1-2-3 de octubre del 2022

Querido amigo:

Antes de iniciar quería contarte que le mostré a mi padre lo que escribí el 25-26-27 de septiembre. La opinión de mi padre es muy importante para mí, no sólo porque sea mi padre, sino porque él desde pequeño ha leído mucho, siempre que le leo algún fragmento de un libro me pregunta sí es de un autor en específico y efectivamente sí es de él, me pasó eso con Tomás Carrasquilla un escritor colombiano. También me cuenta historias de periodistas, escritores, o personajes de Colombia, como cuando estábamos en el centro de Bogotá e íbamos pasando una casa que estaba sola.

– Mira hijo, aquí antes había una cafetería y se reunían grandes literatos como Aurelio Arturo, ¿Recuerdas que una vez te dije una frase de él?

– Sí señor, lo recuerdo muy bien.

– ¿Y qué frase te había dicho?

– El tiempo es un caballo leproso que pisotea todo a su paso.

– Muy bien.

Por eso decidí mostrarle lo que había escrito esos días. Le di mí computador a mi padre mostrándole lo que había escrito. Estaba en un silencio desesperante, un silencio que me ponía los pelos de punta, un silencio caótico en el que te volverías loco porque lo único que escuchas son los pensamientos que pasan por tu cabeza y al haber ausencia del sonido, te puedes perder entre ellos. Sólo veía la cara de mi papá con un seño fruncido mientras leía, no sabía sí era de disgusto o simplemente se esforzaba al leer.

– Está chévere – dijo mientras me devolvía el computador.

– ¿Qué te pareció en general?

– Entretiene leerlo, te falta meterle más metáforas. Escribes como Mario Mendoza jajaja.

No sabía sí esto último era algo bueno o malo. No me malentiendas, admiro a Mario Mendoza y sería genial escribir como él lo hace. Pero a mi padre no le gusta mucho, dice que escribir como hablas no le parece que se pueda considerar literatura y que de lo único que él hablaba era de putas, sexo y droga. Yo he hasta debatido con mi padre por su opinión.

– ¿Entonces tú que consideras literatura?

– La literatura es hacer metáforas, describir el mundo desde otra perspectiva. Mario Mendoza solo escribe como habla, eso no es literatura.

En ese entonces mi padre ni sabía que yo escribía, así que dolió un poco lo último que dijo. Sé que estoy lejos de escribir literatura, pero igualmente fue un golpe bajo.

– ¿Y sí hace metáforas de lo que está hablando?

– Bueno eso ya es otra cosa, pero él solo habla de sexo y drogas.

– No señor, él habla de muchas más cosas que solo eso, ¿Cuántos libros has leído de Mario Mendoza?

– Ninguno, porque no me entretiene.

– ¿Y cómo lo puedes criticar sí ni te tomas el tiempo de leer un sólo libro de él?

Al final el debate terminó en un suspiro de él diciéndome que me fuera a dormir. Le quería decir una frase que Mario Mendoza había escrito en un libro de él, en este momento no recuerdo en cuál, pero me parece una frase excelente, la tengo escrita en mí libreta dame un momento.

Aquí está, la frase la dijo en La Locura de Nuestro Tiempo.

El deber de un escritor es escribir libros. El deber de un crítico es criticar libros. Hay una gran distancia entre un deber y el otro. Por eso el escritor cuando le responde al crítico, lo único que hace es rebajarse de nivel.

No se la dije a mi padre porque no quería que él pensara que le estaba faltando al respeto. Pero creo que hubiera sido idónea en ese momento.

Ahora sí, a lo que nos compete. Era un sábado, me levanté un poco tarde, aunque no afectó mucho porque al llegar al Sena sólo estaban practicando una canción que yo ya me sabía. El profesor está siendo más “exigente” (Entre comillas porque siempre ha sido demasiado relajado), entonces le está enseñando dos instrumentos a cada estudiante, dice que, si hay una presentación y uno de los estudiantes no asiste, tendrá un reemplazo. Me pareció una idea genial, pero nadie además que yo tocaba la guitarra, así que le pregunté cuál iba a ser mi reemplazo. Solo me miró y me dijo “Usted no puede faltar” seguido de una risa en grupo de todo el técnico, aunque a mí no me dio tanta risa. Puede que suene raro, pero yo quiero ser reemplazado. Además, las canciones serían mucho mejores si hay una guitarra rítmica y una guitarra melódica.

A pesar de no tener reemplazo, yo sí tenía que ser un reemplazo. Por lo que toqué el piano, no recuerdo el nombre de la canción, era algo con un tal bruno, si no estoy mal creo que era de una película. El profesor puso la canción y trató de tocarla a oído, yo lo ayudé y tocamos al mismo tiempo. Fue un gran momento, los dos tocando, sin miedo a equivocarnos. Además que puso varias canciones y pasó lo mismo, los demás estudiantes solo se sentaban alrededor y cantaban la canción.

Al acabar el Sena acompañé a María Paula a su casa, pero en el camino nos encontramos con Gaia, que también estaba con una amiga de ella y una lata de Cola & Pola en la mano.

  • Hola – dije yo
  • Hola.
  • ¿Usted sí puede tomar eso?
  • Sí – respondió la amiga de Gaia.
  • No sea sapa, no le pregunté a usted. Gaia, ¿Usted puede tomar eso?
  • No, pero chito.

Sé que de pronto puede no ser muy relevante el saber esto, pero me parece que a veces Gaia hace cosas de personas “grandes” buscando una especie de aceptación. Recuerdo que en varias ocasiones ella trataba como de presumirme el que había empezado a fumar cigarrillo. Fumar no es algo que me enorgullezca, no me siento “Cool” al momento de hacerlo, así que me parece un poco tonto el que alguien lo presuma, igualmente es una niña, es entendible.

Hice caso omiso a lo sucedido y fui a la casa, al llegar me quedé dormido y mi hermano me despertó a las siete y media de la noche para ir a la fiesta. Me arreglé, salimos, nos encontramos con un amigo de Joel en el local y fuimos al lugar donde era la fiesta. Me causó un poco de gracia que justamente estuviera en un segundo piso, encima de una iglesia. Al entrar nos requisaron y nos quitaron los tiquetes de entrada. Había una luz blanca e intermitente y reguetón al máximo volumen. Al principio fue muy aburrido porque no había casi personas y estuve sentado mirando a mi alrededor la mayoría del tiempo. Recuerdo mucho una pareja que se sentó al lado nuestro, no era como las demás parejas por el hecho de que ya eran adultos, podrían ser mis papás. Era un hombre de 55 años más o menos, canoso, pelo corto, tenía gafas de lentes rectangulares y marco delgado, una chaqueta verde oscura impermeable, tenía un jean de dril azul oscuro y unas botas cafés para escalar o caminar. La mujer tendría unos 45 años, tenía unas gafas redondas y grandes de marco grueso, era más o menos morena, tenía el pelo largo y ondulado, una chaqueta de cuero negra, un jean azul, botas negras de cuero que le llegaban hasta las rodillas, también tenía un maletín azul oscuro que me recuerda al mío. Aunque prefiero el mío.

Esta pareja solo bailaba en las canciones de salsa o merengue, la señora bailaba bastante bien, a diferencia del señor que era muy “tieso”. Cuando había canciones que no les gustaran simplemente hablaban, sacaban el celular, miraban Facebook y se mostraban vídeos el uno al otro. Hubo un momento en el que la música dejó de sonar y las luces se apagaron, la señora me miró y me dijo “Ay no, que no se vaya a ir la luz porque todos nos quedamos aburridos jaja”, le respondí con una sonrisa y le dije “Sí señora jaja”.

Había varias personas de nuestro salón, uno de ellos vendía cigarrillos, nos ofreció, pero yo le dije que no, German (El amigo de mi hermano) y Joel, le compraron un par y empezaron a fumar. Curiosamente el humo del cigarrillo me disgusto demasiado, por lo que simplemente me paré y me senté en otro lugar, me senté cerca a la entrada donde casi no había gente y había un aire más “puro”. Ahí sentado vi cuando entró Faiber, un chico que estaba en mi técnico del Sena, pero se salió porque hacía canciones de reguetón y se le llenó la agenda, por así decirlo. Me parece chévere que desde joven alguien empiece a hacer música, no importa el género. Sólo que cuando Faiber nos mostraba vídeos musicales de sus canciones me desilusionaba un poco, simplemente era él con un par de hombres y diez mujeres en ropa interior bailando. A pesar de que no me guste su música he de admitir que viste bien, recuerdo que en la fiesta tenía una chaqueta beige de ese cuero que pareciera piel de animal, un gorro pesquero blanco, tenis marca Nike de color blanco, una camisa negra, pantalón negro que le quedaba ancho, pero no tanto como a los demás en la fiesta. También recuerdo una vez que me lo crucé en el colegio, lo saludé y le dije que hacía falta en el Sena, puesto que él también toca la guitarra. Él respondió con una sonrisa y me dijo, “Jaja, sí claro, además que yo era el que unía al grupo”. Cabe aclarar que en todo el tiempo en el que él estuvo en el Sena, los estudiantes éramos muy separados, Faiber tenía su grupito, pero no hablaba con nadie más. Así que me pareció muy tonto lo que dijo y su imagen de ser un chico buena gente, cambió a la de un chico que se creía mucho.

En la entrada había una puerta, que era como una especie de tienda. Yo pregunté si tenía comida porque tenía mucha hambre. La señora que atendía soltó una risa, pero yo no había entendido el chiste, luego se dejó de reír y me miró apenada diciendo “No, que pena, solo tenemos trago y halls negro”. Compré unos halls porque había tomado unas cuantas copas de ron y sentía que tenía un aliento pésimo. Mientras le estaba pagando a la señora vi que la pareja de antes había comprado un aguardiente antioqueño y sentí que estaban disfrutando la fiesta más que yo. Cuando me volví a sentar donde antes estaba mi hermano y German, ellos ya no estaban, miré alrededor y no los veía. Cuando se me dio por mirar a la ventana y los vi con otros 5 manes fumando marihuana y riéndose. Mi preocupación era que mi papá nos regañara, aunque no me gustó mucho la imagen de que mi hermano volviera a fumar bareta. Estuve sentado sin saber qué hacer, además que sólo ponían canciones de reguetón y el ambiente era muy aburrido para mí. Al menos la pareja se estaba entreteniendo leyendo los ingredientes del aguardiente. Yo estaba al otro lado del salón, donde casi no había luz porque las personas del frente la tapaban, sólo escuchaba que gritaban “¡EH!, ¡EH!, ¡EH!”. Cuando mi hermano vuelve con las otras personas con las que estaba, pude reconocer al instante, que era el grupo de los inadaptados, los marginados, de los que no pensaban en el qué dirán los demás, no les importaba estar aislados de los demás, se tenían el uno al otro, bailaban como les daba la gana, inventaban nuevos pasos y no les daba pena mostrarlos a todos los presentes en la fiesta. Fue ahí, rodeado de personas como yo, que no nos sentimos cómodos siendo el centro de atención, que siempre hemos sido rechazados y excluidos del resto del mundo, que sentí que estaba en un lugar en el que no me juzgarían. Yo no sé bailar, pero a ellos no parecía importarles, aun así, bailábamos salsa como si fuéramos mujer y hombre. De repente el género de música cambió a guaracha, y al no sabe cómo se bailaba, simplemente saltábamos y empezábamos a gritar “¡EH!, ¡EH!, ¡EH!”, sin darme cuenta ya estaba al frente, estaba tapando las luces, miraba a mi alrededor y me sentía feliz, no me sentía estúpido o pequeño como creí que me iba a sentir. Las personas que estaban alrededor desaparecieron y sólo éramos nosotros disfrutando del momento. Nos tratamos de unir al círculo de los “populares” y solo eran hombres y mujeres medio moviéndose, fingiendo pasarla bien y ser felices, trataban de verse lo mejor posible y no hacer el ridículo como ellos dicen que hacemos. No sentí que era mi lugar, miré a todos con lástima y pesar, me alejé y volví con los míos.

Fue cuando volvieron a poner reguetón que nos sentamos, uno de los que estaba bailando se durmió y de vez en cuando le daban agua para asegurarse de que estuviera bien. Volví a estar aburrido, una vez German hizo que bailara con una chica, me dijo “vamos ñero que estamos roncando”, me paré de mi silla y solo lo seguí. De repente nos detuvimos en frente de dos chicas que estaban bailando, German bailó con una y yo con la otra. Traté de bailar sin mucho éxito, aunque tampoco es que la chica bailara muy bien, o al menos no se sentía cómoda conmigo.

Se acabó la canción, la chica solo me sonrió y se despidió. Me senté otra vez y después de un rato llamé a mi padre poque me sentía muy cansado y los halls no me supieron muy bien. Mi papá llegó en un carro conducido por un hombre que no conocíamos, asumí que era un Uber o algo por el estilo. Le conté todo lo que pasó y el cómo me sentí aceptado entre los rechazados. Al llegar a casa nos dio hamburguesa con gaseosa. Dormí a gusto esa noche.

El día siguiente es lo que se podría llamar: un día de películas, miramos varias con mi padre y Marcela aprovechando que las niñas no estaban. Comimos KFC con gaseosa. Entre todas las películas que vimos, destaco Soul, que trataba sobre un músico de jazz y tocaban temas que me parecieron interesantes. Como que no tenemos un propósito, simplemente tenemos que vivir y ya, ser conscientes de nuestra existencia. Fue agradable sentir que alguien que no conozcas te comprenda, después de eso me fui a mi habitación a dormir.

El lunes fue un día normal, fui al colegio y estaba emocionado por jugar baloncesto en educación física en la penúltima hora de clases, pero nos quitaron las últimas dos horas porque teníamos que ensayar la marcha de despedida a once, en la que entregan los honores al mejor estudiante de cada área. Al salir mi mamá me llamó y me dijo que iba a ir a vernos, la esperé en la parada del alimentador y al llegar hablamos de todo un poco, comimos salchipapas con gaseosa y nos dejó en la portería de la casa. Subí un estado de la fiesta, sorpresivamente Sofía (la chica mona que me parece hermosa) me respondió. No fue la gran respuesta, solo escribió “Pero-“, a lo que respondí con una risa, me daba felicidad el pensar que no estaba brava conmigo. Al entrar a mi habitación sentí un gran vacío, no entendía el por qué hasta que ahonde en mis pensamientos. Otra vez me sentía mal por Damián, sé que ya debes estas fastidiado de que lo nombre o que parezca un idiota pensando en él todos los días aun así él no piense en mí. Pero realmente me deja pensando, no me ha respondido nada a lo del 20 de septiembre, no me ha hablado en el colegio, lo que me hace pensar que realmente las disculpas que me pidió por no hablarme durante todo el mes, no fueron ciertas, y que solo lo decía por lástima.

Marcela nos llamó a mi hermano y a mí, dijo que mi papá quería hablar con nosotros, pero como él está en un viaje de trabajo nos iba a hacer videollamada. Mi padre estaba bravo porque nos habían citado en Tecnología por solo entregar un trabajo e ir perdiendo la materia. La mayoría fue una cantaleta de mi padre y nada que destacar, salvo por lo que dijo casi al final de la llamada, que estoy seguro que no solo a mí me destruyó, sino que a mi hermano también. Mi padre bravo nos dijo a Joel y a mí sin titubear, con el tono de voz fuerte y claro, como si ya lo tuviera escrito en una hoja mental que ha estado escribiendo a lo largo de la semana, “Ustedes siempre buscan cada oportunidad que tengan para decepcionarme”. Eso dolió… aún duele. Cabizbajos solo le pedimos perdón y dijimos “Sí señor”. Me acosté en mi habitación pensando en esa última frase toda la noche.

Con cariño, Nicolás.

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