Me enamoré, cierta vez, de un hombre a la distancia. 

Es cierto que el hablar construye mundos, este hombre era un artesano de la palabra.Tanto así que viajé a verlo, a derramarme sobre él como un premio glorioso; a justificarle su tiempo, su devoción tejedora de hilos de azúcar, de golosina de cielo.

Fue tierno, muy tierno. Ensayó para mí un momento bonito, me llevó al río y jugamos con un perro. A la noche siguiente bailamos y leímos, hablamos de libros, de amores, de la infancia y los sueños caducos y las épocas suaves; pasamos la noche abrazados y nos abrasamos en la madrugada. Luego, como en un sueño salí corriendo a la terminal y me fui.

No volví a verlo.

Las películas terminan en el beso.Así la vida, que imita al arte. Así mi vida, que imita a un cuento

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS