Camino gris, empedrado de tristezas, porque tú no estás.
Recorrido en el que no diviso, entre la hojarasca, un final.
Lentamente voy aceptando esta soledad húmeda,
a mi piel adherida, máscara sobre todos los poros, mueca esculpida.
No hay sol que la evapore ni calor interno que la transmute.
Quieta, flexible y rosa simple, me recubre…
Se ha convertido en mi identidad.
Máscara quebrada, fragmentos cristalinos,
impregnada sobre mi cuerpo entero, baño matiz,
indisoluble rocío luz de luna.
Me susurra amarga ¡No sabes dónde vas!
Mis pasos se asemejan entre sí, interminables.
Por cada uno que doy adelante dos van hacia atrás.
Están hechos de recuerdos e imaginaciones de un porvenir
que nunca llegará.
Sombríos momentos de ensueños…
Uvas maduras diminutas encapsulan dulces engaños.
Allí flotas en el viento…y… ¡Me quieres!
Las gotas de lluvia son tus besos, me impactan sutiles,
arremolinando en mi alma traslucidos sueños febriles…
Tus ojos que no he visto, tu piel sin mancillar,
me llevan al paraíso donde se te escucha cantar.
Las brisas son tus caricias, plácido terciopelo granate y suave
rozándome con piedad…
Alborotas mis cabellos, sonrío…esto es soñar…
Y tus manos enlazadas a las mías, fantasmas fríos llenos de bondad.
Éter visible, deformas la realidad, paraíso de helada inmensidad.
Mi corazón va quemando los rescoldos de aquel amor que nunca estuvo,…
y ya no está.
La inasible soledad cubre dulce lo que vivirá mi eternidad.
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