tutor. Pero ya no quiero cansarte con mis desdichas familiares, solo te avisare de él, cuando por fin se haya muerto.
En fin, últimamente, he vuelto a ver las fotos de la escuela, y me llegan a la mente un sinfín de anécdotas, una serie de imágenes que desfilan lentamente por mis ojos. Cada recuerdo, uno mas anecdótico que el anterior, se plasman en mis manos al tomar las fotos, al vislumbrar lo inocentes que éramos, y lo tontos que fuimos, creyéndonos imparables, intocables, viviendo arduamente cada día, como si fuera el último.
Ahora me pregunto, ¿dónde quedo toda esa vitalidad, toda esa energía y esas ganas de vivir? ¿Dónde fue a parar tanta alegría, en qué momento se perdió?
Creo que nunca lo sabre, solo se, que se nos escapó la felicidad infantil. Esa que siempre irradiábamos, esa que compartimos entre pupitres y uniformes, entre recreos y cursos, esa que jamás volverá. Y lo más extraño es que no teníamos una razón para vivir, solo lo hacíamos, vivíamos cada instante, cada momento. Fue glorioso.
¿Recuerdas las veces que jugábamos en la escuela, que yo era el Quijote y tu mi noble escudero, El Sancho?, y que terminamos destruyendo el pupitre de la maestra, después de nuestra batalla con los gigantes, defendiendo el molino. Que buena reprimenda nos dieron, esos buenos azotes que recibimos por nuestra proeza, no se comparan con los inolvidables tirones de oreja que recibimos por parte del directo. Y sin contar lo que cada uno recibió en casa.
Pero valieron la pena esas locas aventuras soñando despierto, pensando que siempre seríamos niños, creyendo que esto nunca acabaría.
Y ahora mírame, es eso lo que más quiero, quiero esa inocencia otra vez, quiero esa infantilidad de nuevo. Quiero mi niñez mi amigo, ya no quiero seguir creciendo, ya no quiero ser adulto, todo me abruma.
Sabes que las responsabilidades me frenan, y cada día que pasa es peor. Se que exagero, pero me siento así, y ya no sé cómo lidiar con ello. No sabía que la adultez, se rige tanto por las labores diarias, que la gente solo va a trabajar, que ya no tiene tiempo ni para pensar, no tiene tiempo para amar y respetar, que solo se vive en una constante prisa, en una premura que los ciega. Y temo que todo eso me espera en unos meses, cuando deje por fin la infantilidad, y pase a ser un adulto oficialmente, muy joven aun, pero adulto, al fin y al cabo.
Un compañero me paso el número de un médico especialista en estos asuntos. No sé si deba ir, pero siento que ya no tengo más remedio. Que si no lo hago seguiré perdido, que, si sigo así, terminaré internado en algún sanatorio o algo peor. No me gustaría que los demás se enterasen de lo que me pasa, y que piensen que estoy loco y me traten de forma lastimera, como si estuviese convaleciendo.
Sabes que siempre has sido mi mejor consejero, el que me salvaba de los momentos más difíciles, siempre defendiéndome de los más agresivos, siempre cuidándome como solías hacerlo con Abel. Perdón por recordártelo, pero me es inevitable entenderlo así, ya que el parecido que tenemos es muy notorio y aunque no quieras reconocerlo, sé que lo extrañas. Pero descuida, ya hablaremos sobre eso en otra carta.
Ahora solo quiero tu consejo, ¿crees que deba ir? Apóyame por favor, sabes que siempre he confiado en ti.
PD: ves que he mejorado mucho, no me he quejado tanto como antes. Pero bueno, así soy yo, muy inestable.
Se despide tu gran amigo, el Quijote.
OPINIONES Y COMENTARIOS